Javier Luzón, exorcista: «El diablo aprovecha la fragilidad psicológica para atacar el espíritu»
THE OBJECTIVE charla con un sacerdote especializado en demonología a raíz del éxito de la película ‘Nefarious’
Javier Luzón Peña (Murcia, 1952) es sacerdote, capellán del hospital Carlos III de Madrid y vicario de la parroquia de San Gabriel Arcángel, también en la capital. Pero tal vez lo más llamativo de su trayectoria pastoral sean los veinte años en los que se dedicó a la lucha contra el diablo. En efecto, Luzón fue exorcista entre 1995 y 2015 en las diócesis de Córdoba y Madrid. Durante esas dos décadas afirma que trató más de quince mil casos, de los que la quinta parte eran posesiones.
THE OBJECTIVE conversa con él a raíz del relativo éxito de la película Nefarious, que, a pesar de su limitada distribución en las salas de cine, ya ha sido vista por más de 40.000 personas desde su llegada a España, manteniéndose en el top 20 de la cartelera durante tres semanas consecutivas. El filme cuenta la historia de un asesino en serie convicto que, en el día de su ejecución programada, es objeto de una evaluación psiquiátrica de último minuto ordenada por el tribunal. El asesino sorprende al psiquiatra afirmando que, en lugar de tratar de evitar su destino, en realidad es un demonio y quiere que la ejecución siga adelante. Además, anuncia al médico que este cometerá tres asesinatos antes de que termine la entrevista.
PREGUNTA. ¿Sigue la Iglesia creyendo en el demonio o es algo que algunos quieren superar?
RESPUESTA. La existencia de los demonios es un dogma de fe y así aparece en el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. nn. 391-395). No obstante, desde el comienzo del siglo XX, como explicó Benedicto XVI en el Prólogo de Jesús de Nazaret, la teología judeo-talmúdica, algunos autores protestantes y algunos teólogos ‘católicos’, negaron la existencia de lo espiritual y, con ello, de los diablos. Para ellos todo eso son metáforas, literatura. Eso explica el gran abandono del ministerio exorcístico que se produjo en el siglo XX.
P. ¿Cómo ha sido su trayectoria de exorcista?
R. Progresiva. Antes de que me alcanzara la vocación al sacerdocio, me dediqué seis años como filósofo a la docencia universitaria y a la investigación sobre santo Tomás de Aquino, a quien la Iglesia llama Doctor Angélico, porque es quien mejor ha explicado a los ángeles y los demonios. Estando en Córdoba, el obispo me encargó el ministerio exorcístico. Y luego volví a encargarme de esta labor en Madrid.
P. ¿Cuántos casos ha tratado?
R. Más de quince mil, de los que la quinta parte eran posesiones.
P. ¿Cómo distinguir a una persona con un problema mental de una con un demonio?
R. El papa Francisco dice que uno de los errores más comunes en esta materia es descartar que pueda haber un ataque espiritual por el hecho de que haya una afección psiquiátrica o psicológica. Pues pueden darse a la vez, ya que los diablos aprovechan la fragilidad psicológica para, además, atacar espiritualmente. Y se sabe que hay algo demoníaco cuando se dan varios de los siguientes síntomas: hablar con muchas palabras en una lengua desconocida o entender al que la habla; movilizar cosas distantes; conocer cosas ocultas; manifestar fuerzas por encima de la edad o de la condición del sujeto poseso; y sobre todo, la aversión compulsiva y vehemente a lo sagrado. Suelen considerarse indicativos cuando se dan más de uno juntos.
P. ¿Existen distintos grados de presencia demoníaca?
R. Hay siete tipos de afecciones corporales preternaturales de los demonios contra los seres humanos. Estas acciones extraordinarias no se dirigen contra el espíritu de la persona, aunque con ellas los inmundos también pretenden influir negativamente en los hombres, suscitándoles miedo hacia ellos y desconfianza en la Misericordia divina. Son afecciones psicosomáticas y pueden darse incluso sin ninguna culpa por parte del que las padece. De menos a más, estos ataques preternaturales son los siguientes: la infestación diabólica de objetos, lugares o seres vivos no personales; la vejación diabólica, que es un ataque externo contra el cuerpo o los bienes; la influencia u opresión diabólica, que es una perturbación interior: enfermedades y daños relacionales, laborales, emocionales y mentales; la obsesión diabólica, que es un tipo de influencia especialmente íntima, caracterizada por la fijación en una suerte de pensamientos negativos; y la posesión diabólica, en que los diablos controlan el cuerpo del afectado en determinados momentos.
