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Opinión

El alto coste de la no Europa

Los casos de Talgo y de CAF ilustran las carencias de un mercado interior europeo en el que nadie parece creer

El alto coste de la no Europa

Sede de Talgo.

Con la barahúnda trumpiana, las llamadas al rearme europeo en todos los órdenes, incluido el militar, resuenan por todas partes. Ha tenido que ser el patoso presidente de los Estados Unidos el que ponga en alerta las garitas de la Unión Europea y, de repente, todos busquen los informes de Enrico Letta y Mario Draghi, que hace unos meses acogieron con displicencia, si no con franco escepticismo. El toque a rebato desde Washington ha puesto en jaque a una Europa satisfecha, pero hoy por hoy, desguarnecida.

Ahora se puede pesar y medir mejor el coste de la no Europa, lo cual no quiere decir que esta situación vaya a movilizar la construcción interior de una Unión que por ahora solo es una hermosa fachada hacia el exterior. Las carencias del proyecto europeo son el resultado de la política pequeña de las naciones que la componen, que se quedan, todas, en un simple balance de pérdidas y ganancias por pertenecer a la UE, más que en fortalecer al conjunto frente a las demás potencias mundiales.

La Unión se niega a sí misma ser algo más que una simple unión aduanera. Solo situaciones peligrosas, como la crisis financiera o la pandemia de la Covid han alumbrado medidas integradoras, que han demostrado su eficacia, pero inmediatamente después se ha producido una especie de vértigo ante esas políticas integradoras y se ha vuelto a las andadas. Nadie quiere hablar de una unión financiera real, de una política fiscal uniforme, ni siquiera de un mercado interior que supere la yuxtaposición de mercados nacionales que seguimos teniendo hoy.

Voy a poner un ejemplo que nos atañe, pero que se repite entre todos los países miembros de la Unión. Un ejemplo real de lo mal que funciona Europa y de lo difícil que es competir así frente a las otras grandes potencias.

Hace unos meses la empresa de construcción de ferrocarriles Talgo fue objeto de una tentativa de opa por una empresa húngara. Al socaire de la necia ideología del presidente Viktor Orbán, el Gobierno español puso pie en pared ante la posibilidad de la compra de Talgo por la empresa magiar.

Ya sin objeciones de signo político, el Gobierno español también ha puesto todo su empeño en frenar una opa sobre Talgo procedente de Polonia, mediante una norma nacida en la excepcionalidad de la pandemia. Según el Ejecutivo, Talgo no puede perder su españolidad. ¡Santiago y cierra España!

Donde las dan las toman y en estos días suenan las alarmas en España. Otro fabricante señalado de trenes y autobuses, CAF, que ha sido designada como suministrador preferente por la compañía de ferrocarriles belga SNCB, para un contrato que podría alcanzar los 3.400 millones de euros, sufre las presiones de sus competidores, especialmente Alston, que ha elevado al Gobierno belga su protesta por esta designación.

Considera el fabricante rival de CAF, que tiene dos fábricas en territorio belga, que tiene mejor derecho que la española para obtener el contrato, precisamente por tener fábricas locales. O sea, que no se habla de trenes, de tecnologías, de calidades, de tiempos de ejecución, se habla de estar en el terruño como mérito superior (aunque Alstom sea una empresa francesa). Esta empresa, por cierto, en su página web se autotitula «un actor local, líder y pionero en el sector de la movilidad en España» y ciertamente lo es, con sus centros de producción en Cataluña, País Vasco y Madrid.

Creo que este falso contencioso mercantil, ejemplifica perfectamente la no Europa de la que hablábamos más arriba. Y no por ausencia de normas europeas, que las hay y son concluyentes a favor de la opción de CAF, sino porque los gobiernos nacionales interfieren continuamente en las decisiones lógicas de los mercados competitivos. Lo ha hecho el Gobierno español con Talgo y lo ha hecho un organismo belga en el caso de CAF.

Seguro que hay cientos de casos semejantes en distintos sectores y en distintos países europeos. ¿Europa? Bien, gracias.

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