Belén López y Gema Moneo no paran de bailar. En esta ocasión lo harán juntas por primera vez. Aunque nacidas en dos extremos geográficos de España, en Tarragona la primera y en Jerez de la Frontera, la segunda, hacen que el flamenco siga convirtiéndose en un espacio de unión y de creación sin fronteras. Forman parte del exclusivo cartel del II Festival Flamenco de Club en el Café Berlín en Madrid que comenzó el pasado 2 de noviembre con la magnífica actuación de Pepe Habichuela. The Objective ha conversado con ambas cuando faltan pocas horas para la presentación de este par.
Desde pequeña sabían que había nacido para bailar. Belén López a los cinco años ya había actuado en presencia de Antonio el Bailarín y Pilar López, a los siete ganó el concurso televisivo Bravo Bravísimo y actuó junto a Ángel Corella en el Teatro de Madrid. Con nueve y 11 años representó a España en la Feria Internacional de Turismo Inturfest en San Petersburgo. En 1999, se mudó a Madrid y comenzó a actuar en los mejores tablaos como Casa Patas. Este año presentó el espectáculo Flamenca en el Festival de Jeréz y en el Festival Madrid Flamenco.
Por su parte, Gema Moneo a los cuatro años (sí, cu-a-tro) comenzó a dar clases con Manuela Carpio. A los 13 años ya bailaba en los mejores tablaos de Jerez y con 18 años comenzó a formar parte de la compañía de baile de Juan Manuel Fernández Montoya mejor conocido como Farruquito. Pertenece a la importante saga de cantaores de ‘los Moneo’. Ahora se prepara para el show en el Berlín.
En este festival «vamos a entregar un poquito de nuestro corazón, como siempre», expresa López. El escenario es ideal ya que no tiene las dimensiones de un gran teatro y eso lo convierte en un lugar que tiene las características esenciales del flamenco.
«Estoy preparando una ‘bulería por solea’, una ‘seguirilla’, muchas cosillas. Yo estoy atacada», dice, por su parte, Gema Moneo que tiene 27 años y exhala humildad en cada frase que pronuncia: «Estoy muy emocionada, es un privilegio bailar con Belén».
Por su parte, López cuenta que el Café Berlín es «un espacio que se parece al flamenco porque es directo. Este arte se ha llevado después a los teatros para hacerlo espectáculo, pero el flamenco no nació como espectáculo. Es más fácil llegarle a la gente así porque el público te escucha hasta respirar, hasta el calor que desprendes del cuerpo». En esta ocasión no hay hilo argumental por lo mismo: se busca la pureza y la verdad del flamenco original.
Belén López es flamenco día y noche. El famoso «ser flamenco es un estilo de vida», en ella se cumple al pie de la letra y cuenta su método para lograr tanta belleza y arte en sus presentaciones. Gema Moneo cuando habla uno siente que baila. Tiene arte hasta pare eso.
A la pregunta cómo se siente llevar el apellido ‘Moneo’ responde: «Es una gran responsabilidad. Mi crianza me ha llevado a desarrollarme en este mundo un poco por casualidad». El famoso ‘cantaor’ Juan Moneo, su tío, fue uno de sus grandes maestros. “Hay genios que marcan y él es uno de estos”. Los Moneo, eran nueve hermanos y tres se dedicaron al cante. La admiración que siente hacia sus familiares también la siente hacia Farruquito con quien todavía trabaja. “Trabajar con Farruquito es una maravilla, es aprender en todo momento”. A la pregunta cómo definiría a Farruquito responde: “Lo definiría como mi espejo”. Afirma que lo que más la mueve es el cante, incluso más que los acordes de la guitarra. Lo lleva en vena.
El camino a la excelencia
«Para ser bueno en algo le tienes que echarle muchas horas. Tienes que ser tu mejor versión, porque ser la mejor es muy relativo, pero sí hay que ser lo mejor que se pueda. Eso se logra estudiando mucho. Si no quieres bailar, no hay ningún problema, dedícate a otra cosa pero consigue esa mejor versión en lo que hagas», comenta López. Sus clases en la prestigiosa escuela de flamenco Amor De Dios (Madrid) suelen estar repletas de estudiantes. El amplio salón del mítico centro de estudios se convierte en una fusión de sudor, palmas, compás y libertad cada vez que arranca con sus: «Siete, ocho, nueve, diez…». Sí, también de libertad. «Estamos en un momento en el que constantemente se habla de libertad de expresión y cuando de verdad llega el momento de ser libre, como en un aula de clase o bailando, nos cortamos mucho, pero para eso estamos los profesores para decir: ‘tira para adelante que nosotros estamos para corregir. No se puede corregir antes de andar, hay que caminar primero».
