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Cultura

Vanessa Londoño restituye la dignidad humana a los disidentes del sistema en 'El asedio animal'

Vanessa Londoño debuta en la ficción con ‘El asedio animal’, una novela que trata de restituir la dignidad humana de los que no tienen voz

Vanessa Londoño restituye la dignidad humana a los disidentes del sistema en  ‘El asedio animal’

Foto: David Amado Pintor | Cedida por la editorial

Originalmente concebida como un libro de cuentos, esta primera novela de Vanessa Londoño, El asedio animal (Almadía, 2022), que por estos días está presentando en España, comenzó a tomar forma hace cinco años, justo cuando la escritora recibió el Premio de Literatura Aura Estrada, en 2017.

Un manifiesto político

De visita para participar en el Festival Km América celebrado este mes de junio en Barcelona, nos cuenta Londoño en la terraza del hotel H10 Casa Mimosa en una tarde de sábado que, a pesar del largo tiempo de trabajo y depuración, siempre tuvo claro que El asedio animal debía ser una novela corta. Lo que fue cambiando en su planteamiento, sin embargo, fue la idea del territorio, el darse cuenta «de que no importaba que las historias las contaran personajes distintos siempre que estuvieran contando la historia de un espacio». Porque su mayor ambición fue la de que quedasen dichas las violencias asociadas a ese territorio, un territorio irreal, pero que se ubica en algún punto cercano a la costa Caribe, en el norte de Colombia. Un lugar de ficción que «veo en mi cabeza como pedazos distintos centrifugados en un mismo lugar», nos dice Londoño.

«Creo que cualquier lector latinoamericano lee El asedio animal y empieza a llenar sus vacíos con sus propias historias y su propio territorio»

Vanessa Londoño, autora de ‘El asedio animal’

Y algo parecido puede decirse de las propias historias que se narran, como nos cuenta la autora colombiana, que proceden de mixturas de muchas otras historias, escuchadas o leídas. Así, siendo un artefacto completamente ficcional y anacrónico (en el sentido de que está fuera del tiempo que sucede), las verdades del texto no son solo incuestionables, sino inevitables. Y su objetivo es muy claro: «Quería dar unas pistas de dónde podía quedar -afirma Londoño-, pero no las suficientes para que fuera muy localizable, porque creo que cualquier lector latinoamericano lo lee y empieza a llenar sus vacíos con sus propias historias y su propio territorio». Escrito con la coincidencia del pacto de paz en Colombia, en última instancia, El asedio animal es un manifiesto político que pretende enterrar la violencia en una ficción. Pues la autora tenía muy claro que «hay que enterrar la violencia en algún lugar donde habite esa desesperanza que estamos experimentando todos. Un territorio donde estas reglas no van a cambiar nunca».

Vanessa Londoño El asedio animal
Portada de ‘El asedio animal’ de Vanessa Londoño vía Editorial Almadía.

La acción de la nouvelle se sitúa en el territorio ficcional de Hukuméiji, una ciudad de la que sus habitantes huyen y a la que regresan. Así, se trata de historias que van y vienen, fluyendo en el tiempo y entre los diferentes narradores. De hecho, igual como sucede con la lluvia casi omnipresente (y es un mitema traído de Juan Rulfo) al final una voz última engloba y recoge todas las historias, ensayando esa suerte de voz coral que es el territorio que habla por otras bocas. Y esas bocas se dividen en personajes subalternos (mujeres, un niño, un hombre homosexual) y personajes dominantes (el cacique, los paramilitares, un profesor de dibujo hijo de una familia potentada). Voces que cuentan un territorio desde la experiencia directa, pero también de manera transversal.

Para ensayarlas, Vanessa Londoño se fijó en otras novelas que hablan, asimismo, de territorios: Los recuerdos del porvenir, de Elena Garro o La casa grande, de Álvaro Cepedia Zamudio, además de en la obra de Juan José Saer. De igual manera se puede hacer notar la influencia de Diamela Eltit (quien fuese profesora de Londoño), sobre todo en la visión crítica del mundo, pero también en cómo abordar los objetos de una manera oblicua (característica de la prosa de Londoño aquí).

En esa idea del balance de las jerarquías y los dominios y su restitución, en El asedio animal Londoño forja también un nuevo ideario para las diferentes cosmogonías (en particular la occidental y la de los indígenas) a las que sitúa en una relación de horizontalidad, y con ello equipara culturas, lenguas y tradiciones, borrando la idea de dominación y subordinación, en la confianza de que «violencia también es desigualdad».   

Los cuerpos ilegibles

Vanessa Londoño tiene formación legal como jurista y esto determina la vértebra central de esta novela. Traída la idea de un libro de Gabriel Giorgi, Formas comunes (Eterna Cadencia, 2014) tiene ésta que ver con la categoría de no-humanos (o animales) que se les da los disidentes, sobre todo en las cárceles. Sobre cómo aquellos que no comulgan con las reglas y normas del sistema pierden su categoría de ciudadanos y se tornan ilegibles para el sistema. Londoño lo ejemplifica en su novela a través de los cuerpos rotos, mutilados (a una mujer en la novela se le corta la lengua para que no pueda contar que no fue el cacique quien la desvirgó, a otra se le cortan las manos por haber sido acusada -falsamente- de robarle a su patrón, y aun a una tercera mujer se le cortan las piernas con una motosierra por no avenirse a respetar las tradiciones ancestrales y no ir descalza por la selva sino ponerse unas botas de caucho -como sí hacen los hombres). Y es que, hasta en la violencia hay discriminaciones: en El asedio animal los cuerpos de las mujeres son mutilados, a los hombres se les mata.

