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Joan Didion y el enigma insalvable de California

‘De donde soy’ es una mirada histórica y personal de Didion a sus orígenes en la que reflexiona sobre cómo el territorio determina lo que somos

Joan Didion y el enigma insalvable de California

Joan Didion | Imagen vía Netflix ('The center will not hold')

En una de las últimas entrevistas que Joan Didion concedió, la escritora casi no articuló palabra. Era enero de 2021 –moriría en diciembre de ese mismo año– y de la retahíla de preguntas que le lanzó la periodista del Time, un total de 16, apenas contestó 136 palabras. 136 palabras son, para hacernos una idea, unas pocas líneas más del espacio que ocupa este primer párrafo. 136 palabras son, sin duda, la clase de entrevista con la que cualquiera que se dedique a este oficio tiene pesadillas durante años.

En California, escribe en De donde soy –publicado por Literatura Random House por primera vez en nuestro país–, «existe la costumbre de hablar con monosílabos, esa manera de ser directos hasta un punto de mala educación, esa forma abrupta de iniciar y terminar llamadas telefónicas sin cumplidos, sin identificarse, sin saludar y sin despedirse, simplemente colgando». Joan Didion nació en 1934 en Sacramento, capital del estado, y aquel lugar formaba parte, sin duda, de su carácter.

Imagen de ‘De dónde soy’ de Joan Didion vía Literatura Random House.

Las piscinas de Sacramento

Escrito originalmente en 2003, en De donde soy la escritora regresa a la Costa Oeste de Estados Unidos y establece un mapa histórico y personal en dos de los géneros que dominó con soltura a lo largo de su vida: la crónica periodística y la memoria. «Nací en Sacramento y he vivido en California la mayor parte de mi vida. Aprendí a nadar en los ríos Sacramento y American, antes de las presas. Aprendí a conducir en los diques que había río arriba y río abajo de la ciudad. Y sin embargo, en cierto sentido California ha seguido siendo impenetrable para mí, un enigma agotador, igual que para mucha gente que es de allí. Nos preocupa, la corregimos y la revisamos, intentamos sin éxito definir nuestra relación con ella y su relación con el resto del país», comparte entre sus páginas. 

De donde soy es, además, una exploración de cómo el lugar determina lo que somos y nuestras contradicciones, lo que hacemos y nuestro modo de comprender la realidad. Cuando Joan Didion escribe sobre las crónicas y relatos de las travesías de los miles de inmigrantes que llegaron a la Costa Oeste devorados por la Fiebre del Oro en el siglo XIX, es personal. «El poder redentor de la travesía seguía siendo, pese a todo, la idea fija del asentamiento de California, y una idea que suscitaba una nueva pregunta: ¿de qué exactamente, y a qué coste, había sido uno redimido? –se plantea–. Cuando abandonas a otros para que ‘no te pille el invierno en las montañas de la Sierra Nevada’, ¿acaso mereces que no te pille? Cuando sobrevives a costa de la señorita Gilmore y de su hermano, ¿acaso sobrevives?».

De igual modo, cuando escribe sobre la banda juvenil de los Spurs o la industria aeroespacial y petrolera de California, del crecimiento del sistema penitenciario en detrimento de la educación, sobre los diques o el ferrocarril, es tan personal como cuando en 1979, en uno de los artículos reunidos en El álbum blanco, afirma: «Siempre he querido tener una piscina y nunca lo he conseguido (…). Las piscinas se suelen malinterpretar como símbolos de prosperidad, real o fingida, y de una especie de atención hedonista al cuerpo. En realidad, para muchos de los que vivimos en el Oeste las piscinas no son símbolos de prosperidad sino de orden, de control sobre lo incontrolable».

Y de nuevo es personal, tan personal que, algunos años antes, en 1948, cuando el padre de Didion les promete a ella y a su hermano una piscina si ambos son capaces de excavarla, ella se niega a hacerlo. «Lo que hice fue pasarme el verano leyendo las obras de teatro de Eugene O’Neill y soñando con escaparme a Bennington, donde me prepararía para una vida neoyorkina en el teatro», recuerda en este libro también. Previsora, y algo excéntrica, aquello no le vino mal después de todo. Sobre todo cuando años después se dedicó a escribir guiones de cine y a preparar la adaptación teatral de El año del pensamiento mágico

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Imagen de Joan Didion en California en el documental ‘The Center Will Not Hold’ vía Netflix.

California en la literatura de Didion

Con todo, es difícil leer De donde soy y no pensar en el resto de su obra. Para empezar porque California es un estado al que regresa con cierta frecuencia. Así, escribe en ‘Apuntes de una nativa’, una de las crónicas reunidas en Los que sueñan el sueño dorado: «Sacramento es California, y California es un lugar donde la mentalidad del pelotazo y la sensación de pérdida chejoviana se reúnen formando una suspensión inestable; una suspensión donde la mente se ve inquietada por la sospecha soterrada pero imposible de erradicar de que mejor será que aquí sí funcionen las cosas, porque aquí, bajo ese cielo inmenso y descolorido, es donde se nos acaba el continente». 

