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Morir de amor: la intimidad mística de Teresa Wilms Montt

Se reeditan los míticos ‘Diarios íntimos’ de la poeta y escritora chilena Teresa Wilms Montt, un icono del protofeminismo y protoanarquismo latinoamericano con vocación europeísta

Morir de amor: la intimidad mística de Teresa Wilms Montt

Teresa Wilms Montt | Dominio público vía Wikipedia

«Soy Teresa Wilms…  y aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya. Yo también tuve el privilegio de ser mujer. Es difícil ser mujer en este mundo. Tú lo sabes mejor que nadie. Viví intensamente cada respiro y cada instante de mi vida. Destilé mujer. Trataron de reprimirme, pero no pudieron conmigo». Así se definía la escritora chilena Teresa Wilms Montt (Viña del mar, 1893 – París, 1921) en uno de sus poemas, quien firmaría algunas de sus colaboraciones en prensa y libros como Thérèse, Tebal o Teresa de la ♰, en ese afán suyo por querer ser Otra, y cuya vida fue pura existencia de novela; una vida tan arrebatada, pasional y trágica que, durante muchos años, opacó la excelencia de su obra. A ello, se le hubo de sumar el hecho de que la crítica canónica leyó su figura en contraposición a la de Gabriela Mistral. Así, si la de esta era la pura representación de Chile, la de aquella evidenciaba el rompimiento de todo vínculo con su país natal.

En una entrevista con la actriz Francisca Lewin (quien encarnaría en la pantalla a Teresa Wilms), Tatiana Gaviola, directora de la única obra cinematográfica dedicada a la obra de la escritora chilena, Teresa, Crucificada por amor (2009), ésta confirmaba que «las mujeres aún no podemos decidir qué hacer con nuestro cuerpo: seguimos siendo reprimidas».

Imagen vía Pepitas de Calabaza y Alquimia Ed.

Una mujer errante

La errancia de Teresa Wilms Montt comenzaría a los 17 años, en 1910, cuando abandona su ciudad natal de Viña del mar junto a su marido, Gustavo Balmaceda, también proveniente de una familia aristocrática chilena y sobrino de un presidente suicida, José Manuel Balmaceda. Un hombre primero enamorado, pero pronto perdido por los celos y el exceso de alcohol. Así, el alma errabunda de Teresa (desterrada ya para siempre por su familia, quienes no aceptaban la boda) inicia un periplo por Santiago de Chile, Valdivia, Iquique y, de nuevo, Santiago. Van huyendo de la bohemia, que le era tan cara a Teresa, en contraposición a la vida aristocrática y de lujo que había vivido en su casa. Su marido, empero, no soporta su carácter indómito, sus laxos modales. Pero, por sobre todo, no soporta que le haga sombra: y es que Teresa brillaba en todas las fiestas, era el centro de atención. Y no solo por su belleza salvaje, de femme fatale, sino también por su asistemática brillantez, su indisciplinada inteligencia. De aquella época data la célebre frase (y leit motiv) de Teresa Wilms Montt: «La noche es para charlar, el día para dormir, la tarde para escribir». Y es que se ha de decir que su marido también tenía inoculado el veneno de la literatura. Así, en 1917, Gustavo Balmaceda publicaría Desde lo alto, una novela en clave; una «martirológica ficción», como dice la escritora Alejandra Costamagna. Un ajuste de cuentas. Pero, para aquel entonces, Teresa estaría ya muy lejos de su marido, tanto como en Buenos Aires.

«La noche es para charlar, el día para dormir, la tarde para escribir»

La explosión de celos se produjo (aunque todavía de manera injustificada) en el verano de 1911. La razón: Vicente Balmaceda Zañartu, primo de Gustavo Balmaceda. Sin embargo, no se consumará el adulterio sino hasta febrero de 1915 cuando se diría que, en un arranque suicida y autodestructivo, Gustavo Balmaceda invita a su primo a trabajar por el candidato de la zona, en Iquique, para apoyar la campaña senatorial de quien sería futuro presidente del país, Arturo Alessandri Palma. Ahí sí comienza entonces el romance entre Vicente Balmaceda, de veintinueve años, y de Teresa Wilms Montt, que contaba entonces con veintidós. Entretanto, habían nacido las dos hijas de Teresa: Elisa (el 25 de septiembre de 1911), y Sylvia (el 2 de noviembre de 1913). La fugaz aventura (durará apenas unos meses) provoca que se produzca un tribunal familiar, donde se dictamina que a la esposa deshonrosa y adúltera se la ingrese en un convento, además de retirarle la custodia de las niñas. Será el de la Preciosa Sangre, ubicado en Compañía 2226, en el aristocrático barrio Brasil de Santiago de Chile. Teresa Wilms Montt ingresará el lunes 18 de octubre de 1915. 

