The Objective
Hastío y estío

Lambán, más vale maña que fuerza

Que, como pintó un maño ilustre como Goya, el sueño de la razón pueda imponerse a monstruos como Sánchez

Lambán, más vale maña que fuerza

Javier Lambán, exlíder del PSOE en Aragón.

Mi paisano, el maño Lambán, habló ayer en el programa de radio de Alsina. Es uno de los protagonistas de los famosos guasaps entre Ábalos y Pedro Sánchez, donde este último le condecoraba con adjetivos poco amables. Al presidente del Gobierno no le gusta que le lleven la contraria, y menos a los que deja estar en su coto privado, el Partido Socialista Obrero Español. Ni siquiera a la hora de elegir el canal de televisión. Me han contado que ha mandado en Moncloa resintonizar todas las televisiones para que sólo se vea Televisión Española, y que lo mismo habría exigido a sus ministros, secretarios de Estado y al resto de sus fieles. Estarían obligados todos a merendar mirando a los ojos hechos de plasma de Belén Esteban. Una inspiración vespertina que expira con la llegada de la noche en el Ejecutivo más oscuro. 

Que a Pedro Sánchez le gusta estar en el lado oscuro de la fuerza, ya lo sabíamos todos, pero estos mensajes de texto le ponen luz y taquígrafos. Emplearla de forma subrepticia, desde las catacumbas. Ser el Rey Sol, pero desde las sombras. Hacer de la Moncloa su particular Versalles. Un jardín donde enterrar a los desobedientes. Muerte entre las flores que se quieren libres. 

Pedro Sánchez tachaba de “petardo” a Lambán en esos mensajes de texto por no estar de acuerdo en la sumisión ante el nacionalismo catalán y vasco, especialmente las concesiones a un grupo como Bildu, que nunca ha negado sus simpatías hacía la banda terrorista ETA. Lambán en ese programa de radio destacó la obsesión enfermiza del “amado líder” por los barones que no le bailaban el agua. El que se mueve no sale en la foto, pero el único que queda retratado como referente del despotismo es Sánchez. 

Lambán dijo que la disidencia en el partido socialista estaba eliminada. Que tuvo varias broncas telefónicas con el presidente del Gobierno, y que con Ábalos las conversaciones tenían un tono amable y cordial. Qué Ábalos se ha comportado siempre como un caballero pueden dar fe de ello Jésica, la miss Asturias Claudia Montes, o el mismísimo Pedro Sánchez. Y es que un hombre vale siempre más por lo que calla que por lo que cuenta.  

De las broncas telefónicas que tuvo con Sánchez, Lambán destacó la ira y la pérdida de control por parte del presidente del Gobierno. Textualmente dijo que sus “reacciones eran iracundas”. Una de las broncas se debió a que Lambán declaró que Javier Fernández, expresidente de Asturias, hubiera sido un mejor secretario general del partido socialista. La disidencia se eliminaba del diccionario del PSOE. El mejor debate interno es el que no se da, el que no existe. Los militantes no están para pensar, sino para obedecer y conformarse con las migas que se caen del mantel donde el líder se da sus merecidos banquetes. 

Militantes que son estómagos agradecidos y que se conforman con muy poco. Seres abducidos por una secta que repiten los mantras que el líder les manda. Que la dignidad no les indigesta los alimentos deglutidos. Que se castiga a los que pretenden abrir las ventanas y airear una casa tan pútrida como irrespirable. Un secretario general con un generoso síndrome de Diógenes. Y es que su basura particular, sí que le gusta compartirla con los suyos, hasta pringar a estos hasta el cuello.

Seres presuntamente pensantes que se dejaron descabezar. Los que han querido caminar con las suyas bien altas han tenido que defenderse de esos verdugos baratos que harían cualquier cosa por un guiño de su amo donde cegarse por completo. Una inmoralidad deslumbrante. Pero el brillo y el destello sólo se encuentran en la defensa de unos principios tan sólidos como respetables. Que busquen el bien común y no el propio. Que el sentido común y los valores morales se puedan imponer al poderoso que carece de ellos. Que, como pintó otro maño ilustre como Goya, el sueño de la razón pueda imponerse a monstruos como Sánchez.

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