Els Joglars y su sátira demoledora contra las redes sociales
La compañía catalana celebra sus seis décadas con ‘¡Que salga Aristófanes!’ donde dispara contra en el concepto de corrección política y el poder destructor de las redes sociales
¿De qué modo la corrección política y la cultura de la cancelación atentan contra la literatura y los clásicos? ¿Cuán libres somos en un mundo invadido por redes sociales donde la decodificación de nuestras conductas es, en muchas ocasiones, falaz, o, parafraseando a Umberto Eco, aberrante? A través de la sátira, Els Joglars, una de las compañías teatrales europeas más prestigiosas y longevas, crea un espectáculo desopilante, ¡Qué salga Aristófanes!, y celebra así sus 60 años de vida con su 40° producción.
José Redondo es un erudito, un catedrático de Filología Clásica, quien tras haber perdido su puesto en la universidad, naufraga emocionalmente y es ingresado en un Centro de Reeducación Psicocultural. Por momentos cree ser el mismísimo Aristófanes, adalid de la libertad, el comediógrafo griego autor de Las ranas, Las nubes y Las aves, sátiras contra los pensadores y la política de su tiempo, y Lisístrata. Teatro dentro del teatro, el espectador ingresa en el mundo helénico en fragmentos de obras de Aristófanes que propone este profesor/autor/director, representadas por otros pacientes.
Els Joglars no golpea ni incomoda al espectador, pero lo interpela, lo sacude y produce aquel efecto milenario que definió Aristóteles en su Poética: la catarsis. ¡Que salga Aristófanes!, cuya dramaturgia pertenece a la compañía, coproducida por Teatros del Canal y la Generalitat de Catalunya, arranca no solo carcajadas, sino aplausos durante la función.
Ramon Fontserè, como José Redondo, es un hombre orquesta, pues dirige y protagoniza ¡Que salga Aristófanes!, Este artista ha obtenido en 2000 el Premio Nacional de Teatro por su interpretación en Daaalí y en 1998 el Premio Max de las Artes Escénicas de la Sociedad General de Autores de España (SGAE) por su interpretación en La increíble historia del Dr. Floit & Mr. Pla. ¡Que salga Aristófanes! está también integrada por Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Alberto Castrillo-Ferrer y Angelo Crotti, quienes despliegan su cuerpo y su expresión, atravesada por elementos del mimo y el clown, con una inmensa destreza en el escenario –un jardín donde transcurre la acción– con varios desniveles.
Els Joglars irrumpe en la escena española en 1962 con un estilo mordaz, valiente y de exploración de diversos lenguajes. Junto con Carlota Subirós y Anton Font también se encuentra Albert Boadella, quien dirigió la compañía durante cinco décadas y montajes como La torna [en 1977 padecieron la acción de un consejo de guerra militar por esta obra donde recreaban los asesinatos de Puig Antich y Heinz Chez, en 1974, en Cataluña], Ubu President, El Nacional o Teledeum y Daaali. En 2012 Fontserè sucede a Boadella y continúa este camino escénico. En un universo de individualidades y egos, la compañía resiste y se mantiene unida, en particular en aquellos procesos de ensayos donde, fieles a sus orígenes, se retiran al campo, en Pruit, en la finca El Llorà más precisamente, a 120 km de Barcelona, donde construyeron en 1976 una cúpula geodésica donde funciona el cuartel creativo de Els Joglars.
«Quien pide hoy que el arte sea correcto le pide a un elefante que sea insecto»
«Quien pide hoy que el arte sea correcto le pide a un elefante que sea insecto», lamenta el profesor y el espectador se pregunta quién ha perdido realmente la cordura, si aquellos que miran el pasado y lo evalúan, con los ojos del presente, o quienes defienden los valores de la tradición y extraen las enseñanzas de lo clásico. ¿Cuán en sus cabales están quienes comparten su privacidad en las redes sociales y linchan pública y virtualmente a otros? Hay que destacar un logro de esta producción. La obra, fiel al teatro del mundo clásico, mantiene su espíritu popular y a la vez crítico y de denuncia de célebres textos hacia los vicios que tientan al espectador. En este caso, la cancelación, los tabúes, la ultracorrección y las redes sociales se convierten en los tiranos de la vida posmoderna.