Tenía que ser el orgullo de Barcelona y parece que acabará siendo su vergüenza: el Hermitage
Desde que en 2012 Artur Mas anunciase que el proyecto le venía «como anillo al dedo» a la ciudad han pasado cuatro propuestas de modelos y tres ubicaciones
Este próximo mes de octubre se cumplirán diez años de las primeras negociaciones entre el Museo Hermitage de San Petersburgo y las instituciones catalanas para la instalación de una franquicia en la Ciudad Condal. Repasamos la cronología de un ¿desastre anunciado?
Tras diez años de idas y venidas, el proyecto del Hermitage se halla judicializado, se diría que, de momento, pues, en vía muerta. Desde Barcelona en Comú no quieren hacer más comentarios, y remiten a las declaraciones realizadas por Janet Sanz este pasado mes de julio, cuando se dio a conocer que los promotores del Hermitage (quienes tampoco quieren realizar ningún tipo de comentario al estar el asunto pendiente de resolución judicial y no habiendo novedades sobre el particular) llevaron el asunto a los tribunales, reclamando 141 millones de euros en concepto de indemnización.
Fuentes del PSC consultadas por este periódico se mantienen en la defensa de la iniciativa cultural y privada para la ciudad de Barcelona y, desde el partido de los socialistas de Cataluña, están convencidos de que es posible realizar un proyecto cultural en la bocana del Puerto. En su deseo está el hecho de que, «en el próximo mandato se pueda parar el proceso de judicialización al que se ha llegado y alcanzar a un acuerdo que desbloquee la posibilidad de desarrollar un proyecto en la zona. Con diálogo y voluntad de acuerdo será posible aumentar la oferta cultural privada en la ciudad de Barcelona, como pasa en otras ciudades del mundo», afirman. Por el momento, hay una reclamación millonaria sobre la mesa que nadie parece estar dispuesto a pagar.
Una idea que no venía de la cultura
Declaraba sobre la propuesta del Hermitage en Barcelona en noviembre de 2012 Artur Mas, entonces President de la Generalitat, que «la instalación del Hermitage en Barcelona nos va como anillo al dedo». Su entusiasmo provenía del hecho de que más del 65% de los turistas rusos que ese año visitaron nuestro país habían elegido Cataluña como su destino de vacaciones. Sin embargo, había (algo) más: junto al entonces consejero de Cultura, Ferran Mascarell, se habían reunido con la vice ministra de Cultura Rusa en Moscú para la firma de un convenio de colaboración (con el tiempo se sabría que aquello no pasaba de un protocolo de intenciones). La clave aquí está en que faltaban tres semanas para las elecciones anticipadas que había convocado Mas, tras la primera gran manifestación independentista. Y una escenificación en el plano internacional resultaba un inmejorable acto de propaganda.
Así, declaraba entonces Mascarell que el acuerdo «reforzará de forma muy clara la capitalidad económica, turística y cultural tanto de Barcelona como de Catalunya». El objetivo, pues, era hacer ver que la Generalitat seguía manteniendo una agenda internacional propia. Y funcionó. Xavier Trias, alcalde en aquel momento de Barcelona, ya ponía el dedo en la llaga: dijo que la ciudad no pondría un duro para el proyecto, ya que provenía del ámbito privado. En concreto, quien estaba detrás era Cultural Development Bcn, una empresa fundada en 2011 con el objeto social de organizar y explotar galerías y salas de arte para la realización de exposiciones, tras la que estaba el arquitecto barcelonés Ujo Pallarés y un inversor ruso: Valeri Yarovslavski, empresario ruso de la construcción y vicepresidente de Acceleration Group.
Sin embargo, tras este impulso privado había otro motivo: la Autoridad Portuaria de Barcelona (APB) quería dar uso a tres naves que formaban parte del Catálogo de Patrimonio Arquitectónico de Barcelona, ubicadas al lado del hotel W (conocido como el hotel Vela) y que el anterior Gobierno socialista había calificado como área industrial, portuaria, de oficinas, comercial y cultural. En definitiva, que la idea no provenía de un impulso museístico, sino que emergía de la lógica inversora. Es ahí donde aparecen las primeras fricciones importantes entre la (entonces) oposición al Gobierno, así como de las entidades vecinales de la Barceloneta.