En junio de 1916, ocho meses después de su ingreso, y dando ya por muerto su arrebatado amor por Vicente Balmaceda (a quien llamaba cariñosamente Jean, Tejo y Vicho), se fuga con el también aristocrático poeta Vicente Huidobro, con quien mantendrá un breve idilio, a Buenos Aires. No volvería nunca más a Chile. Si quisiésemos forzar el simbolismo, sépase que huyó del convento disfrazada de viuda. No es atrevido afirmar que, tras su intento de suicidio del 29 de marzo de 1916 -con un frasco de morfina-, algo muy adentro de ella yacía ya muerto.  

María Teresa de las Mercedes Wilms Montt. | Foto: Dominio Público vía Wikipedia.
María Teresa de las Mercedes Wilms Montt. | Foto: Dominio Público vía Wikipedia.

Igual que le habría de suceder algunos años después, en 1933, a Maria Luisa Bombal, en Buenos Aires publicará Wilms Montt sus primeros libros. En un mismo año (1917) dará a imprenta Inquietudes sentimentales (con grabados de Gregorio López Naguil) y Los tres cantos, dos volúmenes de prosa poética firmados como Thérèse Wilms Montt (desembarazándose del apellido del marido). Por un lado, y por decirlo con Gaston Bachelard, podríamos afirmar que aquí Teresa Wilms se nos revela como una «soñadora de ensoñaciones» y desarrolla un espiritualismo de vanguardia; o dicho de otra forma, pretende develar la vida de su espíritu, de una manera espontánea y sincera, sin demasiados aderezos. Vale la pena mencionar que Los tres cantos, además del conjunto poético, incluía unos apuntes para una novela, o esbozo de un trabajo futuro que nunca llegó a concluir, bajo el título de Del diario de Sylvia.

Será en Madrid, donde pasó según ella misma los mejores años de su vida, y tras un breve e infructuoso intento de arribar a Nueva York (la confundieron con una espía alemana y no le dejaron entrar al país), donde se publiquen sus otros dos libros de prosa poética, y también ambos en un mismo año (1918): En la quietud del mármol (Casa Editora Blanco), prologado por Gómez Carrillo, y Anuarí (Imprenta Martínez de Velasco), con prólogo de Valle-Inclán. Ambos están dedicados a Horacio Ramos Mejía, poeta argentino de veinte años, que se cortó las venas delante de Teresa, el 26 de agosto de 1917, frente a la negativa de esta a formar con él matrimonio y familia. Sobre En la quietud del mármol dejó dicho Zambonini Leguizamón que se trata de «una letanía erótica de dolorosa espontaneidad; trenos de angustioso tormento». Por su parte, Valle Inclán, escribiría en el prólogo de Anuarí que los versos del libro recordaban a los versículos de un libro sagrado. Sea como fuere, ambos están imbuidos de un intenso romanticismo, caracterizado por un deseo del imposible ideal. En 1919, y de vuelta en Buenos Aires, publicaría el libro de relatos Cuentos para los hombres que son todavía niños (Otero & CO Impresores).

Tras esto, la vida de Teresa Wilms Montt andaría dando tumbos por Londres, Liverpool, Andalucía, Toledo y Ávila, aunque su residencia estaba fijada de nuevo en Madrid. Finalmente será París donde hallará la muerte, de propia mano, el dia de Navidad de 1921, por una sobredosis de veronal y causada por la imposibilidad de ver ya más a sus hijas, que se volvían con su suegro a Chile, y con quienes había retomado el contacto, en la ciudad luz, apenas un año atrás. Está enterrada en el cementerio del Père-Lachaise. Como dato curioso, podemos decir que una placa, sobre su tumba, y puesta en 1993 por el Ayuntamiento gironés de Sant Pere Pescador (pueblo de donde los primeros Montt salieron para emigrar a Chile), le rinde homenaje. 

