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La mayoría de alimentos que se anuncian como «mediterráneos» no forman parte de esta dieta

Los productos alimentarios que más recurren a este reclamo publicitario son el tomate frito y las salsas, seguidos de las sopas y la comida precocinada

La mayoría de alimentos que se anuncian como «mediterráneos» no forman parte de esta dieta

Sara Dubler (Unsplash)

La mayoría de los productos alimentarios que se anuncian como «mediterráneos» realmente no cumplen con las características necesarias para ser considerados parte de la dieta mediterránea. Así lo ha determinado un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya y de la Universidad Pompeu Fabra, que destaca solo el 13,59% de los productos publicitados bajo este reclamo tienen un valor nutricional alto.  

Las investigadoras Mireia Montaña y Mònika Jiménez han analizado en esta investigación 1.219 anuncios de alimentos de 103 productos y 541 anuncios de bebidas de 109 productos en medios de comunicación de todo tipo entre los años 2011 y 2020. De todos ellos, también un 13,59% tenía un valor nutricional muy bajo, según los valores de Nutri-Score, y un 29,13%, un nivel bajo. Un cuarto de los productos tenía un valor nutricional medio y un 19,42%, un nivel medio-alto. 

Una tendencia creciente

Las investigadoras señalan que la tendencia de etiquetar productos como mediterráneos para venderlos bajo la idea asociada de que son sanos no deja de crecer con los años. «De seis productos alimentarios que utilizaban el reclamo ‘mediterráneo’ en 2011 pasamos a 20 en 2020», explica Mireia Montaña, que añade que en ese último año, solo un 30% de estos productos tenían un valor nutricional alto o medio-alto. 

También crece la tendencia en bebidas, pasando de ocho que utilizaban este calificativo en 2011 a 16 en 2020. 

Según el estudio, los productos alimentarios que más recurren a este reclamo son el tomate frito y las salsas, seguidos de las sopas y la comida precocinada. Respecto a las bebidas, llama la atención que el 89% de las que se anuncian como «mediterráneas» son alcohólicas. 

Foto: Daria Volkova | Unsplash

«La dieta mediterránea ha sido reconocida como un patrón dietético que tiene múltiples beneficios para la salud», señala Montaña, y por eso «la publicidad lo utiliza como reclamo para llegar a los consumidores, pero el lenguaje engañoso puede dañar su salud», alerta. 

Términos sin regular

Ahora mismo, términos como «mediterráneo», «natural», «casero» no están regulados, explica a THE OBJECTIVE la nutricionista y tecnóloga alimentaria Beatriz Robles, por lo que «no tienen que cumplir unas determinadas características mínimas o condiciones de origen de las materias primas». Así, ahora mismo la palabra «mediterráneo» en este sector es «solamente un reclamo publicitario, no está avalado por ninguna norma ni debe cumplir ningún requisito, ese es el problema fundamental». 

El reglamento UE 1169/2011 establece que «la información alimentaria no inducirá a error», especialmente sobre las características del alimento. Al insinuar que tiene características especiales o al atribuir al alimento efectos o propiedades que no posee. 

El problema es, explica Robles, que «probar que algo no es leal o no es honesto con el consumidor es muy difícil» y, por tanto, aunque esta norma «sería el paraguas bajo el que tendría que regirse toda la información alimentaria que nos encontramos en el mercado», en realidad es complicado de aplicar. 

Más control y formación

Robles considera que «para que los consumidores podamos hacer elecciones alimentarias verdaderamente libres», deben cumplirse tres condiciones. La primera es «el compromiso de la administración por concretar los puntos más oscuros de la legislación y controlar su cumplimiento». La segunda, «el compromiso de la industria para poner en el mercado productos siendo leales y honestos con el consumidor». 

Y por último, está la responsabilidad individual de cada consumidor. Para esto, las autoras del estudio concluyen que «también es necesario formar al consumidor para que entienda las etiquetas nutricionales» porque «al fin y al cabo estamos hablando de alimentos y, por lo tanto, de salud». 

Pero Robles insiste en que, aunque es necesario formar al consumidor, no toda la responsabilidad debe recaer en él: «Desde luego que es una de las patas, pero no puede ser la predominante porque en eso muchas veces se escuda la industria, en que el consumidor es el que elige pero claro, si la información con la que llegas al supermercado es errónea y ni siquiera lo sabes, no puedes hacer una elección informada».

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