El temporal Filomena ha dejado temperaturas mínimas históricas en varios puntos de España. Ahora, la nieve en las calles se está congelando, lo que puede provocar caídas o accidentes de mayor envergadura. Así, transitar por las calles es todo un reto. Más allá de la importancia de una buena suela (y de mantener los ojos bien abiertos a los tejados ante posibles desprendimientos), te contamos cómo caminar sin que el hielo te juegue una mala pasada.
Lo más importante: la clave reside el punto de apoyo, por lo que resulta muy útil caminar como los pingüinos. Es decir, lentamente y poniendo el peso en una pierna. Cuando caminamos, los humanos repartimos nuestro peso entre las dos piernas, situando el centro de gravedad en medio. Esto puede provocar que, cuando levantamos una para dar un paso, caigamos. La fisionomía de los pingüinos, en cambio, les permite sostener todo su peso en una pierna cada vez que dan paso.
Ya sabemos que los pingüinos son aves marinas entrañables que, a pesar de su aspecto, se suelen mantener erguidos, así que en un contexto helado es conveniente imitarlos. Para mantener nuestro cuerpo alineado con la pierna delantera puede ser útil inclinarse un poco hacia adelante. Sin exageraciones (no vayamos a rematar en el suelo de cabeza), venciendo ligeramente el pecho mientras mantenemos la espalda recta. El hombro también debe quedar alineado.
Cuanto más pequeños sean nuestros pasos, con más seguridad avanzaremos sobre el hielo. Aunque no sea lo más estético del mundo. Además, si mantenemos las manos fuera de los bolsillos tendremos más capacidad para mantener el equilibrio (aunque ojo, si caemos, mejor hacerlo apoyando los muslos).
Finalmente ( y aunque parezca evidente), es esencial caminar despacio. De nada vale que nuestros pasos sean pequeños si vamos al ritmo de marcha atlética. Fijémonos en los pingüinos: tienen alas, pero tampoco vuelan.