The Objective
Hastío y estío

Las amantes de Teruel de Ábalos

«Ser un ‘putero’ como causa o efecto de entrar en la política. Como si una cosa derivase en la otra y fueran indivisibles»

Las amantes de Teruel de Ábalos

Ilustración de Alejandra Svriz.

La vida política de nuestro país es lo que va entre un volquete de putas y el siguiente. Una querencia por el sexo de pago que hace difícil diferenciar la sordidez de cada uno de sus actos. Ser un «putero» como causa o efecto de entrar en la política. Como si una cosa derivase en la otra y fueran indivisibles. Un servidor se pensaba que se referían a otra cosa con eso de que la política hace extraños compañeros de cama. En estos casos extrañas, pues se tratan de mujeres a las que dudo que ni siquiera les pregunten cómo se llaman. No es el caso de Ábalos, un romántico empedernido que sabe que el amor siempre tiene un precio y un nombre. Uno no entiende esa necesidad de los números dos de un partido, ya sea del Partido Popular en la Comunidad de Madrid de hace ya unos cuantos años, y de nombre Francisco Granados o del propio José Luis Ábalos en el partido sanchista. Puede que se trate de un trauma psicológico. La frustración de que haya una persona que aún mande más que ellos se les hace insoportable. Necesitan volcar, y nunca mejor dicho, esa insatisfacción vital, satisfaciendo sus otras pulsiones más básicas. Someter a quien no le queda otra que aguantarlo. Encontrar la excitación en ejercer el poder con quien no tiene otra elección que obedecer.

Pero como he dicho antes, Ábalos por lo menos mantiene las formas. No se mueve por impulsos y se deja asesorar por amigos de su estrecha confianza y que conozcan bien el percal. Y para estas cosas nada mejor que fraguar una amistad con un portero de puticlubes. Si se llama Koldo, mide casi dos metros, y parece que pudiera arrancarte la cabeza con solo rozarte el rostro, tienes un dos por uno, en forma de guardaespaldas. Pero lo que le gustaba a Ábalos de este era su manera de elegir el mejor catálogo de mujeres que cobran por el cariño prestado. Era tan bueno en esto, que nuestro querido José Luis eligió precisamente a una que no sólo se lo prestó, sino que se lo entregó de manera más o menos desinteresada. Encontrar el amor donde se paga la frustración de no quererse a uno mismo. Ser tan feliz que le pones un piso y un sueldo con un dinero que le sobraba. 

Esto me recuerda a lo que hacía un jubilado de mi barrio que por desgracia murió hace pocos años. Se llamaba Félix, y todas las tardes iba a jugar su partida de mus con otros amigos de su edad a la cafetería Wanikú. Llegaba con tiempo de sobra y se pedía un whisky solo. Lo pedía cortito, pero siempre se quejaba al camarero de lo poco que le echaba. Se lo bebía de un trago y pedía una segunda copa, donde el camarero era más generoso, y era entonces Félix el que le acusaba de querer emborracharle. Tardaba en bebérsela más tiempo que en la primera, entre diez y veinte segundos. Después se salía a la calle a fumar en mangas corta de camisa, aunque estuviéramos en el más crudo invierno.

El calor que le daba a su pequeño cuerpo ese líquido escocés le provocaba esa valentía suicida, que con el tiempo acabaría con él. Cuando por fin empezaban a jugar, Félix llevaba tres whiskys a palo seco y ya no veía las cartas que llevaba. Perdía casi siempre y le tenían que fiar en la cafetería o pedir prestado a los amigos. Con su pensión como panadero de una pequeña tienda sólo le daba para pagar sus vicios hasta el día 10 de cada mes. Pero siempre se guardaba una parte para su vicio de los viernes. Ese día acudía a jugar la partida vestido de traje. Parecía un dandi y se echaba las muestras de colonia gratuitas que pedía en el Corte Inglés para estas ocasiones. Y es que los viernes, él ligaba, que es cómo llamaba a ir al local de señoritas de su confianza. Quería ponerle luz y música a la oscuridad silenciosa de ese acto. Embellecer la realidad por encima de sus posibilidades. Engalanar la caída a los infiernos. Adornar la vida y sublimar su estética. Por eso siempre que pienso en Ábalos, pienso también en Félix, y no puedo evitar hacerle este homenaje.

Lo último que ha salido en relación con Ábalos es que durante la pandemia llenó una furgoneta de prostitutas y se las llevó al Parador de Teruel, donde destrozaron la suite principal. José Luis ejerciendo de estrella del rock. El protagonista principal de la versión ibérica de Resacón en Las Vegas. Aunque para ese papel habría sido mejor mi amigo Félix, pues tenía todos los vicios, incluido, cómo no, el del juego. Ya lo dijo Carlos Goñi en una canción «Es que no hay droga más dura que el amor sin medida». Las amantes de Teruel dieron buena cuenta de ello.

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