Salen a la luz objetos personales y miles de cartas sobre Miguel Ángel Blanco
La Fundación Miguel Ángel Blanco ha donado material inédito guardado desde 1997 para su investigación en la Universidad de Navarra
En más de una ocasión ha sido noticia el desconocimiento que los jóvenes españoles tienen de Miguel Ángel Blanco, algo que a veces se ha utilizado para arremeter contra la falta de formación y de interés de las nuevas generaciones. Sin embargo, el peso de la responsabilidad probablemente cae sobre sus mayores: «¿Por qué no les hemos contado a los jóvenes quién fue Miguel Ángel Blanco?».
La pregunta se la hace María Jiménez, investigadora de la Universidad de Navarra, institución que ha presentado este jueves el contenido del ‘garaje de Ermua’. Se trata de la lonja donde Miguel Ángel Blanco guardaba varios enseres cotidianos y donde, después del asesinato del concejal del PP por parte de ETA, la familia almacenó las millares de cartas y otros objetos recibidos de ciudadanos anónimos de toda España. Todo ese material, cerrado durante veinticinco años en aquel garaje, ha sido donado por la Fundación Miguel Ángel Blanco al Archivo General de la Universidad de Navarra, para su investigación y difusión pública.
Hasta 43 cajas llenas de documentos inéditos y otros objetos componen este fondo histórico, en el que destacan cartas de personas anónimas, libros de firmas, dibujos, telegramas y misivas institucionales. Otras tres incluyen algunos enseres personales de Miguel Ángel Blanco, como su maletín o calendarios y carteles de su grupo musical favorito, Héroes del Silencio, entre otros.
«Las cartas reflejan que nada volvió a ser igual»
Hasta el momento, los investigadores del centro universitario pamplonés apenas han analizado una pequeña muestra de las cartas llegadas a la familia Blanco Garrido tras el asesinato de Miguel Ángel. Sin embargo, esa selección ya ha permitido hallar testimonios en los que personas anónimas reconocen que la muerte del concejal de Ermua sirvió para que tomasen conciencia por vez primera del dolor provocado por el terrorismo. «Vemos gente que hace autocrítica de su falta de empatía con las víctimas», explica María Jiménez, investigadora principal del proyecto.
«Cuando hablamos de Miguel Ángel Blanco, siempre se dice que cambió la historia, que a partir de él [de su asesinato] todo es diferente», continúa Jiménez. La investigadora defiende que, con la muerte del joven concejal, la historia no solo cambió «a nivel macro, con las grandes manifestaciones y vigilias de aquellos días y que todos tenemos en la cabeza», sino también «a nivel micro, en cómo una persona anónima le dice a la familia que hasta entonces no había visto el terrorismo como algo que le afectara». «Este archivo es el reflejo colectivo y a la vez individual de ese cambio. Cada una de las cartas y mensajes muestran que el secuestro y asesinato de Miguel Ángel llegó a lo más profundo de muchas personas, que influyó en su percepción del terrorismo, que las llevó a movilizarse en público y a llorar en privado. Las cartas reflejan que ya nada volvió a ser igual», añade Jiménez.
Digitalización, estudio y difusión
La donación se efectuó en septiembre de 2022 y, hasta enero de 2023, el Archivo General de la Universidad ha catalogado las más de 40 cajas, un material que desde el centro académico confían en que constituya un «antídoto contra el olvido».
El equipo de investigación ha diseñado un proyecto de dos años de duración que, de momento, cuenta con la financiación de la Fundación Víctimas del Terrorismo. El Archivo General de la Universidad, una vez concluida la fase de clasificación, comenzará un proceso de digitalización y catalogación. A partir de entonces comenzará una fase paralela de investigación académica —con tesis doctorales y otros proyectos— y de difusión pública. En este segundo punto, desde la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra se plantean la organización de exposiciones, así como la creación de una página web donde pueda accederse a las cartas digitalizadas. De esta forma, aquellas personas que escribieron a la familia Blanco Garrido en aquellas trágicas jornadas de 1997 podrán «buscarse» y «actualizar el compromiso por la paz que adquirieron» hace un cuarto de siglo.
«Este es un archivo de dolor, pero cuando acabemos la investigación es probable que nos demos cuenta de que este es también un archivo de la esperanza, de la movilización social y del compromiso cívico que condensa un momento muy concreto, pero decisivo de nuestra historia reciente», apunta María Jiménez.