Terapia de shock a la generación 'millennial'
La periodista Violeta Serrano publica ‘Flores en la basura’ (Ariel, 2022), un alegato con voluntad de manifiesto y que pretende que la generación millennial tome conciencia de su propio poder
«Cuando no hay futuro, / cómo puede haber pecado, somos las flores en la basura» cantaban los Sex Pistols en su gran hit God Save the Queen, en 1977. Espíritu punk que la periodista Violeta Serrano retoma en su libro Flores en la basura (Ariel, 2022) para plantear (también) una terapia de shock a su generación, la millennial, una generación que no hubo de tomar las riendas de su vida, que prefirió delegar, que contra generar la resistencia que habría de surgir de la frustración y el estancamiento, se debate en lamentos y lloros.
Al teléfono desde su pueblo de León, y en medio de una tormenta eléctrica que, por momentos, dificulta la conversación, nos cuenta Serrano que la idea para este libro (que comenzó a escribirse en 2017, cuatro años después de haber marchado a la Argentina por culpa de la terrible crisis económica que azotaba España, y de regreso ya en Madrid) surge, en gran medida, inspirada en la época de Margaret Thatcher, de ese momento en el que se produce una ruptura del contrato social y en el que «los jóvenes ya sabían que iba a vivir peor que aquellos que venían antes», nos dice. Esto, extrapolado a la España de 2022, significa que tenemos una generación (a la que la autora califica como «perdida» y «bisagra») que salió a la vida con ganas de comerse el mundo y, de súbito, ese mundo se cayó. La así conocida como generación millennial, a diferencia de sus padres, se vieron arrojados salvajemente a un entorno laboral desolado (crecieron con la esperanza de un futuro pleno y se encontraron una hecatombe: un erial). Asimismo, se diferencian de la generación subsiguiente (la generación Z) en el hecho de que estos últimos ya sabían a lo que venían. Por ello dice también Violeta Serrano que la generación millennial es la generación engañada, porque se le prometió un mundo que pronto se desvaneció.
Una generación que tiene dos frentes: el lado de los sobrecualificados y el otro, el frente obrero, que es el de todos aquellos que, nada más pudieron, se subieron al andamio a por los billetes fáciles de la burbuja económica. Unos y otros, sin embargo, se dieron de bruces contra la realidad: los unos se cayeron del andamio y los otros se vieron obligados a esconder casi todos sus títulos. Idénticos fracasos para dos dimensiones (no tan) diferentes.
«En España había un montón de cosas que mi generación creyó que estaban desde siempre y no es verdad. Llegamos a la vida y ya había democracia, sanidad pública y una serie de cosas que pensamos que siempre estarán ahí… pero no»
A este respecto, Violeta Serrano es clara en su proyecto. Escribe: «no puedo dar voz a los que no la tienen porque sería presuntuoso por mi parte, pero sí puedo intentar desentrañar qué es lo que nos sucede como generación a partir de mi propia experiencia personal y teniendo como espejo reciente casos tan dispares como los de la Argentina, patria en el que decidí pasar varios años e los que me convertí en emigrante económica, paradójicamente privilegiada, sobre todo adulta y del que nunca más podré irme del todo».
Y aquí es importante la experiencia porteña. Porque le hace ver a Serrano que no es lo mismo entender las cosas de manera teórica que experimentarlas en tu propia piel, en tu propia carne. «Aquí (en España) había un montón de cosas que mi generación creyó que estaban desde siempre y no es verdad. Llegamos a la vida y ya había democracia, sanidad pública y una serie de cosas que pensamos que siempre estarán ahí… pero no», nos dice Serrano. Y de eso se dio cuenta en Argentina, de cómo puede quebrar el Estado, de cómo el dinero no es más que un ente metafísico que se puede volatilizar en cualquier momento, de que todo no es más que una pura ficción.
Redefinir el valor de nuestras vidas
Violeta Serrano aventura en Flores en la basura una toma de consciencia del mundo que habitamos, nos impele a tomar la iniciativa, quiere que (re)pensemos el mundo, nos convida a poner el cuerpo e instiga a borrar la idea de la culpa. Por una visión holística de la realidad es que apuesta. Así, banquetea al lector conminándolo a «reequilibrar la balanza tomando del futuro lo mejor y reivindicando del pasado el sosiego conveniente», escribe. Debemos parar la velocidad que nos aturde, y apostar por el punto medio. Volver a los clásicos. «Creo que es importante, en el punto medio está la virtud», nos dice Serrano.
