Los alimentos que afectan de manera negativa a la memoria y potencian la demencia
Diversos estudios señalan la relación entre cierto tipo de comidas, como los ultraprocesados, y el desarrollo de enfermedades relacionadas con el cerebro
La importancia de una dieta saludable no reside solo en que es necesaria para poder tener energía y una vida activa, sino que también es necesaria para el funcionamiento cognitivo adecuado. Es decir, para el cerebro y sus funciones. Igual que algunos alimentos pueden resultar perjudiciales para el correcto funcionamiento del organismo, también hay otros que, en vez de beneficiar al cerebro, lo perjudican. Es más, hay alimentos que pueden llegar a afectar a la memoria de forma negativa.
Diversos estudios, como el publicado en Neurology, muestran que consumir una elevada cantidad de alimentos ultraprocesados está asociado a un mayor riesgo de padecer alzhéimer y demencia vascular. Estas conclusiones son fruto de la evaluación de más de 72.000 pacientes a lo largo de diez años de seguimiento.
Los resultados están ajustados por edad, sexo y antecedentes familiares de demencia, enfermedades cardiacas y otros factores relacionados con la demencia. Estos revelaron que cada 10% de aumento en la ingesta diaria de alimentos ultraprocesados, el riesgo de demencia en los participantes aumentaba en un 25%. Al finalizar el estudio, por tanto, los investigadores diagnosticaron esta enfermedad, cuyo impacto es directo sobre la salud mental, a 518 personas.
Alimentos buenos y malos para el cerebro
Algo que también se relacionó durante la investigación es que sustituir los alimentos ultraprocesados por productos mínimamente procesados o alimentos frescos supone un menor riesgo de perder memoria o padecer demencia. En concreto, los investigadores vincularon la sustitución del 10% de los alimentos ultraprocesados con un 19% menos de riesgo de padecer demencia.
Otra investigación publicada en el Journal of Nutritional Science vincula los alimentos ultraprocesados con menores puntuaciones en las pruebas cognitivas. Destacan, también, la importancia de los componentes de los ultraprocesados a la hora de desarrollar demencia o daños estructurales, los cuales pueden llevar a la pérdida de memoria.
La psiquiatra nutricional de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y autora de This is your brain on food (Lo que la comida le hace a tu cerebro), Uma Naidoo, repasa cuáles son los mejores alimentos para conservar las funciones cognitivas más valiosas. Una de ellas es la memoria, para la cual es clave la vitamina B. Señala, también, cuáles son los alimentos que es mejor evitar.
Naidoo lleva investigando durante años cómo las bacterias intestinales pueden desencadenar procesos metabólicos e incluso episodios de inflamación cerebral que pueden llegar a tener efectos negativos en la concentración y el razonamiento. «Algunos estudios actuales mantienen la idea de que podemos reducir la posibilidad de demencia evitando ciertos alimentos que comprometen a nuestras bacterias intestinales y debilitan nuestra memoria», explicó la psiquiatra en una columna para la CNBC.
Los fritos
El tipo de alimento no es lo único que influye en el organismo; la forma de cocinarlos también tiene un gran impacto. Un ejemplo de esto son las frituras. Las verduras frescas son muy beneficiosas, pero al cocinarlas empanadas o fritas su efecto en el organismo no es el mismo; lo mismo ocurre, por ejemplo, con las patatas.
Según señala la experta, habría que reducir de forma drástica el consumo de fritos ya que dañan los vasos sanguíneos encargados de suministrar sangre al cerebro. Así, esto afectaría tanto a la capacidad de aprendizaje como a la memoria. Esto aparece también reflejado en el estudio publicado en el Journal of Nutritional Science. En el grupo de los procesados, este añade también los fritos y los relaciona con puntuaciones más bajas en el aprendizaje y la memoria.
«Estos pequeños momentos de placer provocan inflamación en los vasos sanguíneos que suministran sangre al cerebro. También eleva los niveles de depresión en algunas personas», resalta la experta. Además, recomienda que «si está comiendo alimentos fritos todos los días, cambie a semanalmente. Si es un hábito semanal, intente disfrutarlos solo una vez al mes».
Además, aquellos alimentos ricos en carbohidratos o con una carga glucémica alta, como el pan, la pasta o cualquier otro elaborado con harina refinada, el organismo los procesa de la misma manera que el azúcar. Por eso es mejor optar por carbohidratos de mejor calidad como los granos integrales, alimentos con contenido en fibra alto y aquellos cuyo índice glucémico sea bajo, como las verduras, frutas, garbanzos o lentejas, según resaltan varias investigaciones.
El problema de los azúcares añadidos
Los azúcares añadidos no existen de forma natural en los alimentos, sino que los agregan durante su procesamiento. Estos aportan calorías pero su valor nutricional es muy bajo. Aunque es cierto que el cerebro necesita glucosa para impulsar ciertas actividades cerebrales, un exceso de la misma, procedente de una dieta llena de alimentos azucarados, está relacionado con problemas de memoria y menos plasticidad del hipocampo. Esta es la parte del cerebro que controla la memoria.
«La bollería industrial y los refrescos son productos con muchos azúcares añadidos que además solemos tener presente en nuestra dieta diaria. Entre sus muchos inconvenientes está el riesgo de sufrir diabetes tipo 2, el aumento de peso», señala la dietista-nutricionista especializada en obesidad Concepción Martínez a El Español.
El alcohol y la demencia
El British Medical Journal publicaba hace tres años un estudio que muestra que las personas que consumen más de 14 bebidas alcohólicas por semana tienen un riesgo mayor de sufrir demencia, en comparación con quienes lo consumen con moderación. Estas conclusiones son fruto del seguimiento, durante una media de 23 años, de 397 casos de demencia.
La Universidad de Oxford también llevó a cabo otro estudio, con 25.000 participantes, en el que destaca que beber alcohol, incluso de forma moderada, está relacionado con una cantidad de materia gris menor. El trabajo establece que un consumo de alcohol mayor supone un menor tamaño del cerebro, y subraya que cualquier nivel de consumo tiene efectos negativos. Además, los investigadores destacan que el daño no solo afecta a áreas específicas, sino a todo el cerebro.