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Disfagia orofaríngea: el trastorno común en mayores que la covid ha acentuado en jóvenes

«Es un síntoma muy molesto para el paciente ya que pueden tener desde un simple carraspeo incómodo, hasta sensación de falta de aire y ahogo»

Disfagia orofaríngea: el trastorno común en mayores que la covid ha acentuado en jóvenes

Disfagia orofaríngea. | Unsplash.

La disfagia orofaríngea es un trastorno extendido en los mayores de 65 años que lleva a muchos de ellos a acabar ingresados. Es la primera causa de muerte en pacientes neurológicos y la tercera en personas de más de 85 años. El coronavirus ha hecho que este síntoma, tan común en mayores, se vea también en los jóvenes como alerta previa de haberse contagiado.

Por eso, el doctor Pablo Suárez, de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria, ha advertido de la importancia de la detección y del tratamiento precoz de la disfagia, con el fin de mejorar tanto la calidad de vida como el pronóstico clínico del paciente.

Además, prosigue, en muchas ocasiones, «es un síntoma de alerta de enfermedades neurológicas (ictus, la ELA, párkinson) no detectadas hasta ese momento». «La disfagia es un síntoma muy molesto para el paciente que la presenta, ya que pueden tener desde un simple carraspeo incómodo, hasta tener sensación de falta de aire y ahogo», ha apuntado. Sentir la garganta obstruida o que te cueste tragar, es una de las formas de detectarlo. Además, el hecho de que el alimento se ‘escape’ a la vía respiratoria, favorece la aparición de infecciones pulmonares, que en pacientes frágiles pueden llegar a ser fatales.

La disfagia o alteración de la eficacia de la deglución puede causar desnutrición si no se detecta a tiempo. Debido a esta desnutrición, además de la pérdida de peso, hay pérdida de masa muscular, que produce un empeoramiento del estado funcional de los pacientes, aumentado la probabilidad de secuelas más severas y de dependencia del paciente para todas las actividades de la vida diaria. Adicionalmente, la disfagia dificulta en gran medida la calidad de vida y genera complicaciones que pueden ser muy graves, tales como desnutrición, deshidratación, neumonía por aspiración e, incluso, se puede asociar con una mayor mortalidad.

Joven con mascarilla. Unsplash.

«La disfagia orofaríngea hay que sospecharla sobre todo en pacientes con enfermedades neurológicas, tanto en agudas (como en algunos infartos cerebrales), como en enfermedades degenerativas (ELA, esclerosis múltiples, demencia)», comenta Suárez.

«Los profesionales sanitarios deberían preguntar por síntomas de alerta siempre en estos pacientes. Cuando la disfagia está constatada, hay que procurar adaptar la dieta, usando espesantes para los líquidos para alcanzar una consistencia con la que la deglución sea segura, y por otro lado evitar alimentos que puedan desencadenar la disfagia, como los fibrosos, dobles consistencias (como sopa de fideos, arroz con leche), frutas acuosas, etc. Es el médico y/o enfermera/o el responsable de proporcionar unas recomendaciones nutricionales para disfagia», añade Suárez.

La estimulación sensorial para tratar la disfagia

En el caso de los pacientes neurológicos y personas mayores con disfagia, se encuentran déficits sensoriales orofaríngeos, que pueden generar un mayor riesgo de broncoaspiraciones. La rehabilitación de este deterioro sensorial en personas con disfagia se considera un objetivo potencial para su tratamiento.

Los especialistas señalan que la estimulación sensorial juega un papel fundamental en la respuesta deglutoria. El uso de agonistas naturales (aquellas sustancias que permiten despertar sensores en la boca en los pacientes que tienen riesgo de atragantarse), como puede ser el mentol, ha mostrado mejor deglución en estos pacientes.

Estas sustancias agonistas generan una estimulación sensorial en el cerebro que activa los mecanismos para una correcta deglución, ayudando al paciente a notar el alimento en la boca y a moverlo de manera adecuada, evitando así que el alimento desvíe su ruta hacia los pulmones. De esta manera, se mejora la sensibilidad del reflejo deglutorio, se acelera la respuesta al tragar, y se consigue reducir los atragantamientos en un 50 por ciento y el residuo de alimento que queda en la faringe en un 67 por ciento.

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