Y Michel Houellebecq nos dejó indiferentes
«No sabemos qué querría hacer Michel, pero le ha salido una novela propia de Richard Ford»
Durante muchos años, no perdí de vista el binomio forma/contenido que parecía explicar tantas cosas en la literatura. Había que escribir bonito o había que contar buenas historias o había que intentar ajustar la escritura a las demandas concretas de una peripecia, en feliz cuadratura del círculo. Los best sellers estaban mal o pobremente escritos, pero en ellos salían espías y explosiones; la novela literaria era una delicia verbal, pero sólo iba de una hoja que caía al suelo. Entre medias, sin embargo, algo ajeno a esta visión dual de la escritura empezó a tomar importancia en mi curiosidad por el asunto: era el tono.
Michel Houellebecq es un gran escritor porque posee tono propio. Según Ricardo Piglia, el tono es la actitud del que narra hacia aquello que está narrando, y la actitud de Houellebecq hacia sus personajes ha sido siempre la misma: darlos completamente por perdidos.
Junto a ellos, Houellebecq nos da por perdidos a nosotros, a Occidente, a la vida, al sexo y a la galaxia. Este tono produce frases aplastantes, tristes, casi poéticas; el párrafo en su conjunto es demoledor. Nuestro autor parece disponer de la energía justa para escribir una novela. Su pesimismo se enuncia con desgana, lo importante se dice porque, quizá, ni siquiera lo es. Las palabrotas y la explicitud son un derivado más de esta falta de fe: para qué molestarse en una metáfora. «Mamada», y ya está.
Aniquilación (Anagrama) empieza muy en la línea magistral de Houellebecq: «Algunos lunes de los últimos días de noviembre, o de principios de diciembre, tenemos la sensación, sobre todo si uno es soltero, de estar en el corredor de la muerte». Noten, por favor, el increíble entusiasmo del incipit: se le perciben a Michel unas ganas locas de escribir otra puñetera novela.
Sin embargo, este tono propio pronto desaparece. La novela, de nada menos que 600 páginas, se va espesando de hospitales y diagnósticos. Está muy documentado cómo se muere uno en los hospitales de Francia, y Houellebecq no nos ahorra nada de esa documentación, incluyendo el color de los pasillos y el nombre de todos y cada uno de los medicamentos y aparatos.
No sabemos qué querría hacer Michel, pero le ha salido una novela propia de Richard Ford (El periodista deportivo, Canadá), o sea, de realismo minucioso. Cada personaje es explorado, analizado, vestido y desvestido, acompañado por las calles y en el coche, visto subiendo y bajando de un ascensor. Es realmente pesada, durante muchos tramos, Aniquilación.
El problema con hacer una novela que parece de Richard Ford es obvio: que no eres Richard Ford y, encima, eres Michel Houellebecq.
A este ir viendo agonías hospitalarias se le suman un par de tramas menores y fallidas. Las elecciones generales en Francia dan para páginas vibrantes, como es propio de las bambalinas miserables de la política, y más en modo de combate; pero, al cabo, estas elecciones guardan poca relación con un hombre que tiene a su padre ingresado y cuyos hermanos atraviesan todos, como él mismo, una más bien tópica crisis de la mediana edad.
La otra trama es peor, algo sobre terroristas, atentados, hackeos y ordenadores zombies. Un disparate. La propia novela cierra esta subtrama afirmando que da igual, en realidad. Ni sabemos quién provocó los atentados ni por qué; pero, dice el autor, ¿qué más da?
Hombre, Michel, que nos has tenido 600 páginas persiguiendo a un genio del mal…
En Aniquilación apenas hay sexo, y de hecho en varios momentos se da a entender que el sexo ha perdido importancia en nuestra sociedad. Esto de que Michel Houellebecq renuncie al sexo es muy mala señal. Es como cuando Bob Dylan dejó el folk. Sus fans nunca se lo perdonaron.
Párrafo aparte merece la cuarta de cubierta (texto de contraportada) de Aniquilación en Anagrama. Quizá bate un récord de spoilers consecutivos. Se nos cuenta la novela hasta, exactamente, la página 509. Les recuerdo que tiene 604.
Que esté ambientada en 2027 sólo lo sabemos en la página 202 (sí, he ido anotando los spoilers), y realmente esta ambientación en un futuro cercano carece de todo significado. A diferencia de Sumisión, donde la estrategia de anticipación resultaba iluminadora, el 2027 de Aniquilación no pasa de ser una ocurrencia.
También se cuenta un montón de sueños que cualquier editor le hubiera borrado a un autor novel, y se incluyen diversas ilustraciones y mapas innecesarios que ídem.
La crítica francesa ha comparado Aniquilación con Balzac, supongo que después de comprobar que en la propia novela se cita a Balzac. No recuerdo una obra de Balzac tan funcionarialmente escrita como Aniquilación, la verdad. En general, hay que entender que una novela es balzaquiana cuando pierdes la cuenta de los personajes y salen muchas calles de París. La crítica literaria no es mucho más que eso, amigos.
Esta novela de Michel Houellebecq no es mala, desde luego, pero tampoco creo que ni el 30 por ciento de reseñas que saldrán sobre ella se deriven de haber completado su lectura. Es el típico libro que se deja en la página 200 para, después, recomendárselo efusivamente a la gente. Todavía no han encontrado un delito que encaje con esta práctica habitual.