Brenda Navarro narra las historias del desarraigo latinoamericano en España
La autora mexicana publica ‘Ceniza en la boca’, una novela sobre los efectos y sensaciones de la migración
La autora mexicana Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) llega a Barcelona algo cansada debido a la promoción de su libro. Horas antes había estado en Valencia, ahora le toca Barcelona y un día después se irá a Sevilla. «Los trenes me agobian un poco y sé que todo el día va a ser así como complicado, pero que esto solo pasa una vez en la vida», me dice risueña.
Brenda Navarro está en la ciudad condal por la promoción de Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022), una nueva novela que viene con grandes expectativas luego de publicar Casas vacías, libro que ya lleva seis ediciones vendidas en España y con el que consiguió el Premio Tigre 2020.
Si en Casas vacías se exploraba la maternidad, con Ceniza en la boca narra una polifonía de temas que están hilados por el suicidio del hermano de la protagonista y, cómo ésta, una joven migrante mexicana, va viviendo su viaje por el desarraigo y duelo.
Ceniza en la boca nace de una noticia de «2019 de un chico en Madrid que se aventó desde el quinto piso y me dejó muy tocada porque todavía sigo sin poder responderme el por qué. ¿Por qué alguien tiene el arrojo de hacer eso más allá de si está bien o está mal?». Brenda Navarro comenta que el arrojo de esta acción le «interesa mucho porque, seguramente, todas las personas en algún momento decimos hasta aquí, no quiero más, me duele mucho esto o estoy cansada o lo que sea, pero tener el arrojo de hacerlo, además de una forma tan cruda, da mucho que pensar».
Más allá del suicidio, las temáticas subyacentes son claves para la historia de la protagonista: la maternidad, la migración, el desarraigo, la ausencia paterna, el racismo en España o la violencia armada en México cubren por completo las ciudades por las que transita una joven migrante, quien ha tenido que encargarse de su hermano desde muy joven cuando la madre decide migrar de México a España buscando un mejor futuro.
Es a partir de ese futuro que la familia completa, madre, hija e hijo, terminan migrando y comienzan las otras líneas narrativas que tienen, como principal referente, el desarraigo. «Creo que el desarraigo tiene mucho que ver con lo que te estás preguntando todo el tiempo -como migrante- quién eres y a quién le estás haciendo el performance para tratar de encajar en el mundo». Esta forma de encajar tiene que ver con el viaje del héroe que inicia la protagonista, quien «está muy molesta porque ha tenido que crecer de golpe», madurar y hacerse adulta al hacerse cargo de muchas responsabilidades, sobre todo, al hacerse cargo de su hermano. «Es lo que le pasa a Diego -el hermano- y a la protagonista, porque en realidad la protagonista es la que cuenta las cosas de Diego, pero es el viaje de esta protagonista a través del desarraigo y de no saber qué hacer con todo ese dolor y no tener con quién trabajarlo, que decide llegar a ese momento de ser adulta».
Maternidades, sacrificios y nuevos tipos de familia
En Ceniza en la boca las madres son múltiples, todas las mujeres cumplen la función de cuidar: desde la abuela de la protagonista que cuida a los hermanos cuando la madre debe migrar hasta la propia protagonista cuidando de su hermano antes y después de la migración.
«Yo creo que la madre de lo que se da cuenta es que están viviendo en un mundo de mierda y que eso no va a cambiar. Además trató de hacer las cosas correctamente: casarse, tener una familia, y no le funcionó en absoluto». Es por eso que la figura de la madre principal decide «aventarse hacia lo desconocido” que, quizás, es “una forma muy dolorosa pero muy responsable de decir vamos a pasar por este proceso tan difícil de separación, de delegar, de sufrir un montón de estereotipos» y de culpas -ese ‘por qué te fuiste’-, pero que en el fondo suceden para que la madre pueda ayudar a migrar a sus hijos y estar juntos sin «cuestionarse si es buena madre o no».
