Profes de película: personajes de ficción que despertaron muchas vocaciones docentes
Esta es una posible selección de los mejores retratos cinematográficos de la profesión docente
Heterodoxos, idealistas, perseverantes, valientes: la historia del cine ofrece ejemplos de docentes de película que ponen de relieve la importancia social y humana de su papel, muchas veces olvidada en un día a día menos glamuroso.
Hemos preguntado a nuestros expertos cuáles fueron especialmente inspiradores para ellos. Esta es una posible selección de los mejores retratos cinematográficos de la profesión docente. Sirva como homenaje a nuestros maestros preferidos y a los millones que se dedican cada día a la enseñanza.
Jean Itard, El pequeño salvaje (1970), de François Truffaut
Victor von Aveyron, como le bautizó el doctor Jean Itard, fue un niño que apareció en el bosque en el año 1.800, cuando tenía aproximadamente (pues nunca se pudo comprobar) 12 años. Un «niño-lobo» que no había tenido contacto con la civilización. Incapaz de hablar, ni comprender, se le trató como persona con sordomudez y con discapacidad intelectual hasta que el profesor Itard expresó su interés. Itard estaba convencido de que el comportamiento irracional del niño sólo era fruto del entorno salvaje en el que había crecido y lo adoptó, trabajando intensamente en su socialización.
La película que recrea esta historia real nos acerca de forma humanista al planteamiento de Kant de cómo el hombre sólo es hombre gracias a la educación. Es un magnífico ejemplo de una concepción socializadora de la escuela y no sólo entendida como transmisora de contenidos o procedimientos.
La película, grabada en formato documental, sigue siendo vigente a pesar del tiempo transcurrido. Los principios de la pedagogía y psicología de la educación se visualizan con sencillez y desde la comprobación científica. Es, finalmente, una visión dulce que muestra cómo la educación precisa de vínculo y de confianza para poder ser realmente significativo lo que se aprende.
Sylvie Pérez Lima
Don Gregorio, La lengua de las mariposas (1999), de José Luis Cuerda
Cuando pienso en profes en el cine me viene a la cabeza el personaje de Fernando Fernán Gómez en La lengua de las mariposas, don Gregorio. Creo que su actuación encarna a la perfección ese profesor que, en lugar de impartir conocimiento, estimula la genuina curiosidad de sus alumnos.
Don Gregorio consigue despertar ese interés por las cosas pequeñas e invisibles, incluso cuando hay un contexto tan desfavorable para ello como el que refleja la película. Entiendo que esa debe ser la esencia de un profesor, alguien que «rompe» con nuestra preestablecida forma de pensar y nos invita a observar la belleza que configura nuestro mundo de forma pausada, reflexiva y de cerca.
Si no… ¿cómo sabríamos que las mariposas tienen lengua?
Juan F. Luesia Lahoz
Louanne Johnson, Mentes peligrosas (1995), de John N. Smith
Un film que visualicé de adolescente y me llevó a interesarme, aún más, por la docencia y la búsqueda de oportunidades con ese férreo compromiso con los más desfavorecidos de la protagonista, la profesora de secundaria Lou Anne Johnson (en cuyas memorias está basada la película), interpretada por Michelle Pfeiffer.
Ese cóctel de problemas sociales en cada estudiante me inspiró a valorar la lucha del docente por los más desfavorecidos –aun cuando en un primer momento no se lo ponen nada fácil–, por buscar el lado bueno de esos estudiantes y esas estudiantes de un barrio conflictivo, donde abundan la violencia, las drogas y los malos tratos. Un argumento convencional, que busca el correcto funcionamiento de la escuela, más que solucionar el problema del aprendizaje.
Purificación Alcaide
John Keating, El club de los poetas muertos (1989), de Peter Weir
Si hay un docente en la cinematografía que responda al adjetivo «inspirador», ese es el profesor Keating. Recién aterrizado en el elitista Instituto Welton, este profesor de Literatura interpretado por Robin Williams logra encandilar a los estudiantes gracias a su pasión por la enseñanza, a su amor hacia la literatura y, sobre todo, a la mirada que tiene hacia sus alumnos. Una mirada de confianza en ellos y de fe en su potencial, que no les juzga por lo que son, sino que sabe ver en ellos aquello en lo que pueden convertirse.
Dejando a un lado algunas facetas de su labor que pueden resultar discutibles, se trata sin duda de un profesor inspirador, de esos que dejan una huella en sus alumnos, y que logra despertar en ellos el afán por ser mejores y encontrar su verdadera vocación en la vida.
Eduardo Baura
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.