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Sociedad

España ha perdido el 15% de los alumnos de Infantil en diez años por la baja natalidad

En la última década, los matriculados en Infantil han bajado en 290.000 y, en Primaria, en 41.000

España ha perdido el 15% de los alumnos de Infantil en diez años por la baja natalidad

Un aula con varios pupitres vacíos. | Freepik

España ha experimentado un descenso ininterrumpido en el número de nacimientos durante los últimos diez años. Esta caída de la natalidad —que ha llevado a nuestro país a registrar en 2023 el menor número de nacimientos (322.075) desde 1941, inicio de la serie histórica— tiene numerosas consecuencias en el ámbito económico, laboral y social. Sin embargo, antes que todo eso, cabe señalar que la primera derivada de que nazcan menos niños es, sencillamente, que hay menos niños.

Sí, es de perogrullo, pero lo cierto es que, cuando decimos que el año pasado en España hubo menos nacimientos que en 1941, nos comparamos con un momento de inmediata posguerra y en el que nuestro país tenía 26 de millones de habitantes (por los 48 millones actuales). Por tanto, pese a ser cerca de la mitad, las mujeres de inicios de los años cuarenta tuvieron más hijos que las españolas de hoy.

Así, uno de los entornos en los que más se percibe esta realidad es el de la educación. Concretamente, las distintas etapas formativas han visto reducidos de forma drástica su número de alumnos. THE OBJECTIVE ha cotejado las cifras del curso 2022-2023 de la estadística sobre alumnado matriculado en enseñanzas no universitarias, publicada por el Ministerio de Educación este mismo mes, comparándolos con los datos de años previos. Así, los alumnos de Primaria han pasado de ser 2.828.445 en el curso 2012-2013 a 2.786.723 el curso pasado, lo que supone la ‘desaparición’ de 41.722 estudiantes y un descenso del 1,5%. El número de alumnos en este ciclo ha vuelto así a la situación de principios de siglo, cuando la población general de España se situaba en torno a los 41 millones de habitantes.

Pero es en la Educación Infantil donde de verdad se ve el dramático ‘boquete’ que ha dejado la bajada aún más intensa de la natalidad en los últimos años. Si en el curso 2012-2013 había 1.912.324 pequeños en esta etapa educativa, para el año 2023 el número había descendido a 1.621.833, una diferencia de 290.491 alumnos y 15 puntos menos.

En cambio, si se observan las cifras de alumnos matriculados en Educación Secundaria Obligatoria (ESO), el dato ha crecido un 15,3% gracias al pequeño repunte de la natalidad registrado a finales de la década de 2010. Así, en el curso 2012-2013 eran 1.808.502 los alumnos matriculados en la ESO, por los 2.085.751 actuales, un saldo positivo de 277.249 jóvenes.

Igual que ocurre con otros indicadores poblacionales y laborales, la caída generalizada en el número de alumnos en el sistema educativo se ha visto amortiguada por el aumento de la inmigración. Los alumnos extranjeros han aumentado casi un 31% para rozar el millón en el curso escolar 2022-2023 (996.163 más concretamente).

Por comunidades, los mayores descensos en la última década se han registrado, en términos porcentuales, en el País Vasco, con 23.000 alumnos menos (-24%); y con bajadas del 22% en Asturias (más de 6.000 estudiantes), Cantabria (4.500 escolarizados) y Castilla-La Mancha (con casi 20.000 matriculados menos). La única autonomía que suma alumnos es Navarra (apenas algo más de 200).

¿Una bendición disfrazada de problema?

Con todo, si bien la bajada de la natalidad tiene efectos muy perjudiciales sobre el realidades como el mercado de trabajo, la sostenibilidad de las pensiones o la presión fiscal, hay quien ve ventajas colaterales para la educación. En un reciente análisis para Funcas, Ismael Sanz, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos especializado en educación, apunta a que la disminución en el número de matriculados se traduce en un menor ratio de alumnos por profesor. Esto puede afectar positivamente a la calidad de la educación y la experiencia en el aula al «ofrecer una oportunidad para centrarse en mayor medida en las necesidades individuales de los estudiantes o la implementación de programas innovadores que fomenten el aprendizaje activo».

Además, señala Sanz, «la caída de la natalidad puede fortalecer el apoyo a familias de bajos ingresos para garantizar que más niños y niñas, independientemente de su origen, puedan beneficiarse de programas de alta calidad en la educación temprana».

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