Las elecciones autonómicas de Extremadura ponen de manifiesto los errores de PP y PSOE
Los populares no consiguen ampliar sus bases sociales, y eso solo puede llevar a victorias electorales estériles

María Guardiola. | EFE
Las elecciones en Extremadura tienen mucha importancia por lo que muestran sobre la toma de decisiones en la política española. Partamos de una base obvia: las direcciones de los partidos españoles se ocupan monográficamente de las elecciones y de las encuestas. Sus planes sobre el país quedan en segundo plano. Sobre esta obviedad, caben algunas consideraciones, preocupantes, sobre el futuro del país:
El PP no convocó elecciones para ganar un escaño y que Vox salte de 6 a 11. Hay que indagar cómo se tomó la decisión de convocar: las encuestas que sirvieron de base a esta decisión, ¿no detectaron que el PP no consigue atraer a votantes socialistas descontentos?, ¿no detectaron que el PP no crece en votos desde 2023?, ¿no detectaron que el descontento de buena parte de los votantes socialistas se encaminaría a la abstención y, en parte, hacia la marca regional de la extrema izquierda, no hacia el PP?, ¿no detectaron la dinámica de crecimiento imparable de Vox, presente en todo el país? Todo esto se observa en las encuestas nacionales. Hay que preguntarse, ¿quién analiza las encuestas en el PP y cómo se toman las decisiones? El resultado debería dar lugar a una reflexión sobre su aparato electoral.
Para concretar lo anterior, el PP ha perdido votos en relación con las elecciones de hace dos años. ¿No se detectó este riesgo?
El PP se está dejando arrastrar por la ensoñación de que el deterioro del PSOE (de Sánchez) le permitirá ganar las elecciones generales. En realidad, desde las elecciones de 2023 su número de votos baja. Antes de tomar decisiones sobre convocar elecciones en otras comunidades deberían tenerlo en cuenta, o estas seudovictorias se repetirán. El PP, además, está corriendo el riesgo de que los votantes vean la sucesión de elecciones autonómicas como una «operación» de desgaste del PSOE, pero a nadie le gusta ser munición de una «operación».
El final de la campaña del PP fue un desenfoque: esparcir sospechas sobre el voto por correo, hablar de «pucherazo», no acudir a un debate con tres candidatos irrelevantes, etc. Incomprensible, ¿qué se pretendía?
La conclusión es que el PP puede ganar unas elecciones por desgaste del PSOE, pero no consigue ampliar sus bases sociales (electorales). Este camino llevará a victorias estériles.
Del resultado del PSOE poco que decir: dominado por Sánchez, eligió un candidato imposible. Lo visto esta noche revela algo grave: el descenso de la calidad de su dirección, lo muestran la negativa del candidato a hacerse cargo del desastroso resultado y la negativa a admitir preguntas de Torró en Ferraz. Tampoco supo despejar incógnitas en su anterior rueda de prensa sobre los problemas de acoso en su organización. La comparación con Vara hace tres años revela un abismo que afecta colectivamente a la dirección del PSOE. El PSOE afronta una crisis existencial: su credibilidad como partido está destrozada por la sucesión de escándalos y el hundimiento de su discurso feminista. En el fondo, el PSOE sufre el desgaste de un discurso en zigzag dominado por independentistas, que cae en contradicciones e incoherencias.
La interpretación de la dirección del PSOE de que la abstención les ha perjudicado, arrojando la culpa del resultado a sus «perezosos exvotantes» y a la Navidad, elude analizar las causas profundas y evidentes del resultado.
El viento del descontento con la política y la crisis de expectativas de los menores de 45 años y de los sectores amenazados por la nueva fase de la globalización empujan a Vox. Da igual quienes sean sus candidatos, funciona como un recipiente del descontento. En Extremadura le ha bastado para rozar el 17%.
Unidas por Extremadura (la extrema izquierda) avanza por la abstención de parte de los votantes del PSOE. Irene de Miguel es de lo mejor que ha aparecido en este espacio político (a tenor de lo visto).
