El sueño cumplido de Tom: de no saber de olivos a vender todo su aceite por Twitter
Este agricultor de Córdoba, conocido como Tommy Rohde, dejó la carrera para dedicarse al campo y ahora triunfa con su propia marca de AOVE: ‘Aceite de Tom’
No invierte en publicidad. Tampoco posiciona con SEO su web, porque no tiene. Solo con Twitter, unas nociones básicas de Paint y muchos jornales a las espaldas, Fernando -conocido como Tomy Rohde; Tom para los amigos- ha conseguido que le vaya como a nadie sin hacer lo que todos. Este agricultor cordobés de 34 años hace ya varios lustros que decidió abandonar la carrera para dedicarse de lleno al campo. Comenzó casi sin saber cómo llevar una finca de olivos y ha pasado a vender todo el aceite de oliva virgen extra (AOVE) de su propia producción bajo la marca ‘Aceite de Tom’.
La vida de Tom dio un giro cuando estudiaba en Córdoba la carrera de Derecho y ADE. La dejó por una crisis existencial que le llevó al campo, a sus orígenes en El Rinconcillo, una pequeña pedanía perteneciente al municipio cordobés de La Carlota. Tras tres años trabajando para otros, por las mañanas como vendedor de seguros y por las tardes haciendo labores agrarias en fincas ajenas, optó por arrendar sus propias tierras: en su mayoría, olivares intensivos de picual, la reina de las variedades de aceite. También trabaja otras pocas olivas en superintensivo de las variedades arbequina, hojiblanca, arbosana y sikitita.
Hace ya 12 años de aquel salto al vacío que dio cuando «no sabía ni lo que era un olivo». Desde entonces, cada mañana las trabaja: «En España hay pocos agricultores que vayan todos los días al tajo… ¡Ese soy yo!».«No tenía ni idea cómo llevar un olivar», reconoce, aunque el campo no le era desconocido. De pequeño, Tom se crió entre olivos y almazaras. «Lo de Asterix y Obelix, que se cayó en una marmita de pequeño… Pues eso me pasó a mí, que de pequeño me caí en una alpechinera [tinaja o pozo con el agua que se emplea para lavar las aceitunas]», explica entre risas a THE OBJECTIVE.
El salto a la venta de su AOVE
Tom, durante la primera década al frente de sus fincas, trabajó como cualquier otro agricultor tradicional. «Vendía la aceituna a la cooperativa» y se desentendía de la fase de comercialización. Hasta que comenzaron a llegarle peticiones de aceite que no podía atender. Entonces, decidió dar un paso más y embotellar su propia cosecha en la campaña 2020/2021. Con la ayuda del artista Luis Pastor, diseñó una primera etiqueta de una semana para otra y con cierto éxito. Incluso llegó a ser trending topic #aceitedeolivadetom. Una popularidad modesta en comparación con lo que ha conseguido este año.
«Si el año pasado en un día podían entrar siete pedidos, ahora son 317»
Ha sido en esta campaña, la 2021/2022, cuando Tom ha visto dispararse la venta de su aceite hasta niveles que nunca llegó a imaginar y ofreciendo un único formato de tres garrafas de cinco litros cada una, a 75 euros el pack. «Si el año pasado en un día podían entrar siete pedidos, ahora son 317», relata Fernando: «Nunca digo lo que vendo ni cuánto produzco… pero este año hubo un día que facturé 42.000 euros… Cuando vi mi cuenta del banco, lo primero que hice fue llamar a la asesoría, porque creía que había sido un error. ¡Tuve que llamar a mi hermano como mano de obra barata para que viniera a ayudarme a preparar los envíos!».
El vertiginoso ritmo de ventas se ha mantenido, pero él se ha visto obligado a parar, porque se ha quedado sin stock y depende de una almazara privada para que le embotellen el aceite. Tras conseguir nuevas garrafas, ha tenido que volver a colgar el cartel de sold out: esta misma semana ha agotado toda su producción de aceite picual. Únicamente le quedan algunos litros de las otras variedades que trabaja. Está a la espera de que le envasen el aceite restante en los próximos días para servir los cientos de pedidos que tiene pendientes.