«Aquí, bajo ese cielo inmenso y descolorido, es donde se nos acaba el continente»

Joan Didion sobre Sacramento, California en ‘De donde soy’

A ese fin del mundo, a ese cielo inmenso, también, habría de volver en su primera novela de ficción, en 1963, cuando, ya instalada en la gran manzana como redactora, escribió Río revuelto (Gatopardo). «Hacía un año o dos que yo había salido de Berkeley, trabajaba para Vogue en Nueva York y estaba experimentando una nostalgia de California tan intensa que noche tras noche, usando papel carbón mangado de la oficina y la Olivetti Lettera 22 que me había comprado en el instituto con el dinero ganado haciendo colaboraciones para el Sacramento Union, me sentaba en una de las dos sillas de mi apartamento, ponía la Olivetti en la otra y me escribía a mí misma un río de California», cuenta en De donde soy.

Pero aquella, no sería la última vez en que regresara a su origen. También lo haría, de algún modo, cuando en 1970, se embarque junto a su marido, el también escritor John Gregory Dunne, en un viaje de un mes por las sureñas Lusiana, Alabama y Mississippi, «creyendo equivocadamente –escribe–, que si llegaba a entender las diferencias entre el Oeste y el Sur, que había suministrado a California una buena parte de sus colonos originales, entendería California». Aquel esfuerzo no fue del todo en vano.  Mucho tiempo después, ya en 2017, de aquel viaje y aquellas notas surgió uno de sus últimos libros de crónicas, Sur y Oeste

Imagen de Joan Didion en el documental ‘The Center Will Nor Hold’ vía Netflix.

El asunto de las serpientes

Por California también se explica la fijación de Didion por las serpientes. Cuenta la escritora en este libro que, cada vez que su abuelo veía una cascabel en la carretera, paraba el coche, se bajaba y la perseguía entre la hierba. «No hacerlo, me había explicado más de una vez, era poner en peligro a quien se adentrara más adelante en la maleza, y por tanto violar lo que él llamaba ‘el código del Oeste’», recuerda muchas páginas antes de vulnerarlo en varias ocasiones después. Sin embargo, no está claro hasta qué punto Didion no sale al encuentro de estos reptiles, en realidad. Las primeras palabras de Según venga el juego, escrita en 1970, cuya protagonista, por cierto, tiene una piscina, tienen que ver, precisamente, con las serpientes:

«Otro ejemplo, uno que me viene a la cabeza porque esta mañana la señora Burstein ha visto una cascabel pigmea entre las alcachofas y desde entonces está intratable: yo nunca pregunto por las serpientes. Por qué debería Shalimar atraer a los búngaros. Por qué habría de necesitar una serpiente de coral dos glándulas de veneno neurotóxico para sobrevivir mientras que una serpiente rey, tan similar, no necesita ninguna. Dónde queda la lógica darwiniana. Podría preguntarlo. Yo nunca lo hago, ya no. Recuerdo un incidente recogido no hace mucho en el Herald-Examiner de Los Ángeles: cerca de Boca Ratón encontraron muerta en su caravana a una pareja de luna de miel, oriunda de Detroit; una serpiente de coral seguía enroscada en la manta térmica. ¿Por qué? A menos que estés dispuesto a pensar a largo plazo, no existe una respuesta satisfactoria para tales preguntas».

Pero quizás, la respuesta haya que buscarla en El centro cederá, el documental que grabó junto a su sobrino Griffin Dunne donde la propia Didion lo explicaba ante la cámara. «La teoría dice que si la serpiente está en tu campo visual no te va a morder. Eso se asemeja bastante a cómo me enfrento yo al dolor. Yo quiero saber dónde está».

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Joan Didion junto al retrato de su esposo John Dunne | Foto de Eugene Richards vía The Red List

«Te sientas a cenar…»

El dolor, por supuesto, ya le había atravesado mucho tiempo antes de rodar el documental en 2017. Cuando no lo vio venir. «No hay ninguna forma real de lidiar con todo lo que perdemos», había formulado de modo premonitorio en las últimas páginas de De donde soy, tras el fallecimiento primero de su padre y, más tarde, de su madre. Aunque para entonces, Didion no se imaginaba cómo aquellas palabras iban a adquirir mucho más peso. 

«Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba», escribe en El año del pensamiento mágico, en el que la escritora se enfrenta a la muerte repentina de su marido. Y la vida que conocías se acaba otra vez: un año y medio después fallece su hija Quintana. «Las estaciones en el sur de California sugieren violencia, pero no necesariamente la muerte. Las estaciones en Nueva York la implacable caída de las hojas, el oscurecimiento gradual de los días, las mismas noches azulessolo sugieren la muerte. Hubo un tiempo para que yo tuviera una hija. Y ese tiempo pasó. Y todavía no he encontrado el tiempo en que no la oigo canturrearle al magnetofón», cuenta en Noches azules, el libro donde se descompone y se busca después.

«Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa. Para averiguar lo que quiero y lo que me da miedo»

Joan Didion en ‘De donde soy’

Fabulosa cronista, reconocida por reportajes como el que firmó sobre Haight-Ashbury y la cultura hippie de California, su paso por la guerra de El Salvador, o su entrevista a Linda Kasabian, integrante de la secta ‘La Familia’ de Charles Manson; Didion se convirtió con estos dos libros en la voz involuntaria del duelo. «Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué estoy mirando, qué veo y qué significa –afirmó en Lo que quiero decir–. Para averiguar lo que quiero y lo que me da miedo». Y sobre todo eso, también, tiene mucho que ver De donde soy

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