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Crece el debate sobre prohibir los móviles en el aula: «Hay daños en toda una generación»

En España, hasta tres comunidades autónomas ya han vetado su uso, así como varios países de Europa

Crece el debate sobre prohibir los móviles en el aula: «Hay daños en toda una generación»

Un alumno utiliza el teléfono móvil sobre el libro de texto. | Pixabay

El Gobierno de los Países Bajos anunció el pasado 3 de julio un plan para prohibir los teléfonos móviles en las clases de secundaria, ya que considera que estos aparatos suponen un obstáculo y una distracción para el aprendizaje. La orden, susceptible de ser ampliada también a la educación primaria, afecta asimismo a tabletas y relojes inteligentes. La directiva del Ejecutivo neerlandés deja también margen para que los propios centros puedan introducir normas más restrictivas, por ejemplo vetando el móvil no sólo en las clases sino también en el resto de las instalaciones.

La iniciativa de La Haya se suma a la de otros países europeos como Francia, Italia, Grecia, Suecia o Finlandia, que también han vetado los móviles de las aulas. En España, esta clase de prohibiciones están en manos de las comunidades autónomas y, hasta ahora, Castilla-La Mancha (pionera en 2014), Galicia y la Comunidad de Madrid ya han dado el paso de restringir los teléfonos de los espacios educativos.

El debate sobre la cuestión aumenta y no de forma caprichosa. Sólo hay que mirar los datos. En 2017, la revista Applied Cognitive Psychology publicó las conclusiones de un experimento que dividió a varios estudiantes en cuatro clases: una donde el uso del móvil estaba permitido, otra donde se permitía pero no se utilizó, una tercera donde los móviles fueron retirados y una cuarta donde no se dio ninguna directriz. A los alumnos se les proyectó una conferencia en vídeo de 20 minutos de duración. Los que mejor contestaron al test posterior fueron por mucho aquellos a los que se les había requisado el teléfono.

El problema también afecta a los universitarios: la Western Carolina University publicó un estudio en 2015 en el que analizaba la comprensión de un grupo de estudiantes de primer año de Psicología. Los que mandaban mensajes de texto durante la clase sacaron significativamente menores calificaciones que aquellos que no usaban el móvil.

«Este desastre educativo no puede salir gratis»

En nuestro país, una de las grandes cruzadas contra el uso de dispositivos electrónicos en las aulas es Catherine L’Ecuyer, experta y divulgadora en educación. En conversación con THE OBJECTIVE, la autora de Educar en la realidad (libro que ya en 2015 advirtió de los riesgos de las tabletas en las aulas) afirma que «las tabletas y los móviles nunca deberían haber entrado en las aulas de los colegios, salvo para clases de tecnología».

L’Ecuyer señala que existe un número de creciente de estudios que apuntan los efectos negativos de las pantallas, tales como pérdida de atención, impulsividad, pérdida del sentido de relevancia, bajada del vocabulario o interferencia en el proceso de la lectoescritura. «Es una lástima que hayamos tenido que esperar a ver los daños en una generación entera para reaccionar», remacha.

La reacción, eso sí, ya ha comenzado. La autora del best-seller Educar en el asombro pronostica que en los próximos dos años tendrá lugar una «ola de desdigitalización masiva en las aulas en todo el planeta». No obstante, L’Ecuyer opina que España estará a la cola de ese movimiento por varias razones. En primer lugar, porque en nuestro país se tiene «demasiada devoción a la homeopatía educativa». También porque «muchos colegios se han atado de pies y manos con las tecnológicas y no tienen libertad contractual para dar marcha atrás». En ese sentido, L’Ecuyer pide que se exijan responsabilidades a los directores de los centros: «Ese desastre educativo no puede salir gratis». Por último, la experta señala que no se escucha lo suficiente a los profesores y padres descontentos con las pantallas, una acusación en la que señala de forma particular a un sector de la escuela concertada: «En algunos de esos centros se invoca la libertad educativa para mantener sus conciertos, no tanto para hacer caso a sus padres».

Pese a la contundencia de sus palabras, L’Ecuyer no hace una enmienda a la totalidad a la tecnología, pero sí llama a «replantear el concepto de competencia digital». Para la divulgadora educativa no es tan imperativo que los jóvenes aprendan a usar dispositivos en clase porque «la tecnología [ya] está diseñada para ser intuitiva y fácil de usar». En cambio, «lo que realmente importa es que los alumnos sepan, por ejemplo, prestar atención ante la abundancia de información, reconocer la información falsa, reconocer lo relevante y lo que no». «La mejor preparación para el mundo online es el mundo offline», concluye L’Ecuyer.

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