El fenómeno de @Tomy_Rohde en Twitter
Las cifras de Tom son propias de las que cunden entre los supuestos gurús del comercio electrónico. Las promesas de hacerse rico fácilmente esconden detrás un laborioso trabajo que depende en buena medida de cuestiones tecnológicas: sesudas estrategias de marketing, promociones, posicionamiento SEO… Elementos completamente desconocidos para quien ni siquiera tiene página web y se sirve únicamente de Twitter y un correo electrónico para vender su producto, amén de la inestimable ayuda de ‘su’ Paco, quien le ayuda a sacar las olivas adelante.
«Yo tenía Twitter para leer noticias y hacer bromas… Hasta que vi que a mis seguidores les gustaba ver cómo trabajamos en el campo», comenta Tom. Su cuenta roza ya los 30.000 seguidores, muchos de los cuales exhiben orgullosos el ‘Aceite de Tom’ cuando les llega: eso que los entendidos llaman ‘prueba social’. «A la gente le encanta… Cuando haces tu propio aceite, el cliente se da cuenta de la calidad», reflexiona Fernando sobre su éxito, que radica también en la peculiar etiqueta con la que ha presentado este año su AOVE, un diseño hecho por él mismo con el programa Paint de Windows: «Con el ratón es complicado, me costó la misma vida».
Fernando ha llevado al límite la filosofía del ‘do it yourself’, con la máxima «del campo a la mesa» por bandera. Afanado en suprimir al máximo los intermediarios, reniega del formato convencional de modelo electrónico. Por eso, explica, no se plantea por ahora desarrollar su propia web y se afana en gestionar los pedidos de aceite que llegan a su correo electrónico: «Si yo hago una página web, estoy quitando de en medio ese contacto del cliente final con el agricultor… Y a la gente le gusta saber que soy yo el que responde a todos los correos, incluso que prefiere hablar por teléfono. Sé que es un mecanismo costoso, y tiene una panzá de trabajar. Mucha gente me ha insistido para que automatice los procesos, pero…».
La fórmula le ha funcionado y está pagando el precio del éxito. «A mí actualmente la venta me da dinero, da alegrías, pero también da mucho trabajo…». Nunca demasiado como para replantearse de nuevo la vida: «Para nada, no me arrepiento». Está bien donde está. «No volvería a la ciudad», zanja. Él va a lo suyo y hace oídos sordos a los dimes y diretes: «Las envidias me dan igual… En este país, cuando algo te sale mal es porque eres un pringado y si te sale bien es porque tienes mucha suerte».
Tom reconoce que la suerte también le ha ayudado en esta aventura: «A mí todo esto me renta por la empresa de envíos… Resulta que en el pueblo había un camarero que tenía problemas para ducharse, porque trabajaba aquí, pero no tenía casa… Se reían de él, y yo un día le di las llaves de mi casa para que pudiera ducharse». Tiempo después, por casualidad, el hermano de aquel camarero le reconoció en la oficina de la empresa de paquetería en la que este trabajaba. Era la primera vez que se veían. Sabedor del favor que le había hecho a su hermano, le ofreció a Tom unas tarifas mucho más ventajosas que las habituales. «Mira que eres hijoputa, y para una vez que haces algo bueno…», le espetó su madre.
Este agricultor cordobés ha logrado así cumplir su gran sueño, pero le quedan otros muchos por cumplir. Piensa ya en ampliar el negocio para montar su propia almazara. «Que toda España conozca cómo hacemos el aceite para ellos… De esta manera comprenderán que el campo es un medio de vida con otros ritmos, y que somos el país más puntero en producción de aceite de oliva virgen extra». Un sueño húmedo: para mojar pan.