El enemigo común al que se enfrentan todos los ejércitos: el calor de su armamento
Lo último en tecnología de disipación de calor está basado en el alineamiento de nanotubos de carbono
La guerra se está tecnificando como nunca. Láseres de alta potencia, sensores de diverso tipo, emisores de microondas, radares para la detección de drones, emisores de señales que confunden a misiles; lo último en aparecer a esta pléyade es la aplicación de inteligencia artificial. Todo ello rodea a los soldados, y tienen un problema común: generan calor, mucho calor.
Puede que todos esos sistemas protejan mejor a los ejércitos, los hagan más eficientes, y neutralicen las amenazas, pero generan un nuevo problema. Es que puede afectar de manera directa a aquellos que los manejan: los golpes de calor, con consecuencias funestas en muchas ocasiones. Y es algo que ocurre en todos los ejércitos del planeta.
Más cacharros encima
A finales de año, todos los pelotones desplegados en áreas de combate del ejército estadounidense llevará añadido a su equipamiento básico un sistema que les defienda de drones. Desde equipos logísticos y hasta equipos de reconocimiento llevarán una mochila de unos 25 kilos que sea capaz de desviar este tipo de aeronave. La dolorosa experiencia ucraniana les ha enseñado que son un blanco fácil para este tipo de ataques, y han obrado en consecuencia.
El ejército USA comprará cientos de sistemas portátiles de escáner y agua procedimiento de derribo o al menos desvío, obtenido de la miniaturización de elementos ya probados en la guerra electrónica. El Tío Sam gastará casi cien millones de dólares para equipar, entrenar y desplegar el sistema, denominado Manpack de Equipo de Combate de Brigada con Sistema de Capa Terrestre.
Los soldados de operaciones especiales tienen un mantra, «light is better», que podría traducirse como «cuanto más ligero, mejor». Al equipo básico de operaciones hay que sumar ahora el de este escudo invisible, que pesa y ocupa espacio. Lo peor no es esto, sino el calor que emite. Los mecanismos de refrigeración conocidos pueden quedarse cortos ante las necesidades de evacuar la temperatura generada, y se teme que añada más penosidad a los activos en el campo de batalla. Y no queda ahí la cosa.
Las miras electrónicas más avanzadas desprenden calor, las radios personales también, así como los nuevos cascos con realidad aumentada tipo IVAS desarrollados por Microsoft, los visores nocturnos, y toda la electrónica que rodea y cada día más a los soldados. Si además el teatro de operaciones está situado cerca de los trópicos, o en zonas desérticas, el problema se incrementa.
El ejército estadounidense ha detectado que el 16,7 % de sus fuerzas han reflejado golpes de calor con consecuencias de consideración —incluso letales—, con especial incidencia en los meses de verano. Tanto es así que han desarrollado un dispositivo electrónico que, adherido a su piel, es capaz de prever esta situación, o al menos de detectar sus primeros síntomas. Toda la novedosa aparatología electrónica que cada día más equipan a las fuerzas militares está elevando los efectos de esta situación. Esto les ocurre a todos los ejércitos; los cuerpos se fuerzan, se llevan al extremo, y a veces conduce a consecuencias muy graves.
Los drones, el arma de moda y que ha cambiado la guerra, también sufren. De los sencillos aparatos, que eran poco más que juguetes de aeromodelismo, se ha pasado a sofisticadas plataformas con múltiples sensores, conexiones vía satélite, y con inteligencia artificial aplicada a sus funciones básicas. Esto equivale a potencia de proceso, y por lo tanto, calor.
A mayor altura, por norma general, suele haber menor temperatura ambiente, pero esto tan solo alivia lo que puede convertirse en una interrupción en las funciones. Por ello, la compañía Skyfront ha presentado un dron refrigerado por agua destinado a operar en áreas de alta temperatura como son los entornos desérticos. La firma californiana está especializada en aparatos multirrotor, que levantan cargas y vuelan durante mucho tiempo.
Su modelo Perimeter 8+ equipa un motor refrigerado por agua y una aviónica resistente al calor, diseñada para trabajar sin descanso a temperaturas en torno a los 50 grados Celsius. El problema no reside tanto en sus motores, como en las baterías. Cuando los acumuladores se calientan, reducen su vida útil, corren el riesgo de incendio, y se degradan con mayor rapidez. Durante pruebas en la base de misiles White Sands, del Ejército de los Estados Unidos, soportó temperaturas operativas muy por encima de las habituales.
Y más arriba
El rumor apunta a que el Ministerio de Defensa planea adquirir, no se sabe cuándo, medio centenar del exitoso Lockheed Martin F-35… pues también pasa calor. El Pentágono lanzará en fechas próximas un concurso para la revisión del sistema de refrigeración de la aeronave. En constante evolución, la acumulación de temperatura en funcionamiento se ha visto desbordada ante las mejoras y el incremento de sistemas alojados a bordo.
Los motores son el mayor generador de calor de la aeronave, pero los subsistemas añadidos necesitan compensar los 80 kilovatios de calor que generan. Honeywell, el diseñador del sistema con el que nació la aeronave, propone modificaciones tanto en los ya construidos como en los venideros, mientras que su competido Collins Aerospace, propone rehacer todo el sistema, denominado Sistema de Gestión Térmica y de Potencia (PTMS).
La solución
Y hay una solución, aunque está por desarrollarse. Hasta hoy se han usado aletines metálicos que se usan como disipadores de temperatura, cascadas de ventiladores como en los ordenadores domésticos, o más avanzados procesos basados en radiadores de aceite o líquido, vagamente similares al de los coches. Pero la última propuesta es algo completamente distinto: nanotubos de carbono.
No son aplicables a todos los casos, y es un procedimiento que tiene ya unos años. La novedad reside en el alineamiento de dichos nanotubos, en su disposición. Si se consigue, y al parecer no es un proceso sencillo, se logran cotas de «aireación» de todo aquello que rodea superior a ningún otro sistema de refrigeración conocido, incluso superiores a las que aporta el uso de diamantes. La idea, desarrollada por la compañía Carbice, es que abarque a los cinco ámbitos de combate, y disipe el calor de un enorme número de sistemas.
La inteligencia artificial o la computación cuántica avanzan a toda máquina y está generando nuevas necesidades tecnológicas que acabarán en el mercado comercial antes o después.
Si el primer lugar donde se verán estas soluciones será en dispositivos portátiles de tropas desplegadas, satélites, buques de guerra, aviones, y vehículos terrestres, sin duda acabará en ordenadores domésticos y al final, en nuestros bolsillos. Es otra guerra dentro de la guerra, en esta ocasión contra un nuevo enemigo: el calor, y contra ese, en verano, luchamos todos.