Una molécula del café, causante de las alucinaciones olfativas derivadas de la covid
Compuestos como el escatol y el indol, presentes en la heces y percibidos como repulsivos, tienen una mayor aceptación entre los afectados este trastorno
Fiebre, dolor de cabeza, tos, cansancio o pérdida del gusto y del olfato son algunos de los síntomas más comunes del coronavirus, pero también existen otros que, aunque menos comunes, pueden ser terriblemente molestos para las personas que los padecen. Recientemente, un grupo de científicos británicos ha identificado la molécula que desencadena la parosmia, uno de los trastornos olfativos derivados de la covid-19, que produce el efecto de transformar las fragancias más placenteras en olores tan desagradables como los de las heces, la basura o las aguas fecales.
La responsable de ello es una sustancia química llamada 2-furanmetanotiol, un compuesto con un aroma muy potente que se encuentra presente en alimentos como el café o en las palomitas de maíz y que desencadena la sensación de asco que experimentan muchas personas con parosmia.
Esta molécula tiene un umbral olfativo excepcionalmente bajo para ser detectado y, según los investigadores, eso explica que sea «uno de los primeros olores que vuelve a detectar una persona que está recuperando el sentido del olfato». El problema es que «el cerebro parece que lo está clasificando mal». Y por ese motivo, un olor que en principio suele ser placentero, se convierte en algo muy desagradable para aquellos que padecen este trastorno.
Para probar su hipótesis, los responsables del estudio aislaron los componentes del café y los presentaron individualmente a un grupo de voluntarios que tenían parosmia y a otro grupo de personas con la capacidad olfativa intacta.
De los aproximadamente 100 compuestos aromáticos que contiene el café, las personas con parosmia pudieron identificar con precisión hasta 15 elementos que provocaban la sensación de asco, siendo la principal culpable la citada 2-furanmetanotiol. Las personas con un sentido del olfato normal describieron la molécula como «similar al café o las palomitas de maíz», pero los miembros del grupo con parosmia generalmente definieron su olor como «repugnante, repulsivo o sucio».
Una afección muy real
La doctora Jane Parker, directora del Flavor Center de la Universidad de Reading y coautora de la investigación, ha manifestado que «esta es una evidencia sólida de que no está todo en la cabeza, y que la sensación de malestar puede estar relacionada con los compuestos que se encuentran en los alimentos distorsionados. El sistema nervioso central también está involucrado en la interpretación de las señales que recibe de la nariz».
Estamos ante un importante descubrimiento, porque «a las personas con covid persistente se les cuestiona la veracidad de algunos síntomas» y se apunta a una causa «más psicológica que física», ha criticado.
Un hecho sorprendentemente gráfico, que ilustra a la perfección lo que experimentan las personas con parosmia, se produjo cuando los participantes en el estudio con este trastorno comentaron que el olor de las heces no les resultaba tan desagradable como antes, oliendo a menudo como otros alimentos cuyo aroma habían distorsionado, o llegando a afirmar incluso que les recordaba al olor a galletas o a bizcocho. Una de las conclusiones más recurrentes entre este grupo de personas fue que «los alimentos huelen a heces y las heces huelen a comida».
Simon Gane, uno de los investigadores del estudio, ha expresado que «todavía tenemos un largo camino por recorrer para entender bien esta afección, pero esta investigación es la primera en acercarse al mecanismo. Ahora sabemos que esto tiene que ver con los nervios y sus receptores, porque así es como se detectan estas moléculas».
¿Qué es la parosmia?
«Aunque han cobrado trascendencia a raíz del Covid, los trastornos del olfato se producen con muchos tipos de virus que afectan a las vías respiratorias». Es lo que se conoce como «hiposmias posvirales», que producen «alteraciones del olfato secundarias a una infección provocada por un virus», explica a THE OBJECTIVE Antonio Martínez Ruiz Coello, doctor especialista en otorrinolaringología.
«La parosmia en concreto es una distorsión de la sensación olfativa por la cual se perciben olores que no se corresponden con la realidad». Esta afección se caracteriza por generar aromas sumamente desagradables. Una de las alteraciones más típicas dentro de las parosmias es la que técnicamente se denomina como «cacosmia», que consiste en la «percepción de mal olor ante estímulos normales». El café, el chocolate, la carne, la cebolla o la pasta de dientes son algunos de los alimentos desencadenantes más comunes de esta disonancia olfativa.
Por esa razón, aromas que antes resultaban agradables, placenteros, o incluso repulsivos, se perciben de una forma completamente distinta por las personas con parosmia. «Muchos pacientes que la han padecido han comentado que todo les olía a humo, a gasolina o a tabaco». Aunque el doctor matiza que «no siempre es desagradable».
Según una encuesta internacional reciente , alrededor del 10% de las personas que habían sufrido pérdida del olfato relacionada con el coronavirus experimentaron parosmia inmediatamente después de la enfermedad, un porcentaje que aumentó al 47% cuando se volvió a entrevistar a los encuestados seis o siete meses después.
Un proceso de «reaprendizaje»
«En nuestra nariz existen más de 400 tipos de receptores olfativos distintos para interpretar los matices de todos y cada uno de los aromas. Cuando se estropea o se inflama uno de estos nervios olfatorios a causa de un virus y se pierde el sentido del olfato, las personas que lo van recuperando lo hacen paulatinamente y, muchas veces, la aparición de estas parosmias constituye el paso previo a la recuperación completa de la anosmia», afirma Martínez.
Para alcanzar esa recuperación total, uno de los procedimientos de rehabilitación más utilizados consiste en oler de forma reiterada diferentes cosas como alimentos, perfumes o flores, y así, en base a la repetición, recordar cómo es su fragancia original. El cerebro tiene que «reaprender» a identificar esos estímulos de forma correcta. No obstante, es posible que en ese proceso de reaprendizaje tenga lugar una «confusión de memorias». Y es precisamente de esa confusión de donde proceden las distorsiones olfativas que evocan sensaciones aromáticas completamente diferentes a las reales.
Otras alteraciones del olfato
Más allá de los efectos de la covid, existen multitud de virus capaces de generar todo tipo de patologías en nuestro sentido del olfato. Estas alteraciones limitan en gran medida el desarrollo normal de nuestra vida cotidiana, generando problemas no solo a nivel de bienestar físico, sino también en el ámbito psicológico y emocional.
La fantosmia, que también entra en el campo de la psiquiatría, es una «sensación olfatoria que se produce sin la presencia de estímulos» y, según el otorrino, es «lo más parecido a una alucinación visual». Tiene lugar cuando el cerebro percibe olores que realmente no existen.
Con respecto a la «cantidad de olor percibido», que no tiene que ver con el fenómeno de las alteraciones de la percepción, es posible identificar la hiposmia, que consiste en una «disminución de la agudeza del olfato». Las personas que la padecen pueden seguir percibiendo ciertos olores, o pueden apreciar los aromas más fuertes y no los más sutiles. Es el grupo que presenta mejores resultados en los procesos de rehabilitación olfativa.
Por último, la anosmia supone la «pérdida total del sentido del olfato», y fue uno de los síntomas más comunes durante las primeras olas del coronavirus. Con las nuevas variantes, la frecuencia de esta sintomatología se ha reducido ostensiblemente. «Mucha gente experimenta una anosmia severa provocada por el virus, y cuando se encuentran inmersos en el periodo de recuperación, caracterizado por la disminución del olfato o hiposmia, puede experimentar parosmias, que producen las citadas alucinaciones olfativas», concluye el especialista.