El proyecto de un siglo
Un nuevo golpe de gracia se produjo al año siguiente, en septiembre de 2013, cuando se anunció que el prestigioso físico, profesor universitario y director científico (en aquel entonces) de la Fundación La Caixa, Jorge Wagensberg, de quien fuese su director, estaría al cargo del proyecto museográfico. En aquel entonces informó Wagensberg que, de un lado, su implicación en el proyecto era a título personal y que, de otro, su cometido sería el de «reflejar la historia de la condición humana a través de las obras de arte». Wagensberg, asimismo, se encargaría de seleccionar las obras que vendrían a la franquicia Barcelona, de entre las más de 2,9 millones que custodia el Palacio de Invierno de San Petersburgo. Para Wagensberg un proyecto como el del Hermitage en Barcelona «solo puede pasar una vez cada siglo», afirmó entonces a la prensa.
Durante los años siguientes se produjo un periodo de desinformación y volantazos. Desechada la ubicación original de las naves primigenias del puerto se barajaron varias ubicaciones más: la Facultad de Náutica del Pla de Palau o el edificio de la Aduana situado frente a las Drassanes, entre otros. De igual forma, no quedaba claro quién iba a poner el dinero.
Con ello llegamos a junio de 2016, cuando se produce un acto en la LLotja del puerto, en aras de recoger adhesiones tanto de la clase política como empresarial, en la que participan Ujo Pallarés, Valery Yarovslaski y Jorge Wagensberg. Allí se presenta a la prensa el nuevo proyecto del museo, cuya apertura se anunció entonces para el 2019 (las primeras piedras habrían de ponerse en el 2017) y cuyo montante total de inversión serían 38 millones de euros. El responsable de la construcción del edificio sería el arquitecto Íñigo Armézola, quien proponía un edificio de aspecto racional y clásico, de proporciones áureas, con cinco plantas y siete salas de exposiciones, que se ubicaría en un espacio de más de 15.000 metros cuadrados situado en una nueva ubicación: la Nova Bocana del puerto. Las autoridades locales estuvieron presentes, contemplando el proyecto con recelo.
Para que el proyecto pudiese prosperar se habían de cambiar los usos del nuevo solar. La Autoridad Portuaria de Barcelona enseguida se puso en marcha con las aprobaciones, pero no así el ayuntamiento (al frente del cual estaba ya entonces Ada Colau). No veían clara la financiación del proyecto (hasta ese momento lo único que se sabía era que un fondo de inversión andorrano, la Sicav de Morabanc, habría de participar del mismo). De igual forma, se aducían desde el consistorio problemas de movilidad y les preocupaba la vinculación del proyecto con el sector artístico catalán; temían que su foco principal fuese el turismo de cruceros.
Nuevo cambio de rumbo
Pero entonces el 3 de marzo de 2018 muere Jorge Wagensberg. Los promotores del Hermitage se afanan en presentar un nuevo proyecto: en otoño de ese mismo año anuncian que se hará cargo de la construcción del nuevo edificio Toyo Ito (ganador del premio Pritzker en 2013) y que ya había trabajado en la ciudad, siendo responsable de la ampliación de la Fira de Barcelona en L´Hospitalet de Llobregat y los Edificios Torres Fira, también de l´Hospitalet, así como del Hotel Suites Avenue, situado en el Passeig de Gràcia. Además, el proyecto sube su apuesta e invertirá 50 millones de euros en total.
Al parecer, el estudio del arquitecto japonés llevaba desde el verano trabajando en el proyecto. Por su parte, los promotores del proyecto tenían firmado un acuerdo de colaboración con la pinacoteca de San Petersburgo y las Autoridades Portuarias habían dejado lista toda la tramitación para la instalación del museo. Sin embargo, no se contaba con el permiso de obras, ya que el Ayuntamiento de Ada Colau seguía sin dar una respuesta terminante, puesto que reclamaba antes un estudio de viabilidad. Paulatinamente, la Generalitat de Catalunya se irá desvinculando del proyecto.
Una Barcelona dividida
Para el 2019 la división en la sociedad barcelonesa sobre el proyecto del Hermitage ya es clamorosa. Para los defensores de la sociedad, la instalación de la franquicia del museo de San Petersburgo traería riqueza económica, sinergias culturas y la creación de puesto de trabajo (se barajaban unos 400 puestos que se dedicarían a los habitantes de la Barceloneta). En su contra estaba fundamentalmente el consistorio, pero también las asociaciones vecinales, que seguían argumentando cuestiones de movilidad, una falta de viabilidad clara del proyecto y la escasa relación del proyecto con el resto de entornos museísticos de la ciudad. A esto se le sumaban las críticas de muchos sectores culturales por la falta de inversión y recursos que promoviesen la actividad creativa local.
