Harry Styles o cómo deslastrarse de lo comercial y definirse a uno mismo

¿Quién diría que un cantante prefabricado por uno de los productores más cínicos del pop se convertiría en un personaje interesante y original? Nadie, probablemente, pero lo cierto es que Harry Styles -que anunció el lanzamiento de un nuevo disco este mayo- ha roto el molde del que salió y se ha construido una identidad propia. Cantante, icono de estilo y actor, este joven británico se ha abierto paso en una era en que la competencia existe hasta en Youtube e Instagram… y ha marcado su propio camino. Pero, ¿cómo pasó?

Harry Styles cantaba desde niño. Tenía una máquina de karaoke y estaba en una banda en su colegio. Con solo 16 años entró como concursante en The X Factor y, tras ser eliminado, fue incluido -junto a otros tres jóvenes que no llegaron a la final- en la competencia de grupos, todo con las manos y el olfato de Simon Cowell involucrados (no por nada el insultante productor es millonario). De esta sagaz maniobra salió One Direction, la boy band que marcó a las nuevas generaciones. El grupo tuvo éxito instantáneo y en solo cuatro años (de 2011, cuando firmaron su contrato discográfico, a 2015) sacaron cinco discos. Las giras, el estudio y la presión eran intensas y en 2016 la banda anunció que se tomaría un descanso… del que nunca volvió. 

Pero Styles no pretendía quedarse sentado. Como otros líderes de bandas antes que él, optó por una carrera en solitario y la jugada la salió muy bien. Pero ¿quién era Harry Styles sin la difusa personalidad de One Direction? Resultó que era también rockero, que era amante de la moda, que era un ser andrógino y discreto (aunque también muy abierto so bre sí mismo), un defensor de causas y discriminados y un fan de músicos como Stevie Nicks, Joni Mitchell o David Bowie. Ah y también resultó que es buen actor. 

Pero vayamos por partes. El primer álbum de Styles tuvo un previsible éxito… eso a pesar de romper de cierta manera con su carrera anterior. Su corazoncito también amaba el rock, no solo el pop. Y ¿quién decía que no podía hacer ambos? Porque eso es algo que define a este joven. Una serie de por qué nos que marcan su apertura ante todo, su encontrarse a gusto sin ubicarse en ningún extremo. 

Styles ama la moda. Y la ama en todas sus expresiones, masculinas, femeninas y unisex… como un buen representante de su generación, no cree en las etiquetas de género que dictan el estilo. Se viste cómo quiere. Y eso es llevar un traje o una blusa. Un mono vaquero o un bolso y una pamela. Una corbata o un collar de perlas.

Styles es un embajador de Gucci (es imagen de su fragancia unisex), pero también adora los diseños de Saint Laurent, por ejemplo, o los hallazgos vintage, o una sudadera de las Spice Girls. En general es un icono de estilo por su propio peso (co-dirigió la gala del Met en 2019 junto a Lady Gaga y Alessandro Michele). Juega con las expectativas, abre caminos y disfruta explorar. 

Lo mismo, se podría decir, pasa un poco con su música. Nació como un producto pop y se ha ido abriendo paso entre las leyendas del rock: homenajeó a Stevie Nicks en el Kennedy Center porque la admira y porque es una muy buena amiga; rastreó a Joni Mitchell para una tarde de merienda y una lección de dulcémele; hizo reír al célebremente serio Van Morrison…

Es también, sin querer adueñarse o ser embajador, un rostro amable para quienes sufren discriminación. Lleva en su guitarra la bandera gay, una pegatina de Black Lives Matter y otra de poner fin a la violencia armada. Sus conciertos son un espacio abierto, y lo dice. En una famosa ocasión ayudó, junto al público, a una asistente (que llevaba una pancarta que decía “voy a salir del armario gracias a ti”) a salir del armario en vivo… al siguiente concierto la chica fue con su orgullosa madre. Incluso cuando se trata de su propia sexualidad Styles no quiere definirse. A pesar de que sus relaciones han sido con mujeres, el artista no cree en etiquetas… ni siquiera lo hacia cuando estaba en One Direction y se esperaba de él que siguiera ciertos guiones prefabricados de niño guapo del pop. 

Styles es una especie de extraño libro en proceso, como esos ejercicios de cádaver exquisito que suman oraciones al parecer inconexas pero que luego tienen todo el sentido del mundo El cantante sigue las enseñanzas del centro de meditación trascendental de David Lynch y ve obsesivamente una entrevista de Bowie en que habla de ser auténtico y arriegsarse, pero también escucha a Steely Dan y adora los coches. Y es también actor. Debutó en Dunkerque, de Christopher Nolan, como uno de los silenciosos soldados, ahora ya forma parte del universo de Marvel (hizo una aparición sorpresa al final de Los eternos y su presencia futura está garantizada) y saldrá en la próxima Don’t Worry Darling, segunda película de Olivia Wilde, que protagoniza junto a Florence Pugh. 

Y las posibilidades parecen infinitas. Aún su ejercicio de cadáver exquisito está siendo escrito y nuevas facetas se suman, una tras otra. En mayo sabremos en qué consiste su nuevo álbum, pero lo cierto es que si algo puede esperarse de este jovencito británico es exploración, atrevimiento y más, siempre más.