Creo realmente que es mucho mejor tener este tipo de familias desestructuradas ya que son puntos de fuga al modelo -de familia- tradicional
Navarro también cree que la figura materna pasa de la madre a la hija porque los hermanos mayores tienden a cuidar de los más pequeños. «Es algo que culturalmente relegamos a los hijos mayores. No sé por qué. Es una putada, la verdad» afirma.
Entendiendo cómo se intercambian los roles familiares en la novela podemos entender que las familias no son nucleares. «Yo creo que el modelo de familia tradicional es más de clase media, la verdad y, probablemente, de clase más altas. Pero ahí hay otro tipo de relaciones y dinámicas en las que no me voy a meter porque además no estoy muy segura de conocerla. No sé aquí en España, pero en América Latina nunca hemos tenido familias tradicionales, nunca. Siempre han sido nuestras tías, nuestras primas, nuestras abuelas quienes nos acompañan y las mamás, trabajen o no, siempre tienen un papel mayor. No son solo madres, no son solo tías. Siempre hay personas involucradas en esto y creo que está normalizado que sea justo como una crianza colectiva, aunque a la vez ni siquiera creo que nos lo pensemos. Creo realmente que es mucho mejor tener este tipo de familias desestructuradas ya que son puntos de fuga al modelo tradicional y eso, además, ha permitido que a lo mejor las leyes sean mejores en América Latina».
Narrar el suicidio adolescente
Ceniza en la boca toca muchos temas, sin embargo, lo que abre el camino de la narración es la memoria de la hermana por ese hermano menor que se ha suicidado que, sencillamente, no sabe por qué lo hizo.
La intención de la autora en la novela «era tratar de quitar lo doloroso. Esa una imagen casi pornográfica que tenemos del suicidio» e intentar darle la vuelta y «volverla un poco musical para distraerla de la imagen de violencia a la que estamos acostumbrados con los muertos, con la sangre» y, más allá de la lírica al expresar un hecho tan controvertido, cómo no, de hacer entender qué cómo son las relaciones con la adolescencia.
«¿Qué forma estaba yo tratando de tener en relación con la adolescencia, con este prejuicio como adulta?», se pregunta la autora. Es por eso que toda la novela es un paralelismo entre la sensación de desarraigo del migrante versus la sensación de extrañeza de la adolescencia. «Es un dolor muy grande no saber quién soy y, cómo no me siento adaptada en ningún lado, no te lo voy a compartir».
Aunque la autora no tiene respuestas para entender por qué se suicida un adolescente, la narración de ser un adolescente migrante crea nuevas luces para entender esa doble necesidad de arraigarse a algo y, al no ocurrir, comienza el dolor. «Lo que sí creo es que deberíamos de exigir es, entender que los adolescentes son personas, que también tienen la capacidad de decidir si se quieren matar o no, porque lo están haciendo. No es que yo me lo estoy inventando, lo están haciendo y, si tienen esa capacidad, ese arrojo de hacer ese algo, tendríamos que empezar a mirarlos como personas, no como personas tuteladas».
Ser migrante en España
Ceniza en la boca transcurre entre México y España. En España entre Madrid y Barcelona. La migración como punto de fuga e intento de mejorar las vidas de los protagonistas. Sin embargo, no siempre la migración es como se espera. En la novela el sueño de Europa se ve opacado por la cantidad de trabajos precarios que mantienen las dos protagonistas -la madre y la hija- o por el bullying en el colegio hacia el hermano.
Para la autora cada migración es diferente, todo depende de la capacidad económica, del color de la piel y del propio background del migrante. «Cuando migras tienes mayor conciencia de muchas cosas del lugar al que llegas. Conciencia que los que viven en ese lugar a lo mejor no tienen y por eso tenemos esa facilidad de criticar ciertas cosas que para nosotras son muy obvias y, para la sociedad a la que llegas, no. En ese sentido creo que eso es muy positiva la experiencia migratoria, porque justo con este conocimiento mucho más amplio es que podemos ir generando ciertos cambios en las relaciones que tenemos con las personas. Lo que pasa es que no somos conscientes de eso».