Y así llegamos a abril de 2019, que era la fecha prevista para la inauguración. El mes anterior el Ayuntamiento había recalificado los terrenos de la Nova Bocana dándoles un uso cultural. Sin embargo, estaban pendientes de unos informes que servirían para avalar (o no) el convenio que se habría de firmar con el Port (y sin el cual el proyecto no podría avanzar) y que llegarían en el mes de enero de 2020. Desde las perspectivas de movilidad, urbanismo, cultura y viabilidad económica los cuatro informes fueron contrarios al proyecto. Así, en ellos se criticaba la idea de museo satélite, la difícil movilidad del entorno escogido, la priorización de rehabilitaciones del patrimonio existente contra una nueva megaconstrucción y las expectativas poco realistas de número de visitantes (los promotores del proyecto aseguraban que estarían cercanas al millón). Con ello, el consistorio daba carpetazo al asunto. No obstante, el Port presentó unas alegaciones, que serían desestimadas al año siguiente. Ese mismo año se sabe que la sociedad promotora del Hermitage está participada en un 80% por el fondo de inversión Varia y en otro 20% por Cultural Development Bcn.
El hub cultural
Ya en 2021 el Port vuelve a la carga con un nuevo proyecto (proyecto que Jaume Collboni, del PSC, socios de gobierno de Colau, veía con buenos ojos). Esta vez informa de una futura alianza con el Liceu de Barcelona, proponiendo la creación de un hub cultural en el mar como alternativa al proyecto inicial del Hermitage que llevaba años dando vueltas. Sería un centro de arte total, donde convivirían diversas entidades y actividades de la ciudad, con programas expositivos relacionados con el arte, la cultura, la investigación y la innovación (en definitiva, tratando de satisfacer las demandas históricas del Consistorio barcelonés). El sector hotelero y las asociaciones locales estaban a favor de este proyecto. El Gobierno de Ada Colau parece que también, aunque, sin embargo, pide un poco de tiempo para valorarlo.
Pero todo se precipita, y en mayo de 2021 en una Comisión Extraordinario del Govern, el equipo de gobierno de la ciudad de Barcelona, presidido por Ada Colau (sin el apoyo del PSC, que se abstuvo) cierra de una vez la puerta al proyecto del Hermitage. La clave aquí está en la precipitación del Port al aprobar la concesión administrativa para impulsar el Hermitage (en ese mismo mes de mayo), haciendo oídos sordos a la petición del equipo de Ada Colau para darse un tiempo para evaluar la nueva propuesta, y sin contar con el convenio firmado entre ambas partes.
Se abre una nueva etapa
Tras la cancelación definitiva de mayo de 2021, el Ayuntamiento de Barcelona manifiesta su interés por abrir una nueva etapa y anula la concesión del consejo administrativo del Puerto que otorgaba la concesión al Hermitage. Janet Sanz, la teniente de alcaldía de Ecología, Urbanismo, Infraestructuras y Movilidad, declaró entonces que «queremos desarrollar el puerto no con el monocultivo turístico, sino desde una perspectiva vecinal, sostenible y ambiental». No se niega el proyecto del Hermitage para Barcelona, pero sí en la forma y con la última ubicación propuesta.
En enero de este año la sociedad promotora del Hermitage anunció su intención de abandonar el proyecto, de paralizar todos los gastos que mantenía abiertos para la continuación del mismo y, tras gastar más de tres millones de euros, manifestó su intención de centrarse en el frente judicial. Así, en primera instancia, solicitó al juzgado que anulase la decisión del pleno del Ayuntamiento con la que el Gobierno municipal impedía la autorización administrativa para construir el edificio del museo en el puerto.
A resultas de la invasión de Ucrania, en marzo de este año, el Ayuntamiento de Ada Colau dejó claro que rompía relaciones institucionales con el consulado ruso hasta que reinara la paz en Ucrania. Y el 21 de junio, tal como informaba el periódico El País, los promotores del Hermitage de Barcelona presentaron en el juzgado una reclamación de responsabilidad patrimonial en la que le piden al Ayuntamiento de Barcelona unos 141 millones de euros de indemnización por los daños y perjuicios causados por la imposibilidad de implantar el museo en la ciudad.
Varias ciudades españolas han venido postulándose para acoger el proyecto en los últimos tiempos; en particular las que suenan con más fuerza son Madrid y Málaga.
El próximo 28 de mayo de 2023 hay elecciones municipales en Barcelona; según los resultados que se obtengan (recordemos que el PSC está favor del proyecto), quizá se podría abrir una nueva etapa en esta historia.
O no.
El tiempo, el juzgado y la ciudadanía dirán.