Para cambiar lo inmediato tenemos que leer (bien) la actualidad: «Estamos en un mundo cada vez más polarizado y si yo digo que esto es así porque lo digo yo, y tengo razón, entonces voy a hablarle a mi burbuja y voy a estar muy cómoda en mi burbuja, pero no voy a traspasar a las demás», nos dice Serrano. Y añade: «Estamos en un momento en el que la democracia se puede quebrar en un segundo porque estamos absolutamente divididos y la democracia se trata de escuchar al que piensa como yo, pero sobre todo al que no piensa como yo y generar consensos y eso no se nos puede olvidar», sentencia Serrano. Y concluye: «Se nos está olvidando que fuera del marco de la democracia hace mucho frío». En el libro lo expresa Serrano de esta manera: «El primer paso es dejar de creer que no hay alternativa posible. El segundo es ser capaces de desarrollar nuestra empatía y dialogar en vez de confrontar continuamente entre extremos opuestos».
«Se nos está olvidando que fuera del marco de la democracia hace mucho frío»
En este sentido, Flores en la basura es un libro propositivo, pero de protesta, de resistencia y avance, que apuesta por la Renta Básica y por redefinir el contrato social. Por resignificar las palabras y construir nuevas realidades, en la creencia que el lenguaje (re)crea el mundo y lo (re)constituye. Si en Poder Migrante ya nos urgía Serrano a la construcción de un nuevo relato, aquí se hace manifiesta la voluntad de apostar(le) a la literatura como forma de resistencia, a la creación como modo de inventar e inventariar lo posible, a través de la imaginación (y aquí conecta con las utopías mayosesentayochistas). En resumen: la imaginación en rebeldía.
Desde el punto de vista intelectual, Flores en la basura pivota sobre tres vértices. De un lado, trae de Marina Garcés su idea de la ilustración radical (la idea de que el futuro ya no es progresión sino regresión), pero también la de la «condición póstuma» y la de los «universales recíprocos» (esto es, no estancarse ni segmentarse, sino ampliar aliados y dilatar los vínculos). En un segundo plano está la idea de la vocación creativa (y su tiranía precaria) que se inspira en los escritos de Remedios Zafra. Y, por último, tenemos la paradoja de Lipovetsky, que se fundamenta en el hecho de que hoy se busca la intensidad de lo frívolo, pero sin que podamos escapar de nuestra necesidad de transcendencia. Paradoja que solo puede solventarse si nos formamos en los ideales humanistas.
Si no podemos pensar el futuro, pensemos (al menos) el presente
No podemos cambiar el mandato que tenemos, pues somos sujetos de consumo. La ironía es que no podemos serlo, «ya que no disponemos del suficiente poder adquisitivo como para responder a ese mandato y eso nos genera frustración y malestar», nos dice Serrano. Así las cosas, lo inteligente sería cambiar ese mandato. La clave es que no tenemos por qué ser lo que no queremos ser. «Este libro es como un alegato para cambiar ese destino construido que a lo mejor no es lo que queremos, que a lo mejor hay otras opciones inesperadas que nos pueden hacer más felices», afirma Serrano. Y ello pasa por permutar la idea del tener, del poseer, de la acumulación y el cálculo por la idea del ser. Porque, como bien nos dice Violeta Serrano «lo único que no puede arrebatarle a alguien es lo que es».
«Creo que estamos en un momento complejo que requiere de toda nuestra responsabilidad como ciudadanos para pedir derechos y para defenderlos, pero también obligaciones. Las dos cosas, en la misma medida»
«Mi libro es un alegato sobre el hecho de que somos dueños de nuestra realidad y de que es con ello con lo que tenemos que caminar. Y tenemos poder para construir esa realidad. Ahora bien, hay que ser valiente, hay que ser audaz, hay que saber en qué momento estamos, hay que saber dónde estamos parados y hacia dónde queremos ir, porque realmente creo que estamos en un momento complejo que requiere de toda nuestra responsabilidad como ciudadanos para pedir derechos y para defenderlos, pero también obligaciones. Las dos cosas, en la misma medida», sentencia Serrano, quien cree que este momento es el ideal para que la generación millennial capitanee esa nueva Transición española que parece tenemos al frente.
«Somos flores en la basura que quieren salir del vertedero […] Saquémonos nosotros mismos de la basura, no esperemos a que un funcionario público venga con su uniforme a despellejar los restos de las flores que huelen a podrido».