De ellas, la posesión, la influencia, la obsesión y la vejación diabólicas son ejercidas directamente sobre el cuerpo de los afectados, mientras que la infestación se da sobre animales y plantas, sobre lugares y sobre objetos relacionados con las personas.
P. ¿En qué consiste un exorcismo? ¿Hasta qué punto exageran o no las películas?
R. Es una oración preciosa en la que el exorcista ejerce el poder que Cristo ha dado a su Iglesia, de liberar de las afecciones extraordinarias de los diablos: se usan los sacramentales del agua y la sal exorcizadas, se invoca a los santos, se imponen las manos sobre el paciente para invocar al Espíritu Santo sobre él, se renuevan la profesión de la fe y las renuncias a los demonios, se reza el Padrenuestro, se hace la ostensión de la cruz y la exuflación del Espíritu Santo, se realiza el conjuro exorcístico y se da gracias a Dios por la liberación concedida.
En cuanto a las películas, hay de todo. Pero, en general, como desconocen esta realidad, no suelen reflejarla acertadamente. Haría la salvedad de El exorcismo de Emily Rose.
P. Ya que hablamos de películas. ¿Es realista el retrato de todo lo demoníaco que se hace en Nefarious?
R. Nefarious no tiene nada que ver con esas películas que buscan el espectáculo. Es un guion muy inteligentemente planteado para desenmascarar la presencia y acción de los diablos en nuestra sociedad. Todo lo que plantea me parece acorde con la realidad.
No obstante, desde el punto de vista exorcístico, conviene puntualizar dos cuestiones. La primera es que el diálogo presente en toda la película es una licencia cinematográfica porque los diablos se esconden: una cosa es que en un exorcismo se consiga obligar a los demonios a contar algo puntual, y otra que sea el diablo quien se quite la máscara y se despache largamente. La película lo justifica dando una explicación de esa excepción: es tal el logro de apostasía, que ha llegado el momento de plantear abiertamente la adhesión global a la rebelión diabólica.
También es licencia cinematográfica la presentación del modo como los diablos pueden hacer que alguien realice lo que no quiere. Aquí se habla de subyugación, cuando en realidad durante la posesión el poseído no hace nada por su voluntad, lo que está subyugado es su cuerpo; y la manera de influir es o bien ocasionando una enfermedad mental bajo cuya enajenación se realicen los crímenes, o bien presionando a realizarlos mediante la obsesión mental.
P. Según usted, hay seis puertas por las que el demonio puede colarse y llegar a poseer a una persona. ¿Cuáles son y por qué son perjudiciales?
R. Mi experiencia me ha llevado a concluir que son seis las puertas que usan los diablos para atacarnos de forma extraordinaria. Se pueden dividir en dos bloques, dependiendo de que el afectado sea responsable de algún modo o no de que se haya abierto en él la puerta correspondiente. El pecado, el ocultismo y el rencor son las puertas que corresponden al primer apartado. En cambio, los afectados no son responsables de los problemas que les advienen a causa de maleficios, de heridas de seno materno o de herencias ancestrales. Y se cierran con la oración.
P. Usted mantiene que prácticas como el yoga o el mindfulness facilitan la acción del diablo. ¿Por qué ocurre esto y qué experiencia ha tenido usted de primera mano al respecto?
R. He tenido muchas experiencias al respecto, que corroboran lo que la Iglesia ha enseñado en 2003 al condenar las prácticas de la Nueva Era, o los obispos de Estados Unidos en 2009 al rechazar el Reiki, o los obispos españoles en 2019 al denunciar la incompatibilidad entre la fe católica y estas prácticas de matriz budista e hinduista.