El cambio climático o la religión única
Desde que a finales de los 90 se redactó la Carta de la Tierra, la cuestión del clima ha ido creciendo poco hasta convertirse en una hidra bíblica que acapara titulares en una prensa secuestrada a la democracia
Desde que a finales de los 90 se redactó la Carta de la Tierra, la cuestión del clima ha ido creciendo poco hasta convertirse en una hidra bíblica que acapara titulares en una prensa secuestrada a la democracia
“¡Hola Facebook! ¡Por fin tengo mi propia página!”. Con esa bienvenida, Obama ha dedicado su primer vídeo en la popular red al mito del siglo XXI: el cambio climático.
A partir de ahora, guarde cuidado con lo que dice porque si a usted se le ocurre defender que la vida de un ser humano es más importante que la de un árbol o una ardilla, podría arder en la hoguera por hereje. Así se las gasta la reciente ecología, que aparenta ser una ciencia aunque sus verdaderas y oscuras intenciones la llevan a afirmarse como la religión única del Nuevo Orden Mundial. Su éxito se basa en mezclar verdades y mentiras y en elaborar un discurso proyectado directamente a la emotividad en vez de a la racionalidad.
Desde que a finales de los 90 se redactó la Carta de la Tierra, la cuestión del clima ha ido creciendo poco hasta convertirse en una hidra bíblica que acapara titulares en una prensa secuestrada a la democracia. Quien cuestiona la verdad oficial del credo medioambientalista es un blasfemo, un iconoclasta, por ello la filantrópica prensa ignora a prestigiosos científicos cuyos análisis han desmontado por completo este descabellado dogma de fe.
La Carta de la Tierra es en realidad un artificio ideológico para camuflar algo muy grave: hemos entrado en una nueva revolución cultural que niega y ataca las diferencias congénitas entre hombre y mujer, entre seres humanos, vegetales y animales, tratando de imponer unas nuevas leyes y derechos contrarios a la propia naturaleza.
El expresidente soviético y antiguo jefe de la KGB Mijaíl Gorbachov es uno de sus principales redactores y la definió así: “Es el manifiesto de una nueva ética para un nuevo mundo, un decálogo de la Nueva Era que deberá aplicarse a todo el sistema de ideas, a la moral y a la ética para construir un nuevo modo de vida. El mecanismo que usaremos será la sustitución de los Diez Mandamientos por los principios contenidos en esta Carta o Constitución de la Tierra. La ecología es el centro de este nuevo sistema de valores y la globalización debe ser el concepto en el que se base el éxito de la Carta”.
Quien tengo oídos que oiga porque en cuatro palabras lo ha dicho todo. Para el Nuevo Orden Mundial, su vida y la mía no valen más que la de un árbol o una ardilla y si el buen desarrollo de la globalización precisara destruir poblaciones enteras, lo hará por el bien de la Tierra. ¡Los derechos humanos han muerto! ¡Larga vida a la ecología!
El enemigo número uno de la humanidad no es el clima. Sigue siendo el propio ser humano, cuya mente perturbada y enferma no cesa de crear nuevos monstruos.