Misa de domingo, festivos y lugares de pensar
Si visito una ciudad y entro en una iglesia donde están celebrando una misa, me quedo, escucho y observo, porque ver cómo se viste la gente de esa ciudad para ir a misa, qué edades tienen y cómo interactúan durante la ceremonia me cuenta cosas de ese lugar
Las misas están llenas de gente que no escucha, lo tengo clarísimo. Ese alumno que va todos los días a clase, guarda silencio y no molesta, pero se pasa las horas de matemáticas haciendo dibujos en un cuaderno es el homólogo de la audiencia de las misas.
No puede ser que en misa se den los mensajes que se dan y la gente siempre tenga esa cara impasible de estar en la luna de Valencia. Dudo que nunca nadie tenga una pregunta que hacerse ante lo que está escuchando, que no sienta la necesidad de levantar la mano para preguntar o que, al salir, no comente nada de lo que se ha dicho en el sermón. Ya es raro que, tras una misa, la gente siempre salga hablando de sus cosas, que siempre son de todo menos de lo que se ha dicho en la misa. Sólo hay una explicación: no atienden. Van a misa porque Dios quiere que vayan a misa, porque escuchar la palabra de Dios es de asistencia semanal obligatoria, pero nadie dijo nada de que fuera necesario prestar atención.
«Cuando voy a misa lo hago para acompañar. Para acompañar a alguien para quien ese momento sí es importante y también lo es compartirlo conmigo»
Cuando voy a misa lo hago para acompañar. Para acompañar a alguien para quien ese momento sí es importante y también lo es mi compartirlo conmigo. Así que voy a misa cuando se casa alguien que quiero, ha fallecido algún familiar propio o de alguien que me importa y poco más. A veces voy a misa para acompañarme a mí.
La misa es un lugar donde acudo por la curiosidad de saber qué mensajes se dan ahora y si han cambiado mucho de cuando tenía edad de ir a catequesis. Si visito una ciudad y entro en una iglesia donde están celebrando una misa, me quedo, escucho y observo, porque ver cómo se viste la gente de esa ciudad para ir a misa, qué edades tienen y cómo interactúan durante la ceremonia, me cuenta cosas de ese lugar. Como me las cuenta un mercado, un restaurante, un hospital o un parque.
Durante muchos años fui a misa por la obligación de asistir a ese momento. Es curioso porque durante esos años en los que tenía la fe intacta, no escuchaba el sermón. Salía igual que había entrado. Estaba a mis cosas o imaginando la vida de los demás. Me concentraba únicamente en no levantarme antes de tener que levantarme por vergüenza a equivocarme, así que dejaba que alguien marcase la pauta y detrás iba yo. Me sentaba cuando se habían sentado otros antes. Me obsesionaba saber a cuántas personas tenía que darles la paz. Me fijaba en que siempre hay alguien que tose en misa. Da igual que sea pleno invierno o agosto, ni una misa sin su tos. A veces inventaba diálogos de toses, porque tras una tos, siempre iba otra y parecía que conversaban. Alguna vez también probé a ver cómo resonaba mi tos en aquel templo, aunque mi tos fuese totalmente forzada. Tenía la teoría de que la gente tosía porque allí dentro la tos es lo único espontáneo que puede oírse de ti.
Cuando empecé a cuestionarme la existencia de Dios y a no tener muy claro si habrá vida eterna, fue cuando empecé a ir a misa a escuchar. Supongo que lo hago para ver si me aclaran alguna duda o si me convencen hacia un lado u otro. He ido a misa a buscar paz en momentos en los que he estado nerviosa porque me calma estar en silencio, escuchar una voz monótona y si de paso me llevo algún consejo vital de utilidad, bienvenido será.
«Cuando empecé a cuestionarme la existencia de Dios y a no tener muy claro si habrá vida eterna, fue cuando empecé a ir a misa a escuchar»
He vuelto a misa cuando he discutido con alguien y no he sabido dónde meterme porque esa media hora de silencio y aislamiento tecnológico forzado me ha venido bien para bajarme las revoluciones. A veces he salido de misa enfadada con el sermón y pensando si alguien más ahí dentro habrá escuchado lo mismo que yo. Y he salido de misa convencida de que las reflexiones que se han hecho no van conmigo; otras veces he pensado que han perdido una maravillosa oportunidad de lanzar un mensaje más actualizado y empático y otras que, efectivamente, eso que nos han dicho nos hace relacionarnos mejor con nosotros y con los demás.
Veo que muchas personas van a misa como una manera de salir de sus obligaciones, tener un momento para ellas mismas. Acuden buscando un lugar del que volver a casa sin que nadie les reproche su ausencia. Lo veo sobre todo en mujeres de cierta edad. La misa era, es, su vía de escape, un espacio al que ir sola, sin hijos, sin obligaciones y sin ser juzgada.
Porque, a ver quién es el guapo que le dice a alguien que hay algo más prioritario que ir a escuchar a Dios.