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Los riesgos del ‘sharenting’: un pederasta puede tener la foto de tu hijo en su ordenador

En muchas colecciones de imágenes de abusadores de menores se han encontrado fotos no sexualizadas de niños y niñas. Están en las redes sociales.

Los riesgos del ‘sharenting’: un pederasta puede tener la foto de tu hijo en su ordenador

Los padres y madres milenials son más proclives a compartir imágenes de sus hijos en las redes | Unsplash

La foto de la primera ecografía, la del nacimiento con la hora exacta, el lugar y su nombre y apellidos. Son sólo algunos ejemplos de sharenting, el hábito de algunos padres y madres de compartir contenido de sus hijos en Internet de forma continuada. Pero pocos se dan cuenta de que son la puerta de entrada gratuita al cibercrimen. Y es que el 81% está en Internet antes de cumplir los seis meses, según una encuesta de AVG en diez países. En THE OBJECTIVE te contamos cuáles son los riesgos de publicar las fotos de tus hijos en las redes sociales.

Los niños aparecen en las redes incluso antes de nacer, en el 23% de los casos. Sus padres publican imágenes de las ecografías durante el embarazo e incluso la fecha y la hora del nacimiento.

En nuestro país, el 89% de las familias comparten alrededor de una vez al mes contenidos de los más pequeños de la casa en plataformas como Facebook, Instagram o TikTok. El sharenting es cada vez más común y hay quienes lo aprovechan para su propio beneficio.

De hecho, en 2030 se prevé que casi dos tercios de los casos de fraude en línea se habrán dado por compartir información personal de menores por Internet, un problema que tendrá un coste de 800 millones de dólares, según afirma Barclays.

¿Qué es el ‘sharenting’?

Esta práctica es la que se conoce como sharenting, en inglés. Viene del verbo compartir (share) y paternidad (parenting). Se trata de un fenómeno que se resume en compartir informaciones, vídeos y fotos de nuestros hijos en Internet y redes sociales. El problema es que se comparten momentos de la intimidad de los hijos, algo que puede afectar a su identidad digital futura.

Pero hay más riesgos que derivan de esa sobreexposición. «Pueden darse suplantación de identidad, fraude en línea, victimización por grooming o cyberbullyng o que ese contenido se convierta en material de explotación sexual infantil», advierte Irene Montiel, profesora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experta en victimización infantil online.

Imágenes no sexualizadas de menores

En menos de 10 años, los contenidos de abuso sexual infantil en la red se han incrementado un 1.815 %, pasando en 2013 de 13.343 páginas web a 255.571 enlaces en 2022, según datos recientes de la Internet Watch Foundation. Entre este material, hay fotos de violaciones e imágenes sexualizadas de menores, pero muchas otras no lo son.

¿Esta sobreexposición está alimentando las redes de pornografía infantil? Entre la población existe la idea generalizada de que las personas que coleccionan imágenes de explotación sexual infantil sólo coleccionan las más graves, pero no es así.

La realidad es que las imágenes no sexualizadas de niños y niñas están especialmente presentes en las colecciones de los agresores duales, es decir, los que no solo consumen material de explotación sexual infantil, sino que también abusan de menores. Es decir, los más peligrosos, explica la investigadora del grupo VICRIM.

El informe ‘Perfil del detenido por delitos relativos a la pornografía infantil’ señala que el 72% del material incautado a agresores duales penados, es decir, pedófilos que además abusan físicamente, eran imágenes del tipo 0 en la escala CIESI. El nivel 0 corresponde a imágenes no eróticas ni sexualizadas de niños total o parcialmente desnudos, provenientes de fuentes comerciales, álbumes familiares o fuentes legítimas. Es decir, fotos cotidianas.

Usos pedófilos de los contenidos

Las actuaciones de fin de curso se suelen colgar en YouTube para que los padres tengan un recuerdo de esos momentos. Y en las vacaciones de Navidad o en las de verano, los progenitores y familiares tienen más tiempo libre, están con los hijos todo el día y son más proclives a compartir fotos o anécdotas.

Y mientras más material se comparte, el riesgo crece. «No pensamos en que esa inocente foto de mi niña jugando en la playa pueda acabar en las colecciones de abusadores de cualquier lugar del mundo o que pueda usarse como reclamo en un perfil falso para embaucar y seducir a otros niños y niñas de los que abusar», reafirma Montiel.

