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Poner primero las preguntas fáciles en un examen aumenta la probabilidad de buena nota

De esta forma se dejan menos ejercicios en blanco y sube el número de respuestas correctas

Poner primero las preguntas fáciles en un examen aumenta la probabilidad de buena nota

Los resultados del informe PISA también avala la conveniencia de colocar las preguntas fáciles al principio de los exámanes. | Unsplash

A la hora de realizar algunas operaciones matemáticas, se suele hablar del principio de que el orden de los factores no altera el producto, una expresión que se ha trasladado desde el álgebra a otras situaciones de la vida cotidiana. Sin embargo, en el propio ámbito educativo, no siempre se cumple esa ley. Es la conclusión a la que ha llegado un estudio elaborado por cuatro profesores universitarios: el orden en que los profesores colocan las preguntas de un examen no es indiferente, sino que queda demostrado que poner primero las más fáciles aumenta el rendimiento de los estudiantes.

La investigación corrió a cargo de los profesores Lina Anaya (Universidad de Arkansas, Estados Unidos), Nagore Iriberri (Universidad del País Vasco), Pedro Rey-Biel (ESADE) y Gema Zamarro (Universidad de Arkansas) y consistió en un experimento de campo con casi 19.000 participantes. Los investigadores trabajaron en colaboración con la empresa Smartick, una plataforma especializada en enseñanza online, a través de la cual les dieron a responder el mismo examen, pero con las preguntas formuladas al azar y en distinto orden.

El estudio llegó a la conclusión de que presentar las preguntas de un test empezando por las más fáciles y terminando por las más difíciles se traducía en que menos estudiantes abandonaban a la mitad la realización del examen y, lo más interesante, que se producía un incremento en el número de preguntas respondidas correctamente. Es así como los investigadores recomiendan a los profesores tener en cuenta esta variable a la hora de realizar controles, especialmente cuando los alumnos de un mismo curso realizan un examen con las preguntas en distinto orden (por ejemplo, si lo hacen a través de una plataforma online que reordena las preguntas al azar).

El experimento

En colaboración con la plataforma Smartick, los investigadores lanzaron un reto viral consistente en 10 preguntas de matemáticas, escogidas según distintos grados de dificultad: tres fáciles (más del 80% de encuestados las acertó), cuatro de nivel medio (en torno al 50%) y tres difíciles (menos del 25% de respuestas correctas).

Las preguntas fueron programadas de forma que las de nivel medio quedasen ordenadas en los puestos centrales del examen, por lo que el cambio podía estar en que a la persona que realizase el test le tocasen primero las preguntas del bloque fácil o las del bloque difícil. Además, prepararon otros dos modelos adicionales de examen en los que las preguntas de nivel medio se mantenían en el centro, pero los bloques inicial y final se articulaban según el esquema ‘dos fáciles + una difícil’ y ‘una fácil + dos difíciles’, y viceversa.

Un total de 18.952 personas respondieron al cuestionario, a quienes se asignó al azar uno de los cuatro modelos de examen. Los participantes debían indicar al comienzo su sexo, edad y nivel educativo y no se les informaba de si habían acertado las preguntas hasta completar el test. Además, antes de darles su nota final, se les pedía que tratasen de adivinar cuántas habían respondido correctamente. También se les daba la media de aciertos según el grupo al que pertecieran en cuanto a sexo, edad y nivel educativo.

De los 18.952 participantes, 14.433 completaron el primer bloque; 12.719, el segundo; y 12.139, el test completo.

La experiencia de PISA confirma los resultados

No contentos con su propio experimento, los profesores responsables de la investigación quisieron contrastar su conclusión y acudieron a tres ediciones distintas del informe PISA. Un total de 600.000 estudiantes de los países miembros de la OCDE realizaron esos tests, cuyas preguntas también se ordenan al azar. De los alumnos a los que les tocaron preguntas difíciles al principio, un 44% no completó el examen (es decir, dejó alguna pregunta en blanco). Ese porcentaje bajaba al 30% si las cuestiones más sencillas se colocaban al comienzo, una diferencia de 14 puntos.

De la misma forma, al observar el número de preguntas respondidas correctamente, el número fue en torno a un 11% más para los estudiantes que se encontraron un orden de examen de fácil a difícil y no al revés. Los investigadores concluyen, así, que cuando el grado de dificultad al inicio del examen es menor los alumnos aciertan más preguntas y dejan menos en blanco.

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