Solo hasta esta edad el cerebro del niño produce un millón de conexiones por segundo
La plasticidad neural es «la capacidad que permite cambiar, modificar y moldear hábitos, conocimientos y el aprendizaje a través de nuevas experiencias»
La pediatra Lleida María José Agustí y la psicóloga Granada María José Aróstegui del Hospital Vithas han recomendado aprovechar la plasticidad neural del niño para inculcarle buenos hábitos. Aróstegui ha definido la plasticidad neural como «la capacidad que permite cambiar, modificar y moldear hábitos, conocimientos y el aprendizaje a través de nuevas experiencias, transformando así la información y codificando las neuronas para realizar tareas y actividades distintas».
Es gracias a que el cerebro del niño produce un millón de conexiones sinápticas por segundo en la etapa inicial por lo que los hábitos adquiridos en estas edades supondrán «un entramado de conexiones neuronales satisfactorio y una especial química de neurotransmisores que mejorarán la evolución cognitiva», informa Vithas en un comunicado que recoge Europa Press. La etapa inicial de la que hablan se trata desde que nacen hasta los cinco años de edad.
Agustí ha destacado la importancia de la buena relación entre adultos y niños, «a través de palabras, sonidos, miradas, como base de la formación del cerebro humano». «Las vivencias que experimentemos son la base sobre la cual se va a construir la personalidad, el cerebro» y de eso dependen la capacidad de aprendizaje, salud y bienestar del niño, ha explicado.
Agustí da tres consejos para un buen desarrollo cerebral:
- Ejercicio físico (por ejemplo, un estudio de la Universidad de Granada concluye que niños con buena forma física tienen cerebros de mayor tamaño).
- Cariño y respeto familiar (aprovechando que el niño nace preparado para socializarse y aprender).
- Evitar el estrés perjudicial (enseñar al niño una inteligencia emocional adecuada a su edad le ayuda a afrontar problemas, y él irá autorregulando su estrés).
Aróstegui ha subrayado que la infancia implica un periodo crítico: «Hay mayor susceptibilidad neural, habiendo mayor flujo de conexiones neuronales», de manera que el niño genera el doble de conexiones que cuando es adulto, porque en la fase infantil recoge la mayor parte de la información que le servirá en un futuro para la supervivencia.
Así afecta el cansancio a los niños
El cerebro tiene todo que ver en cuanto hablamos del comportamiento de los niños, sobre todo cuando están cansados. Este órgano solo representa el 2 o el 3% de la masa total de nuestro cuerpo y sin embargo, ¡consume nada menos que el 20 o 30% de la energía metabólica! Una desproporción brutal. Y de todo el cerebro, la parte que más consume es, precisamente, la corteza prefrontal.
Cuando estamos cansados, el metabolismo tiende a repartir la energía utilizable, por lo que disminuye la energía disponible para que la corteza prefrontal realice sus funciones con la máxima eficiencia. Dicho de otro modo, nos cuesta más reflexionar, planificar, decidir, gestionar las emociones y almacenar y manejar la información porque la corteza prefrontal dispone de menos combustible para funcionar. Y esto también hace que nuestros pensamientos pierdan flexibilidad y se vuelvan más rígidos. Como consecuencia, perdemos capacidad de autocontrol del comportamiento.
De ahí que al estar cansados tendamos a decir cosas que no deberíamos, que sabemos que pueden herir a personas queridas. Y lo hacemos porque a nuestro cerebro le cuesta más controlarse. Porque las funciones ejecutivas, la torre de control de nuestro comportamiento, funcionan de forma menos eficiente.
Y lo mismo les sucede a los niños. A pesar de saber que hay cosas que no pueden hacer o que no les dejamos hacer (y que ellos conocen bien), cuando están cansados la probabilidad de que las hagan, de que se «porten mal», hablando coloquialmente, aumenta. Simplemente porque les cuesta mucho más mantener el control de sí mismos, como a los adultos, porque su corteza prefrontal no dispone de toda la energía necesaria.