Conversar sobre sus clases le saca una sonrisa de inmediato en el rostro: «Me encanta dar clase. Empecé con mucho miedo porque le tengo muchísimo respeto a la enseñanza y a la gente que me ha aportado. La palabra ‘maestro’ es diferente a la de ‘profesor’. El profesor enseña y el maestro te deja una huella ahí para siempre». Cuenta que sentía que no sabía que podía enseñar y, poco a poco, descubrió algo: «No es que yo tenía algo que enseñar, sino que los alumnos me dan y yo también. Se convierte en un intercambio».
Moneo coincide con López en que para ser bueno «hay que echarle muchas horas», aunque comenta que la intensidad de sus entrenamientos varían de mes a mes. «Hay algunos de absoluta disciplina y otros más suaves. Cuando estás montando es como si no existiese el tiempo». Para la jerezana lo más difícil de dedicarse al flamenco es «el propio flamenco que es muy complejo». «Una cosa es dedicarse al flamenco, que lo lleves como una forma de vida, y otra es que te guste».
–Qué vale más: ¿el talento o las horas?
Belén López responde: «Es una mezcla. Hay gente que por más que trabaje, se le va a notar que lo que logra es trabajado, y aunque eso es admirable, es menos natural. También está el artista cómodo que no estudia y que tiene arte. Mi forma de trabajo es una mezcla de talento y trabajo. Busco que el trabajo y la técnica no borren la verdad y el sentimiento que es el flamenco».
El esposo de López Rafael Jiménez ‘El Chispas’, uno de los más prodigiosos cajistas, la volverá a acompañar en la presentación en el Café Berlín. Han trabajado mucho juntos desde antes incluso de ser pareja. Hoy en día tienen dos hijos. «Es de ahí de donde nos alimentamos a la hora de trabajar. Desde que somos padres vemos todo diferente. Aprovechamos mucho más el momento en el escenario y de crear».
-Un consejo para los jóvenes que quieran dedicarse a este arte.
«Que den el paso. El flamenco es un mundo que ofrece muchas satisfacciones. Y no. No tiene fronteras. Tengo muchas amigas que tienen mucho conocimiento sobre el flamenco y son mexicanas, argentinas… Hay una afición fuera brutal y muy buena. He visto a niñas muy jovencitas fuera de España con un conocimiento muy importante. Es que el flamenco enamora y es adictivo», sostiene Moneo.
-¿Se valora más el flamenco fuera de España?
«La verdad es que acá ha sido muy poco valorado. Los poquitos festivales que se hacen es lo que tenemos. Yo estoy empezando y esos son los escaparates donde nos podemos mostrar pero no son muchos. Es verdad que uno puede llegar a hacer giras por España, pero no es tan común. Los espectáculos se limitan entonces a los festivales y resultan muy puntuales», critica Moneo.
–Se habla mucho de ‘flamenco nuevo’ en este festival, ¿como se podría definir el ‘flamenco nuevo’?
«Es que hay muchas vertientes. Algunas cosas que se consideran flamenco dentro de esas ramas yo creo que no son realmente flamenco, pero también hay flamenco. No quiero dar nombres, pero el flamenco viene de una represión muy grande y de la necesidad de expresar algo bajo cuerda. La gente cantaba sus fatigas mientras trabajaba en cosas muy duras o mientras la pasaba mal. El flamenco nace de la fiesta y del pesar y eso no se puede perder. Cuando esto se pierde, se pierde es el respeto al flamenco. Se está utilizando el lenguaje flamenco para hacer otras cosas y no es que sean malas, pero creo que se le debería dar otro nombre», sostiene López.
Utiliza el ejemplo del ballet clásico y de la danza contemporánea para explicar esto de manera clara. Señala que un bailarín de contemporáneo tiene que aprender a bailar clásico, pero después los movimientos son muy distintos. «En el clásico los movimiento son abiertos y en el contemporáneo son completamente paralelos y cerrados. El clásico es lírico y en el contemporáneo los bailarines hasta se pueden arrastrar por el suelo. Entonces si uno compra entradas para ir a ver el ballet de El lago de los cisnes y te encuentras a gente revolcándose por el suelo vestida de pato, eso no se puede llamar ballet clásico sino que lleva otro nombre, es contemporáneo. Lo mismo pasa con el flamenco. No se le puede faltar el respeto», añade la catalana.