¿Cómo puede ser que a España le vaya bien y, al mismo tiempo, a los españoles les vaya mal?
Nuestra economía crece, pero cada vez más hogares se quejan de que llegan justos a fin de mes
Últimamente, no hay bolo que Pedro Sánchez no aproveche para sacar pecho de su gestión.
«¿Esto quiere decir que la economía española va bien?», se preguntaba en uno de ellos tras felicitarse por todo el empleo creado. «No», aclaraba a renglón seguido, «esto quiere decir que la economía española va como una moto».
La expresión es zafia y poco refinada, pero convendrán conmigo en que no faltan argumentos que la avalen.
Crecemos más que nadie…
En el primer trimestre de este año el PIB registró un aumento del 0,6% respecto al cuarto de 2022. En términos interanuales, hablamos de un crecimiento del 4,2% y la verdad es que, a la luz de estos números, se puede opinar lo que se quiera, pero no que estemos estancados.
Y no lo dice solo el Instituto Nacional de Estadística.
Según Eurostat, España es el país de la Unión Europea que más crece. No el país que más crece «de los grandes», como habitualmente se matiza, sino el país de la Unión Europea que más crece. De todos. Nuestro ritmo es casi tres puntos superior a la media continental.
…creamos cientos de miles de empleos…
Del frente laboral también llegan buenas noticias: entre enero y marzo se registró un avance del 0,4% en horas trabajadas.
Esta abstracción igual no les dice mucho, pero el INE tiene la amabilidad de traducirla a puestos equivalentes a tiempo completo y le salen 426.000 en un año. Por poner la cifra en contexto, recordemos que Felipe González ganó las elecciones de 1982 con una mayoría aplastante después de prometer que crearía 800.000 trabajos no en un año, sino en una legislatura (promesa que, por cierto, incumplió).
…y exportamos como nunca…
¿Y no estará detrás de esta expansión la larga mano del Estado, inflando artificialmente nuestra musculatura con los anabolizantes de las ayudas europeas, las subvenciones y los planes E?
No en el primer trimestre, en el que el gasto público se anotó una caída del 1,6%.
A diferencia de lo que sucedía antes de 2008, cuando progresábamos de la mano casi exclusiva de la demanda interna, ahora es la externa la que tira del convoy. Estamos batiendo récords en turismo y las exportaciones de bienes y servicios aumentan a doble dígito (10,2%), en buena medida como consecuencia de que nos hemos vuelto más competitivos.
Porque, también en abierto contraste con nuestra tradición, registramos la tercera inflación más baja de la UE.
…pero los hogares no llegan a fin de mes
A la vista de semejante batería macro, es difícil llevarle la contraria al presidente.
Y sin embargo, el barómetro de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores de mayo pasado reflejaba que el 56% de los hogares llegan justos a fin de mes, un 50% más que hace un año. Y un 12% directamente no puede cubrir sus gastos.
¿Cómo es posible que a España le vaya bien y a los españoles les vaya cada vez peor?
Bienvenidos a la ínsula Barataria
La explicación de la paradoja tiene que ver con el modo en que se calcula el PIB.
Esta magnitud se obtiene sumando las demandas interna y externa. La primera compila el gasto en bienes y servicios que realizan los agentes económicos (personas, empresas y Gobierno) durante un periodo determinado. La demanda externa es, por su parte, la diferencia entre lo que se vende y se compra fuera.
Un ejemplo ayudará a entender mejor el concepto.
Pensemos en una imaginaria ínsula Barataria del rey Sánchez. En 2020 consumió 100 unidades de lo que fuera, exportó 50 e importó 50, de modo que su PIB al final de ese ejercicio fueron las 100 unidades consumidas, más las 50 exportadas y menos las 50 importadas, es decir: 100 + 50 – 50 = 100.
Un choque asimétrico
Supongamos ahora que al año siguiente el precio del gas se dispara como consecuencia de una guerra y el poder de compra de los isleños se reduce.
El consumo de los hogares se verá lógicamente afectado, digamos que en cinco unidades. ¿Y la demanda externa? Los choques energéticos no afectan a todos por igual. Barataria, en concreto, cuenta con un abastecimiento de gas bien diversificado y su factura eléctrica se encarece menos que la de sus socios comerciales, de modo que gana competitividad y les coloca más mercancía que antes, digamos que cinco unidades adicionales.
Finalmente, como los artículos extranjeros se han encarecido más por culpa de la diferencia de inflación, los baratarios importan cinco unidades menos.
Al término de 2021, el PIB insular se compondrá, por tanto, de las 95 unidades consumidas, más las 55 exportadas y menos las 45 importadas, es decir, 95 + 55 – 45 = 105. La economía ha crecido nada menos que el 5% y el rey Sánchez se apresura, como es natural, a convocar una rueda de prensa para celebrarlo.
Barataria va como una moto
Pero esperen, que hay más, como en la teletienda.
Porque al año siguiente las importaciones vuelven a caer en otras cinco unidades, pero como los heroicos baratarios mantienen el gasto (a costa del ahorro o endeudándose), pues el PIB sumará las mismas 95 unidades de consumo de 2021, más otras 55 de las exportaciones y menos las 40 de las importaciones, es decir, 95 + 55 – 40 = 110. ¡Otro aumento de (casi) un 5%!
Barataria va viento en popa, pero a los baratarios el agua ya les llega al cuello.
Eso es lo que ha estado pasando en España. Como explica Funcas, «el mayor crecimiento con respecto a lo inicialmente estimado, tanto en el último trimestre de 2022 como en el primero de 2023, procede de una mayor aportación del sector exterior, derivada, más concretamente, de un peor comportamiento de las importaciones: cuanto menos crecen las importaciones, mayor es el crecimiento del PIB».
Adiós a la fantasía
¿Cuánto puede mantenerse esta desconexión entre la realidad a pie de calle y la oficial?
Llegará un momento en que las familias se queden sin ahorro ni crédito y su gasto se desplome. Ya ha empezado a suceder, de hecho. Tanto en el último trimestre de 2022 como en el primero de 2023 el consumo privado registró fuertes caídas y acumula «casi un 3% de retroceso», dice Funcas, «con respecto [a setiembre del año pasado]».
Y todavía queda por encajar la subida de tipos de interés.
«El traslado hacia las cuentas de los hogares hasta ahora solo ha sido parcial» y se manifestará en toda su intensidad después del verano. Para entonces, la ilusión macroeconómica se habrá esfumado y nos encontraremos en plena desaceleración, pero tampoco habrá campaña electoral y Sánchez no necesitará ya la moto.