Lo que los papiros cuentan sobre la geografía de los antiguos griegos y romanos
En la Antigüedad griega y romana la ciencia geográfica se cultivó de tres maneras distintas: la descriptiva, la matemática y la cartográfica
Aunque normalmente asociamos el nombre de Egipto con la gran civilización de las momias y los dioses con cabeza de animal, la cultura milenaria de los faraones que nos legó las pirámides y los jeroglíficos, no se debe olvidar que desde el año 330 a. C. Egipto fue una provincia del imperio griego conquistado por Alejandro Magno y que, siglos después, pasó a ser una provincia romana.
Durante todo este tiempo los sectores sociales más favorecidos del país utilizaban la lengua griega, pues esta y su literatura eran un símbolo de cultura y de estatus social.
Así, desde finales del siglo IV a. C. hasta la islamización del país, en el siglo VII, Egipto fue un lugar en el que circulaban libros griegos. Hoy en día, de ellos conservamos fragmentos de papiro, el material del que estaban hechos, un antepasado de nuestro papel fabricado a partir de las fibras de ese junco del mismo nombre que crecía en el delta del Nilo. Los libros griegos en papiro existían en todo el Mediterráneo, pero solo el clima seco de Egipto los ha conservado.
En este artículo nos proponemos centrarnos en el caso particular de los fragmentos de libros de geografía que encontramos en los papiros.
En la Antigüedad griega y romana la ciencia geográfica se cultivó de tres maneras distintas. Por un lado, existía la llamada geografía descriptiva, es decir, las descripciones de territorios y sus pobladores. Por otro lado, estaba la geografía astronómica o matemática y, por último, existía también una orientación cartográfica, es decir, la elaboración de mapas. Los papiros nos ofrecen ejemplos de esas tres ramas.
La Geografía de Estrabón
La única obra de geografía descriptiva que ha llegado hasta nosotros casi completa son los XVII libros de la Geografía de Estrabón.
Sin embargo, los primeros pasos de este texto en el mundo antiguo están envueltos en misterio: Estrabón escribió a comienzos del siglo I, pero ningún autor lo cita hasta mucho después, a finales del siglo II o incluso comienzos del siglo III. De ahí que durante mucho tiempo se pensase que, por alguna razón, su obra no había circulado durante todos esos años de silencio.
Sin embargo, uno de los papiros encontrados a finales del siglo XIX durante las excavaciones de Bernard Grenfell y Arthur Hunt en la ciudad de Oxirrinco iba a hacer cambiar lo que sabemos de la circulación de la obra de Estrabón en sus primeros momentos.
Uno de los papiros, en concreto el que se publicó como P.Oxy. XLIX 3447, contenía los restos de un bellísimo ejemplar de la Geografía escrito en unciales romanas, un estilo de escritura que es típico del siglo I. Se trata de una copia de lujo, un ejemplar que, en su momento, debió ser muy costoso para quien lo compró y, sobre todo, que de ningún modo puede datarse más tarde de comienzos del siglo II.
Es decir, aunque seguimos sin saber por qué nadie lo citó durante ese tiempo, ahora tenemos la certeza de que Estrabón sí circulaba en los siglos I y II. Durante la época en la que los investigadores sospechaban que la Geografía podía no haberse difundido, alguien que vivía en el centro de Egipto, en una ciudad de provincia, lo hizo copiar por un escriba profesional e invirtió en ello una pequeña fortuna.
Aprender accidentes geográficos
La rama matemática de la geografía es la menos representada y la que, hasta ahora, ha ofrecido menos novedades. Sin embargo, con los papiros accedemos a ámbitos de la cultura antigua que no podríamos conocer sin ellos.
Por ejemplo, los materiales que se utilizaban en la escuela, tanto por parte de los alumnos como de los maestros. A través de un papiro de Berlín, el P.Berol. 13044r (s. I a.e.c.), conservamos una especie de «libro del profesor» en el que, entre otras cosas, hay una serie de listas geográficas (de islas, ríos, montañas, lagos, fuentes).
Algunas de ellas parecen tener la forma de pequeños poemas, seguramente para que los alumnos pudieran memorizarlas más fácilmente a través del ritmo.
Cartografía antigua
Finalmente, gracias a los papiros también conocemos mejor la vertiente cartográfica de la geografía antigua. A finales de los años 90 del siglo XX, uno de los principales hallazgos papirológicos precisamente tuvo que ver con este ámbito.
En manos de un coleccionista privado apareció un amplio fragmento de un rollo de papiro datado a comienzos del siglo I que contenía dos textos de tema geográfico y un esbozo de un mapa que había quedado sin terminar.
Por el autor de uno de los textos, Artemidoro de Éfeso, el papiro entero se conoce como «Papiro de Artemidoro». La autenticidad del objeto ha sido puesta en entredicho repetidas veces, si bien la mayor parte de la comunidad papirológica lo sigue aceptando como auténtico y considerándolo un importantísimo testimonio de cómo se dibujaban los mapas a comienzos de la época romana.
Según esta fuente, se empezaba a dibujar por la esquina superior izquierda y de ahí se avanzaba hacia la esquina inferior derecha –este método ya lo aconsejaba Claudio Ptolomeo–. Las líneas de los ríos y cursos de agua parecen definir el esquema general del territorio. Sobre ellos se iban añadiendo elementos de paisaje como montañas o bosques y, en último lugar, las ciudades y otros elementos de origen humano.
Estos son solo algunos ejemplos de lo que podemos encontrar rebuscando en estos fragmentos de libros que nos han dejado los lectores de hace dos milenios. Quién sabe qué otras sorpresas nos aguardan gracias a ellos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.