«Si piensas en el estallido social de Colombia de hace exactamente un año, lo único que bastaba para perder la condición humana era salir a la calle a protestar»

Vanessa Londoño, autora de ‘El asedio animal’

Y, aunque nos parezca esta salvaje desposesión de lo humano que se practica contra los opositores algo del pasado (de hecho, el ejemplo que cita Giorgi en su libro y que sirve de inspiración a Londoño se refiere al Brasil dictatorial de Getulio Vargas, donde el abogado Heráclito Sobral Pinto, para tratar de sacar de la cárcel al opositor Harry Berger invocando los derechos animales para defender la vida de un preso), nada queda más lejos de la realidad. «Si piensas en el estallido social de Colombia de hace exactamente un año -nos dice Londoño-  lo único que bastaba para perder la condición humana era salir a la calle a protestar». En definitiva, que esta forma de pensar el sistema legal, el hecho de que hasta qué punto el sistema te considera humano, está muy vigente.

Vanessa Londoño El asedio animal
Vanessa Londoño, autora de ‘El Asedio animal’ (Editorial Almadía, 2022). | Foto: David Amado Pintor | Cedida por la editorial.

El lugar de enunciación

Nos recuerda Vanessa Londoño la cita de Faulkner que abre su libro y que se refiere al hecho de que todas las tragedias son de segunda mano. «Todo relato de un país o de la violencia se hace a través de relatos directos, pero también a través de relatos usurpados, revendidos, robados, intercambiados». Así es muy importante saber quién cuenta y quién calla, quién tiene que aguantar que otro cuente su historia. De ahí que en El asedio animal, después de una serie de historias que se nos cuentan, se cierre la novela con la voz de la mujer a la que le cortaron la manos, que se funde con el territorio, con la lluvia, a fuerza de recoger todas las otras historias y de darles validez y de fijarlas en el territorio. Nos dice, en un largo delirio que la llevará a querer autoinmolarse: «Si me dejo ir lo suficiente puedo escuchar a la tierra escurrirse blandamente en su contacto con el aguacero y reciclarse en sus nutrientes».

Es importante, pues, ese lugar desde donde se enuncia, puesto que la exposición de los hechos desde el lado de la víctima supone el empoderamiento no solo de la voz, sino del territorio.  Dicho de otra manera (y puede verse aquí un juicio ecofeminista):  lo que expone esa voz de mujer es que la vida humana no es posible ya bajo las condiciones opresivas, subyugantes de ese territorio hostil y violento y que, tierra y mujeres deben regenerarse para que la vida, en unos términos dignos, pueda volver a darse.

De ahí procede el concepto de animalidad que maneja Londoño, y que se expresa así: «Solo reconocemos nuestra humanidad en la vecindad animal de nuestros gestos excitados». Animalidad que tiene que ver con el deseo, el deseo que es «un cuerpo que se persigue hasta saciar la impredecible geografía de su apetito», escribe Londoño. Pero también con la pérdida de la simetría del cuerpo amputado, que propone, empero, otro tipo de armonía: la que entiende que las partes mutiladas son también vida y memoria, fantasmas que, a través de la literatura, Londoño restituye y dignifica, gracias a la belleza de sus recuerdos y sus historias.

Almadía desembarca en España

Nos cuenta el director de Almadía, Guillermo Quijas, que el proyecto de Almadía en España ha estado ahí casi desde el inicio de la editorial (fundada en Oaxaca, México, en febrero de 2005), pero que fue en 2019 cuando comenzaron a trabajar más formalmente en ello, «porque sentimos que el catálogo se había afianzado de cierta forma en México y América Latina, que nuestros libros se estaban vendiendo y que conectaban con lectores. Pero sobre todo porque queríamos, y queremos, construir una editorial y un catálogo multiformato y multiregión y que nuestros libros puedan leerse cada vez en más lugares». 

Además del libro de Vanessa Londoño, este año han publicado ya otros tres títulos más en España: La mirada de las plantas, de Edmundo Paz Soldán, Mejor que ficción, con edición a cargo de Jorge Carrión y Ansibles, perfiladores y otras máquinas de ingenio, de Andrea Chapela. La idea es culminar el año con cuatro publicaciones más y esperan subir a 12 en el 2023 y llegar a 16 en el 2024, que es más o menos el número de libros que publican en México. Tienen la voluntad, también, de que «por lo menos el 80% de esos libros se publiquen en México y en España simultáneamente, y algunos también en el cono sur». 

Preguntado Quijas sobre el recibimiento de sus primeros libros en España nos cuenta que «creemos que los libros han sido recibidos con entusiasmo por el gremio español en general. Pero como todo proyecto que inicia requiere de mucho aprendizaje y sobre todo de constancia. Almadía siempre ha apostado por el largo plazo y esto es lo que estamos intentando hacer acá también.  Nosotros estamos felices y agradecidos de tener la oportunidad de compartir lo que publicamos».

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