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Sociedad

La probabilidad de creer en teorías de la conspiración es dos veces mayor sin estudios

Las personas con formación básica tienden a desconfiar de las élites y de los científicos

Cartel en una manifestación terraplanista. | Unsplash

La llegada del hombre a la Luna, el asesinato de Kennedy o, más recientemente, la pandemia del covid. Todos ellos son acontecimientos que han dado pie a teorías de la conspiración, más o menos fundadas. Unas creencias que, según un reciente informe de la OCDE, tienden a implantarse con mayor fuerza en la medida en que una persona tiene menos estudios. El documento, ‘Education at a Glance 2023’, apunta a que la posibilidad de creer en teorías de la conspiración llega a doblarse en las personas que sólo cuentan con formación básica, en contraste con aquellos que tienen estudios superiores.

Los autores del informe definen las teorías de la conspiración como las que «atribuyen eventos o situaciones a acciones secretas de individuos y grupos poderosos». Son, así, una «importante fuente de desinformación», «un factor detrás del auge del populismo político» y están ligadas a «comportamientos dañinos, incluidos un apoyo a políticas discriminatorias, a una baja confianza en el gobierno democrático y en las instituciones, a una negativa a afrontar el cambio climático y a las malas decisiones médicas». El documento también afirma explícitamente que las teorías de la conspiración han provocado «una reticencia a seguir recomendaciones para limitar la expansión del covid-19».

Así pues, hay una clara correlación entre los bajos estudios y la adhesión a este tipo de ideas. El estudio se centra en tres afirmaciones. La primera de ellas se refiere a que «un pequeño grupo secreto de personas es responsable de tomar todas las grandes decisiones de la política mundial»: quienes sólo tienen estudios básicos apoyan ese enunciado en un 33% de los casos, por poco más del 30% de quienes hicieron el Bachillerato o una FP de Grado Medio y el 24% de quienes tienen formación terciaria. Son, por tanto, más de nueve puntos de diferencia entre los más educados y los menos.

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Por otra parte, el 32% de quienes sólo completaron la educación obligatoria opina que «los científicos manipulan, fabrican o destruyen pruebas para engañar al público», algo que sólo comparten el 26% de quienes tienen estudios secundarios y el 16% de los que fueron a la universidad o hicieron una FP superior. Por último, el 31% de los que cuentan con formación básica piensa que «el coronavirus fue resultado de los esfuerzos deliberados y ocultos de algún gobierno u organización», por sólo el 25% y el 17% de quienes tienen una educación secundaria o terciaria, respectivamente.

Relación entre distintas teorías de la conspiración y el nivel educativo. Fuente: OCDE.

A pesar de ello, el informe también advierte de que una parte significativa de quienes tienen educación terciaria también cree o promueve teorías de la conspiración. Los autores del documento achacan esa afiliación a que los individuos forman sus creencias basándose en la familiaridad con el mensaje, en la coherencia con su forma de ver el mundo y a los usos sociales. «Una vez que las creencias se forman, los individuos son reticentes a revisarlas incluso aunque se les presente información que las contradiga», reza el informe.

La OCDE también apunta, por tanto, a que la educación es sólo uno de los factores a tener en cuenta a la hora de analizar esta problemática. Por eso, el organismo no sólo anima a que la cuestión se aborde desde la enseñanza —en concreto a través de las explicaciones de los profesores sobre la existencia de las teorías de la conspiración, el cómo reconocerlas y el «razonamiento defectuoso» que hay tras ellas—, sino también con el refuerzo de competencias como la alfabetización digital y mediática. De esta forma, señala el informe, se ayuda a los estudiantes a encontrar y acceder a fuentes de información diversas y a pensar de forma crítica sobre ellas.

La educación también influye en la participación ciudadana

El informe también recoge la relación entre educación y participación cívica, de forma que la población con una mayor formación tiende a involucrarse más en la vida pública. Por ejemplo, el 10% de quienes han recibido una educación superior han participado en una manifestación en el último año, por sólo el 6% de los que sólo terminaron la formación obligatoria.

Las diferencias son similares para quienes han boicoteado productos por motivo ideológico (29% de quienes tienen estudios superiores, por el 14% de quienes cuentan con formación básica), quienes han compartido contenidos de tipo político online (24% vs. 12%) o quienes han participado en un voluntariado para una organización caritativa (26% contra 11%).

3 comentarios
  1. Athini_Glaucopis

    Dado que quien coloca las etiquedas de «teoría de la conspiración» son, precisamente, las mismas élites que controlan el sistema educativo, es perfectamente esperable que, cuanto mayor sea la exposición de una persona al sistema educativo, mayor sea el acatamiento de dicha persona al etiquetado que controla esa élite. Así, jamás se llamará «teoría de la conspiración» a una cosa como la «teoría de género», que parte, precisamente, de que existe una conspiración general, y omnipresente de todos los hombres heterosexuales contra todas las mujeres, y que insiste, además, en que la mayor demostración de tal conspiración es que durante siglos ni la gran mayoría de las mujeres ni la gran mayoría de los hombres eran conscientes de ella.

    Un buen ejemplo de este fenómeno se daba en la antigua Unión Soviética, donde las personas con educación universitaria tenían entre dos y tres veces más posibilidades de decir que apoyaban al Partido Comunista que las personas con sólo educación secundaria.

  2. FamelicaLegion

    Teorías de la conspiración, sí, pero dependiendo del relato oficial del momento.
    Porque conspiranoico era anticipar la que se nos venía encima cuando el relato era que el machismo mata más que el coronavirus.
    Conspiranoico era plantear que nunca se alcanzaría la inmunidad de grupo ( de rebaño se llamaba).
    Conspiranoico era afirmar que la supuesta vacuna no inmunizaba (seguias pudiendo contagiarse y contagiar estando vacunado) cuando en la TV se lanzaba el mensaje que toda la población debía vacunarse para estar inmunizada.
    Y así montones y montones de trolas que se contaron en tiempos de pandemia y de las que no se podía dudar salvo que se fuera un conspiranoico terraplanista antivacunas merecedor de la exclusión social.
    Algunos llegaron a proponer que se dejará a su suerte a los que se negaron a vacunarse, que se les despidiera de su trabajo, que se les obligada por lo civil o por lo militar, y montones de disparates diversos.

  3. Fedeguico

    Pues de ser cierto lo que asegura tan sospecho informe lo que demostraría es que estudiar te vuelve adocenado e imbécil. Cosa que si se circunscribe a las adoctrinadoras universidades tipo “woke” tiene bastante lógica.
    La hipótesis es tan disparatada e inverosímil como asegurar que la gente con estudios tiende a confiar en el gobierno. Hombre, como poco dependerá de qué gobierno.
    Sesgando la investigación hacia suposiciones terraplanistas o escépticas con el programa espacial de la NASA se obtendrá un resultado, pero si se pregunta, por ejemplo, sobre el asesinato de Kennedy puede que sea diferente.
    En cualquier caso, la tendenciosidad del informe está más que clara y resulta una palmaria muestra de la falacia ad verecundiam, por la que se pretende que aceptemos algo sólo por el supuesto prestigio de quien lo sostiene.
    La lógica y el sentido común van en la dirección contraria: nadie con un poco de cabeza puede aceptar acríticamente las versiones oficiales o derivadas del poder, que tienen todos los incentivos para no ajustarse a la verdad y sí a los intereses de quien manda.
    Son tan lerdos y burdos que se les ve el plumero a la legua. Ay, Señor.

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