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El Ejército ruso deja aviones en tierra porque no se fía de la falsificación de piezas

La fuerza aérea de carga del Kremlin se encuentra muy mermada y lastra sus operaciones en Ucrania

El Ejército ruso deja aviones en tierra porque no se fía de la falsificación de piezas

Vladímir Putin en la cabina de un avión militar. | Wikimedia

Se la han colado a Vladímir Putin. Los encargados de mantener la flota militar estratégica del Kremlin han detectado piezas falsificadas en los trenes de aterrizaje de sus aeronaves. Ante las dudas, el alto mando de las fuerzas aéreas rusas ha decidido mantener en tierra varios de sus aparatos hasta que se aclare el asunto y se logre dar una solución a algo que pone en peligro a sus aviadores y flota.

Al menos cinco aviones de transporte militar Il-76MD-90A han sido inmovilizados debido a este problema. Se calcula que las fuerzas aéreas del Kremlin tienen unos dieciocho de estos aparatos, así que han perdido casi la cuarta parte de su flota de carga. Con un conflicto armado en marcha, esto es un revés para su ejército, que ve mermada su capacidad de maniobra.

Fuerza aérea mermada

La alarma saltó cuando los encargados del mantenimiento comenzaron a detectar un desgaste prematuro en las piezas afectadas: cojinetes basados en rodillos. Se desconoce la fecha exacta de cuándo comenzaron los problemas y desde cuándo los aparatos fueron retirados del servicio. Sí se sabe que ha sido desde primavera para acá, y fue gracias a publicaciones de fuente abierta. Por ello, medios rusos como Kommersant informaron de que fue en algún momento entre 2017 y 2022 cuando los elementos afectados llegaron a los almacenes militares.

Los cojinetes hacen girar todos los mecanismos relacionados con los trenes de aterrizaje y soportan el peso del conjunto. Han de funcionar bajo unos estrictos controles de calidad, so pena de incurrir en riesgo de provocar accidentes.
Tal y como se recibieron estos elementos del proveedor, fueron remitidos a la fábrica de aviones militares Aviastar SP en Ulyanovsk, al este de Moscú. Esta compañía, fundada en 1976, ostenta el récord de la fábrica de aviones más grande del mundo, mayor que las instalaciones de la propia Boeing en Seattle. Las instalaciones son tan grandes que hasta tiene sus propios campos de labranza, donde se cultiva la comida que reciben sus trabajadores. Allí se fabrican casi todos los Antonov, Tupolev e Ilyushin que vuelan por el mundo.

La recepción de estas piezas va siempre acompañada de certificados de calidad generados en origen, y todo apunta a que estos eran tan falsos como los propios cojinetes. De aspecto igual a los requeridos, su calidad y resistencia es bastante peor. Los documentos adjuntos exponían que el origen de dichas piezas era el adecuado y que había sido aprobado por el Ministerio de Defensa ruso. No era así, y esa es la razón por la que la judicatura de Moscú ha iniciado una investigación.

El problema para el ejército ruso es aún peor de lo que parece. Los Il-76MD-90A han sido un objetivo para Ucrania desde su invasión en febrero de 2022. De acuerdo con el proyecto del conflicto, que investiga en fuentes abiertas Oryx, redes sociales y noticias publicadas, al menos seis Il-76 han sido dañados o destruidos desde el inicio del conflicto.

En enero, Rusia acusó a Ucrania de derribar un Il-76. Según fuentes oficiales, transportaba prisioneros de guerra ucranianos. Ucrania, por su parte, declaró que había sido engañada para derribarlo. En septiembre de 2023, otros dos aviones resultaron dañados, y al menos otros dos fueron destruidos en un aeródromo ruso situado a unos 400 kilómetros de la frontera con Ucrania. Este ataque en concreto suscitó una especial preocupación sobre la capacidad de Rusia para proteger su propio espacio aéreo.

Si las cifras son correctas, y los aparatos dañados se solapan con los dejados en tierra, es bastante posible que la flota de aviones cargueros de Moscú esté, como mucho, en la mitad de sus capacidades.

La proverbial robustez del armamento ruso está empezando a hacer aguas debido a este tipo de incidentes con proveedores externos al país. Esta tendencia puede que haya ido a mayores a cuenta de las restricciones a la exportación de bienes y tecnología, en especial la relacionada con la industria militar.

Se sabe que la producción de aviones como el Su-57, o el tanque T-14 Armata de última generación, están retrasando mucho su producción, que está muy lejos de la prevista. Del caza furtivo de quinta generación —hay analistas que apuntan a que no llega a este nivel—, el Kremlin encargó 76 unidades en 2019 y se sospecha que apenas hay dos decenas en servicio.

Un tanque que no está

Más duro es lo del Armata, un tanque muy avanzado, si lo comparamos con los existentes en el arsenal ruso. Su concepto deja atrás problemas bien conocidos en sus predecesores, el T-72 y T-90, como no aislar los explosivos de la cabina donde viajan sus tripulantes. Muchos de los que pisaron suelo ucraniano no saltaron por los aires debido a impactos o drones, sino a las explosiones de su munición detonada por simpatía. Sus tripulaciones podían haberse salvado de haber dispuesto su letal cargamento en el exterior, o una zona aislada.

El Armata es realmente avanzado y basa muchas de sus capacidades en componentes electrónicos que, debido a las restricciones de venta a Rusia, sus constructores no pueden conseguir. El blindado de última hornada le vendría de perlas a las fuerzas que invaden Ucrania y aún no ha sido visto ni una sola vez por aquellas latitudes.

Cambio de reglas

El ejército ruso sacaba pecho en tiempos de la Guerra Fría, en los que tendía a mostrar a sus fuerzas siguiendo la doctrina de la Segunda Guerra Mundial: la masividad de su ejército, la cuantía inagotable de recursos humanos y la fuerza bruta. La guerra moderna está basada en otros elementos, mucho más basados en la tecnología y el ahorro de recursos, y Rusia se ha quedado descolgada en este sentido.

Moscú no está ganando una guerra que en principio dio por ganada en menos de una semana; ni siquiera se está enfrentando a armamento de última generación, sino más bien a excedentes y material de segunda de origen occidental. No se debería desdeñar la fuerza del oso ruso, pero cada día queda más claro que no es lo que fue. Y en cuanto a los cojinetes… la corrupción en el ejército tampoco les ayuda.

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