A pesar de lo positivo individual y socialmente que pueda significar esta experiencia migrante para la conexión de vínculos y nuevos puntos de vista, para Navarro el resto de las experiencias migratorias son terribles, sin embargo y, a pesar de haber incluido esta crítica en su novela, cree, que hay muchas personas más interesantes para comentar sobre el tema que son activistas o conocedores, aunque cree que muchas veces esos activismos pueden ser contradictorios. «Por ejemplo, aquí en Barcelona, cuando yo vivía, sí que me causaba mucho conflicto estos movimientos de feministas que apoyaban a las trabajadoras domésticas y en aquella época las dejaron justo ponerse en primera fila en la manifestación, pero cuando las mujeres se iban a manifestar a los hoteles para pedir sus derechos, no había nadie que las apoyara. Eso me daba un montón de coraje y lo tenía que sacar por algún lado en la literatura».
Es en la literatura donde también explora el prejuicio hacia el inmigrante y la necesidad de crear guetos entre los que migran. «Aunque las personas migrantes quisieran integrarse, les van dejando solo unos espacios en donde pueden moverse libremente». No es de extrañar que la novela relate como Diego, el hermano menor sufre de acoso escolar que es la forma de la autora de narrar «la violencia estructural» que ocultan las diferencias: «como no eres español, me molestas». Para Navarro es inaceptable porque no solo sucede en la escuela: «lo he escuchado, además de profesores muy cultos que sabes que no solo son profesores, sino que se desenvuelven en lugares de la comunidad cultural, intelectual, que sienten el prejuicio hacia lo latinoamericano».
El prejuicio no solo se queda ahí, aumenta dependiendo del color de la piel. «No estoy muy segura de que todas las personas racializadas podamos entrar a todos los lugares, tampoco de que quieran convivir con nosotros, porque existe ese prejuicio y no sé cuál es el prejuicio o, es que en verdad lo sabemos muy bien. Lo que sí es estoy muy segura es de que no son las personas migrantes las que no se quieren integrar totalmente, es por eso terminan generando sus redes».
En España siguen creyendo que tienen una injerencia muy fuerte en Latinoamérica y realmente nosotros como latinoamericanos no lo vivimos así
La historia también aumenta el prejuicio: cómo se ha venido contando a España y lo que es ser español con respecto a Latinoamérica. «En España siguen creyendo que tienen una injerencia muy fuerte en Latinoamérica y realmente nosotros como latinoamericanos no lo vivimos así. Es una narrativa que ellos se han creado, se siguen creando y la conversan entre ellos, porque nadie más está hablando de ese tema. Entonces, quienes tienen un problema de percepción de la realidad ante el mundo es España. Nosotros que venimos aquí por todas las razones que tú quieras, pero es precisamente ahí donde está el golpe que tenemos los migrantes con esta sociedad, ya que creemos que estamos en el mismo espacio y cuando vienes te das cuenta de que siguen creyendo que vivimos en la colonia y no es así, por eso es un problema de percepción de ellos, no es un problema de Latinoamérica. Ellos son los que se creen ese cuento todavía, pero nadie más»
La literatura como respuesta
Así como no se siente estandarte para hablar a profundidad de los problemas de las mujeres de limpieza doméstica que han resultado casi siempre siendo migrantes o, sobre el suicidio adolescente, Navarro encuentra sus propias respuestas en la literatura. Es ahí donde se explaya y encuentra complejidad de respuesta a las dudas que le rondan por la cabeza. «Generalmente, cuando no tengo respuestas, suelo acercarme a la literatura porque soy una persona que se la pasa siempre encontrando respuestas».
El proceso creativo y literario para Brenda Navarro «es un dolor» que trae y no sabe como acomodar, «así que la única forma de poder explicárselo al mundo es mediante una historia».