YouTube es una de las plataformas que se ha comprometido con la lucha contra los usos pedófilos de sus contenidos, algo que descubrió en 2019. En los comentarios de vídeos aparecen timestamps ―aún hoy lo hacen―, marcas de tiempo en las que se indica el minuto y los segundos exactos en que ocurre algo que puede tener una connotación sexual para estos individuos. También ocurren en Instagram, Facebook o TikTok.

«Es código en clave que marca un momento en el que se puede intuir una sexualización del niño o de la niña para informar a su propio grupo», comenta Montiel. Al ser comentarios neutros, no violan las políticas de la plataforma y son difíciles de detectar. Aunque la mayoría de este contenido se mueve en la internet profunda o deep web, también lo hay en la internet superficial, la que usamos en nuestro día a día.

Sin embargo la frontera es difícil de limitar y la idea es no llegar a prohibir cualquier imagen que muestre un menor. Con todo, en España se estima que hay alojadas el 2% de las páginas de explotación sexual infantil, pero nuestro país es el primer consumidor de Europa y el segundo del mundo.

Riesgo de ‘grooming’

A ello se suma otro gran problema: los menores que están cada vez más presentes en el mundo digital y normalizan el uso de redes sociales, pasan a tener un móvil propio y esto ocurre cada vez a una edad más temprana. El móvil suele ser un regalo estrella, por ejemplo, para las comuniones. La edad media en España para el primer smartphone son los 10 años, según Unicef (2022).

«Eso está aumentando el grooming y el sexting. Cada vez hay más niños y niñas que están autoproduciendo este tipo de materiales», advierte Montiel. El grooming se basa preparar a un menor en línea para implicarlo en actividades sexuales dentro o fuera de la red, e incluye la solicitud de imágenes o vídeos sexuales producidos y compartidos por ellos mismos como resultado de un proceso de manipulación, de engaños o extorsiones.

Según datos de Internet Watch Foundation, de las 255.571 páginas web en las que se realizaron acciones durante 2022, más de las tres cuartas partes (el 78 %) contenían imágenes autogeneradas, en su mayoría, realizadas por menores de 11 a 13 años. El informe advierte que hay un fuerte repunte en 2022 en la franja de menores de 7 a 10 años, con un aumento del 129 % en comparación con el 2021.

Los niños aparecen en las redes incluso antes de nacer, en el 23% de los casos. | Unsplash

¿Por qué sobreexponemos a nuestros hijos?

En España, el 89 % de las familias comparte alrededor de una vez al mes contenidos de sus hijos en Facebook, Instagram o TikTok, según el informe EU Kids Online. Compartir es algo cotidiano, casi automatizado para muchos. La generación milenial (nacidos entre 1981 y 1993) se adaptó a las redes sociales de adolescentes, y hoy esa generación tiene descendencia.

Hay otro factor adicional. La red de contactos suele mostrar entusiasmo por este tipo de imágenes y esto «incentiva que se intensifique su compartición, dado que, al fin y al cabo, lo que casi todos andamos buscando en los medios sociales no es otra cosa que la máxima aceptación social», explica Ferran Lalueza, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC e investigador del grupo GAME

La diferencia con los zentenials, que han nacido entre 1994 y 2010, es que ellos ya se encuentran en su infancia con ese desarrollo tecnológico. A diferencia de los milenials, la también conocida como generación Z es más consciente de lo que es la identidad digital y es más cuidadosa con lo que quiere proyectar, explica Sílvia Martínez, directora del Máster de Social Media de la UOC e investigadora del grupo GAME.

La seguridad total no existe al compartir imágenes de nuestros hijos en redes sociales, no hay posibilidad de hacer «un buen sharenting o de aplicar medidas para que así sea. La decisión está entre publicar o no publicar imágenes de niños y niñas. «Una mirada ingenua puede no ver el uso que otros pueden hacer de ellas, especialmente con las herramientas existentes para editar y manipular esas imágenes, por eso es importante ser consciente de todos los riesgos asociados a esta práctica y velar por proteger su identidad y privacidad», concluye Martínez.

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