Año Nuevo: una oportunidad para reinventarnos
El estudio de la virtud se remonta a los filósofos del mundo antiguo, desde Aristóteles hasta Confucio
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La decisión clave es en qué buenos hábitos enfocarse. La lista de virtudes personales y profesionales es larga y variada. Las virtudes que practique deben depender de sus aspiraciones y de cómo coinciden con sus responsabilidades o los valores de su organización. Algunas de las virtudes tradicionalmente asociadas con la gestión son: la sabiduría, la resiliencia, el coraje, la templanza, la justicia y la sociabilidad.
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Hay que poner el foco en practicar aquellas virtudes por las que ya se siente afinidad o que se practican asiduamente. En los viejos tiempos, la educación consistía en corregir las desviaciones del comportamiento estándar para superar las debilidades personales (como enseñar a los zurdos a escribir correctamente, es decir, con la mano derecha). Las cosas han mejorado desde entonces y ahora se respetan y valoran la diversidad y las singularidades. En este sentido, una interesante aportación de la psicología positiva –cuyo objetivo es fomentar el talento y hacer la vida más plena– ha sido demostrar que es más productivo, y potencialmente exitoso, centrarse en las fortalezas que malear las debilidades individuales.
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Identificar las dos o tres virtudes más significativas y tratas de sobresalir en ellas. Para diagnosticar las fortalezas suelen ser más útiles los comentarios de amigos, mentores o educadores que el autoanálisis. Conocer los puntos fuertes puede ayudar a redondear la personalidad y construir una marca personal.
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Hacer un seguimiento de los progresos alcanzados en la práctica de las virtudes. El relato de Benjamin Franklin sobre su progreso en la adquisición de las virtudes intrínsecas a él es un ejemplo perfecto de este enfoque. Escribir un diario o llevar un registro del desarrollo personal puede ayudar a reforzar las nuevas prácticas y a dar más sentido a la propia vida. Como decía Sócrates, “una vida sin examen no merece ser vivida”. También puede ser una buena idea cotejar esta valoración con la opinión de los otros, porque la opinión propia no es objetiva. Ya señaló Peter Drucker que tendemos a sobrestimar nuestras virtudes y subestimar nuestras debilidades.
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Tener presente que el objetivo principal de practicar las virtudes es convertirse en una mejor persona y no aumentar el ego o convertirse en un mejor profesional. Las virtudes sólo tienen sentido en la medida en que se relacionan con los demás y mejoran la vida personal.
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Hay que tener paciencia si después de unos días no se ven mejoras en el logro de los propósitos de Año Nuevo, o incluso se dan pasos atrás. Es un poco como perder peso: las dietas draconianas no llevan a ninguna parte pues sus efectos son de corta duración. Lo que importa es la perseverancia y la actitud.
Por último, espero que en los próximos meses cumplan sus propósitos y potencien sus virtudes.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.