Los jóvenes ya están entre los principales consumidores de estimulantes y Viagra
La «exigencia sexual», las drogas o las relaciones esporádicas pueden llevar a perder el deseo
El consumo cada vez más alto de Viagra y otros estimulantes sexuales masculinos por parte de las nuevas generaciones preocupa a los expertos. En los últimos años, se ha detectado un aumento de estos medicamentos para la disfunción eréctil que, como explica el psicólogo clínico José Ramón Ubieto, «son propios ya de una edad madura» y, sin embargo, «los principales consumidores son jóvenes de 18 a 30 años en nuestro país y en otros lugares también».
El psicoanalista y profesor universitario de la UB y la UOC atribuye esta tendencia a «factores de estrés» que tienen que ver con las «exigencias» para «dar la talla tanto en el trabajo como también en la actividad sexual». Un sentimiento de presión que, junto a otras causas, también está detrás del auge de los ansiolíticos y antidepresivos, cuyo uso se ha disparado en esta franja de edad, pero también a nivel general, pues España es ya, junto a Portugal, el país que más recurre a estas pastillas.
Sin embargo, François Peinado, cirujano-urólogo especializado en salud sexual masculina, matiza que el mayor grupo consumidor de estimulantes sexuales sigue siendo el de los mayores de 50 años por la prevalencia de problemas cardiovasculares. «Lo que sí es cierto es que está habiendo un aumento cada vez mayor en el consumo de fármacos tipo Viagra por parte de jóvenes», asegura.
¿Cuáles son las causas? El doctor Peinado tiene claro que una de ellas es «la exigencia sexual», el «querer rendir más» por influencia del «mundo perfecto» que pintan las redes sociales y «donde no se puede fallar». No en vano, «estos fármacos permiten erecciones más prolongadas y persistentes, permiten resistir». Todo ello en un momento en que «las exigencias de las mujeres sobre el sexo han cambiado».
Aunque se trata de productos farmacológicos «facilitadores», «generan una pequeña adicción». «Facilitan la confianza y si mezclas con alcohol o estás cansado, muchos jóvenes se acostumbran, lo vemos muchísimo más en la consulta», señala el médico, que admite que cada vez se les receta más y se muestra sorprendido porque, al consultar el historial clínico de sus pacientes jóvenes, comprueba que toman de forma muy generalizada ansiolíticos, antidepresivos y otros fármacos que pueden afectar al deseo sexual.
Por otro lado, existe también un cambio en el estilo de vida y las conductas de esta generación hacia el sexo. «El joven empieza a autoobservarse y, en lugar de disfrutar, eso hace que su erección sea menor o inexistente», lamenta Peinado, que advierte que «muchas veces se proyecta la imagen de que todo debe ser perfecto y hoy el sexo es fácil, con parejas de una misma noche que ni saben sus nombres y no pueden fallar». Y «estos fármacos facilitan mucho la parte física» en este contexto de relaciones esporádicas, una presión que no suele ser tan intensa con una pareja con la que se comparta confianza y complicidad emocional.
Pero no todos los jóvenes que recurren a estos medicamentos los consiguen por recomendación del médico. De hecho, en la Farmacia Tuset de Barcelona aseguran que «ha aumentado el consumo», entre otros porque «con la entrada del Tadalafilo, que es el genérico, es más económico y la gente abusa más por el tema precio»; pero reciben más prescripciones de «gente de mediana edad» que de jóvenes. Es así porque muchos lo consiguen en la calle, o de manos de un amigo, o en algunos casos incluso en farmacias que venden medicamentos que no deberían comercializarse sin receta médica.
«Comencé a tomar pastillas cuando tenía 22 años, porque fallaba la mitad de las veces y un amigo me pasó su receta y compré sildenafil, que es el genérico de la Viagra», señala Alexander, que actualmente tiene 27 años y un trabajo estable en su sector, pero también es escort en sus ratos libres para ganarse un extra. «Comencé a usarlo de vez en cuando por lo personal, por quedadas recreativas, porque pasé alguna época depresiva en la que tenía problemas la mitad de las veces, en que se me pusiera todo en orden y tomaba pastillas e incluso alguno me llegó a decir ‘pero tú qué edad tienes para tomar esto’ y digo ‘bueno, eso no tiene que ver con la edad, tiene que ver con la seguridad que tienes'».
Inyecciones en vena: desaconsejadas
«Pero después, en la vida profesional, lo empecé a usar recurrentemente, porque soy tan frágil emocionalmente que necesito un boost sí o sí, y si es un boost de pinchazo, que esto es infalible, pues mejor». Se refiere a las inyecciones de Caverject, que se aplican directamente sobre el pene y le aseguran «que en seis horas no se baja la bandera», aunque este tratamiento, que también se usa en bebés con insuficiencia cardíaca, no está exento de peligros.
El doctor Peinado añade que algunos jóvenes «consiguen fármacos por internet de la India que, aunque sean naturales, tienen pequeñas dosis» de estimulante sexual. Tampoco escasean las «clínicas que promueven la inyección intravenosa, pinchándote en el pene para tener una erección muy potente sin estímulo sexual». «Lo usamos para hacer pruebas médicas, pero no es lo aconsejable«, alerta el especialista, que cree que esta práctica equivale a «matar moscas a cañonazos».
Fiestas, drogas… y poco placer
«Estamos viendo de todo. Si se mezclan con situaciones de consumo de drogas y alcohol, estos fármacos permiten la actividad sexual», indica el médico. El espiral del chemsex (sexo con drogas) «es como ir a una competición y se convierte en una actividad física: tienen todo el sexo posible con alcohol y orgías, es importante el aguantar muchas horas y si mezclas con drogas en fiestas, se convierte en un problema muy importante en la percepción del sexo a la larga, porque tienen que demostrar sin buscar el placer personal de la relación con la pareja».
El doctor Peinado avisa de que «todos estos fármacos generan dependencia a la larga y dejan de hacer efecto». «Cada vez necesitan más dosis y a medida que pasan los años, se vuelven dependientes y, si se les olvida la pastilla, no van a poder tener esa relación, las evitan, y se convierte en una dosis dependiente». «Es una situación muy complicada, sobre todo si no tienen pareja estable», prosigue. Aun así, estos casos pueden tratarse: «Se hace una historia clínica para ver cómo lo usan, hacemos pruebas avanzadas para ver la capacidad de erección y se tiene que abordar de forma multidisciplinar».