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¿Por qué algunos delincuentes violentos graban sus delitos en vídeo?

Tienen la necesidad de mostrarlo ante un mundo globalizado que saben que les observa

¿Por qué algunos delincuentes violentos graban sus delitos en vídeo?

Max Kleinen | Unsplash

Muchos de los asesinos de nuestra historia criminal se han comunicado con la prensa y con los investigadores que trataban de detenerlos, como Jack el Destripador, Zodiac, David Berkowitz, Unabomber o Dennis Lynn Reader (BTK). Algunos notificaron reiteradamente sus asesinatos, como si para ellos no fuera suficiente el acto de matar y necesitaran que el mundo supiera de lo que eran capaces.

El hecho de comunicarse con la sociedad probablemente se debía a su necesidad de compartir su experiencia homicida. En algunos casos, por el beneficio psicológico que les producía esta interacción directa y constante con los medios y con la policía. Otros buscaban esa notoriedad y ese reconocimiento que hacía que por fin salieran de su anonimato escapando así de su anodina vida.

En otras ocasiones, podía tratarse de un elemento que formaba parte de la escena del crimen (mensajes en la pared, en otras superficies, en el cuerpo de las víctimas, o notas escritas) pudiendo ser la firma o ritual del asesino. Incluso podía tratarse de un comportamiento posterior al crimen, con un determinado objetivo y con un significado personalísimo para el asesino.

Hasta finales de los 90, emplearon diferentes medios para notificar y comunicar sus brutales crímenes: llamadas telefónicas a la prensa o a la televisión, escritos en paredes o espejos, cartas (manuscritas, a máquina, criptográficas, con recortes de periódicos, etc.), manifiestos, pequeñas notas, dibujos, símbolos o envío de objetos y/o fotografías de las víctimas.

Bermix Studio (Unsplash)

La facilidad de la difusión por internet

Pero en el siglo XXI se produce un cambio de paradigma en los medios (internet) y en las motivaciones que tienen los asesinos para comunicar y contar sus crímenes a la sociedad. Estamos en la era del homo digitalis, una sociedad digitalizada donde todo está a tan solo un clic de distancia.

De los 60 a los 90 hubo asesinos que alardearon de sus crímenes a través de los mensajes que enviaban a la prensa y a los investigadores, y lo habitual es que lo hicieran tras haber cometido el asesinato. Sin embargo, en la era digital utilizan internet, las redes sociales o las plataformas de vídeo como escenario de sus conductas delictivas.

Internet es el medio que emplean para comunicar su intención homicida, para transmitir su crimen en streaming, para colgarlo y difundirlo a posteriori, mostrándolo ante millones de usuarios de internet, para confesar su delito e incluso para compartir sus propios «manifiestos» con los que tratan de legitimar sus terribles actos.

El ciberespacio es una escena del crimen que genera nuevas oportunidades delictivas. Y muchos delincuentes y asesinos se adaptan a esta escena virtual para llevar a cabo conductas ilícitas sobre sus potenciales víctimas: pedófilos digitales, depredadores sexuales que buscan y seleccionan a sus víctimas en páginas de contactos o acosos que destrozan la vida de las víctimas, empujándolas al suicidio.

Como usuarios de internet, somos consumidores de todo lo que nos ofrece la red, pero también podemos convertirnos en actores, productores y protagonistas de eventos criminales que verán miles de personas.

¿Qué lleva a determinados sujetos a grabar sus crímenes violentos? ¿Son diferentes las motivaciones que les impulsan a mostrar al mundo sus asesinatos? Ya no solo se trata de obtener reconocimiento, sino que internet es un escenario privilegiado que les ofrece la oportunidad y la posibilidad de fortalecer sus motivaciones.

Búsqueda de notoriedad ante miles de espectadores

Hoy tienen la necesidad de mostrarlo ante un mundo globalizado que saben que les observa. Sus motivaciones pueden darse de modo individualizado, pero también coexistir más de una, porque la pregunta a responder es: ¿qué consiguen al matar y saber que tendrán miles de espectadores?

En primer lugar, la búsqueda de reconocimiento, notoriedad y fama, llegando a ser alguien importante de quien todo el mundo hable. Su vida es absolutamente irrelevante, son invisibles para su entorno y para la sociedad. Su crimen o sus crímenes les ponen en el punto de mira no solo de los medios de comunicación y de las tecnologías, sino que son protagonistas de análisis psiquiátricos, criminológicos, policiales y de analistas de la conducta. Todos hablan de ellos. Pasan de no ser nadie a tener un protagonismo en la sociedad, aunque sea efímero.

Lo seductor que les resulta tener unos minutos de fama y ser el centro de atención les lleva incluso a sacrificar su libertad. Pero también buscan provocar conmoción, ya que lo que les hace sentirse realmente poderosos es la reacción social ante sus conductas, más que los actos que llevan a cabo. A través de YouTube, Facebook, Twitter, TikTok o Instagram hoy, todos podemos tener nuestros quince minutos de gloria como vaticinó Andy Warhol.

En el caso de los asesinos múltiples en un solo acto (mass murder), nos encontramos ante sujetos frustrados que culpan a la sociedad y a las personas que la integran de sus propios errores y actúan motivados por su deseo de venganza. Desean devolver un golpe maestro por todos los agravios recibidos y no les sirve solo el acto de matar, sino que quieren que la sociedad vea sus razones, muchas veces compartiendo su relato y sus justificaciones a través de manifiestos que ya han compartido con la prensa o en internet.

Algunos de estos asesinos buscan amplificar el placer hedonista que obtienen al grabar su crimen siendo conscientes de que tendrán una gran audiencia que observará atónita de lo que son capaces. Quieren destacar por su crueldad, su falta de empatía y por las conductas violentas que son capaces de llevar a cabo contra animales o mendigos, por ejemplo. Hay una búsqueda dual de placer y riesgo que les satisface al saberse observado por una gran audiencia.

Muchos de ellos además tienen rasgos narcisistas, viviendo una fantasía pretenciosa que les lleva a contar su historia criminal para tratar de satisfacer su necesidad patológica de admiración. Su arrogancia y su búsqueda constante de admiración por parte de los demás les llevan a cometer actos extremadamente violentos en busca del reconocimiento social, aunque sea por ser un brutal asesino.

Generar terror en la sociedad

En otras ocasiones se trata de grabaciones intencionadas cuyo fin es la difusión para generar terror en la sociedad, como en el caso de los dos vídeos publicados en Facebook en julio de 2017 de soldados iraquíes ejecutando a miembros de ISIS. Y a veces se aprovecha una grabación para difundir, jactarse y celebrar la muerte de varias personas, como ocurrió con el vídeo de la emboscada a cuatro soldados estadounidenses en Níger por parte de ISIS el 4 de octubre de 2017 y que fue grabado por la cámara del casco de una de las víctimas.

En la historia criminal de la humanidad siempre ha habido asesinos que han querido o necesitado contar sus crímenes a través de los medios. Sus comunicaciones con la prensa, las dirigidas a la policía o las dejadas en la propia escena del crimen juegan un rol que varía en cada asesino. Pero lo que todos ellos tienen claro son los efectos que sus mensajes, sus comunicaciones y sus vídeos producen en la sociedad. Hoy en día, quieren audiencia. La máxima posible.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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