La figura de Wilms Montt se recuperó en los años noventa del siglo XX gracias al empuje de Ruth González-Vergara, quien le dedicara una documentada biografía, Un canto de libertad (Grijalbo, 1993), y reunió su obra en Libro del camino: Obras completas (Grijalbo, 1994). Se sabe que González-Vergara custodia, con el beneplácito de la familia, varias obras inéditas aun por publicar.

Retrato de Teresa Wilms Montt por Julio Romero de Torres. | Imagen vía Wikipedia.

El hastío incurable de Teresa Wilms Montt

A pesar de que en vida no publicó ninguno de sus diarios, Teresa Wilms Montt, estando en Madrid, mandó mecanografiar los fragmentos de su diario con la voluntad de publicar un diario itinerante. Así, fragmentos de su último diario se publicaron en el mismo mes de diciembre de 1921, días después de su muerte, en la revista cultural argentina Nosotros. 

En 1922, se publica en Santiago de Chile Lo que no se ha dicho… (Editorial Nascimento). Volumen que incluye: Páginas de mi diario, Con las manos juntas, Los tres cantos, Del diario de Sylvia y Anuarí. En 1994, como dijimos, Ruth González Vergara publica los cuatro diarios juntos. Y en 2015, en Santiago de Chile, la editorial Alquimia Ediciones hace lo propio, con su libro Diarios Íntimos, con anotaciones a cargo de Julieta Marchant, además de un prólogo y un perfil de Wilms Montt por parte de la escritora Alejandra Costamagna. De esa edición bebe la nueva edición publicada en colaboración por la editorial Alquimia Ediciones y Pepitas de Calabaza. Se ha de mencionar que, en 2007, no obstante, la editorial La señora Dalloway también publicó una edición de estos diarios (libro ya descatalogado), bajo el título de Preciosa sangre.

Estos Diarios íntimos de Teresa Wilms Montt se dividen en cuatro partes. La primera, «Iniciación», es un diario no datado, dividido en 6 capítulos. Escrito originalmente en francés, fue traducido por Carolina Uberti. Está escrito en tercera persona y desde la distancia, pues la autora, ya adulta, rememora la infancia, el pasado, con una fuerte voluntad narrativa, por lo que puede considerarse más una autoficción que una instancia confesional o autobiográfica.

La segunda parte, «Bajo las campanas», está escrita ya en primera persona. Es el más extenso de todos y las entradas vienen fechadas, no solo por días, sino en diferentes intervalos horarios de un mismo día. Es, con mucho, el más intenso, arrebatado, místico y doloroso. La sufriente Teresa da cuenta de un amor que la consume (el de su amante Vicente Balmaceda), y de un encierro que la debilita. El diario va desde su viaje a Iquique en 1912 hasta un poco antes de la huida del convento de la Preciosa Sangre, donde estaba recluida.

«Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido»

El tercer diario es bastante breve. Lleva por título «Otros cielos, otras prisiones» y comienza en abril de 1917, ya fugada a Buenos Aires y camino de Nueva York. Es llamativo que no se mencione en ningún momento a Vicente Huidobro. Aquí se consigna el dolor por la muerte de otro de sus amantes, Horacio Ramos, de la cual se lamenta la autora constantemente. Además, nos hace partícipes de su segundo intento de suicidio (fallido), en alta mar, a bordo del Vestris.

En último lugar, tenemos «Peregrinaje y finitud». Es el más itinerante, autoconsciente y literario. De alguna manera, se diría, ya Teresa Wilms Montt está aquí posando para la que prevé una ingrata eternidad. Se abre así: «Este es mi diario. Soy yo desconcertantemente desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeño pequeña ante el infinito… Soy yo… Teresa de la ♰». Y se cierra con una despedida, la única entrada que escribe en París, fechada en el año de 1921. Concluye de este modo: «Nada tengo, nada dejo, nada pido. Desnuda como nací me voy, tan ignorante de lo que en el mundo había. Sufrí y es el único bagaje que admite la barca que lleva al olvido». 

Esta última página de su diario es el único texto de toda su obra que está firmando con su nombre original, Teresa Wilms.

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