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Por qué nos fascina tanto Marte

‘La otra Tierra’ (Siruela, 2022), una obra que indaga en las razones para la fascinación que el planeta rojo ha provocado siempre en el hombre

Por qué nos fascina tanto Marte

Foto: Nicolas Lobos | Unsplash

Marte. Del color de la pasión, pero también de la sangre, del miedo. Dice lo siguiente la contra de La otra Tierra, el libro que Daniele Porretta presenta con la editorial Siruela en este 2022 de buenos ensayos: «Sede de civilizaciones tecnológicamente avanzadas o lugar de origen de extraños invasores amenazantes, Marte representa, desde hace más de un siglo, una alternativa a la Tierra, otro mundo sobre el que proyectar nuestras esperanzas y nuestros temores». Pero ¿de dónde viene, esta fascinación inevitable por este vecino planetario tan singular?

El autor lo desgrana bien en el libro yendo al comienzo de todo, que no es otro que un lamentable error de naturaleza lingüística, como tantas veces ha sucedido en la historia del mundo. El astrónomo italiano Schiaparelli realizó unos estudios de observación de Marte durante 1877 y escribió sus conclusiones en una serie de artículos que hablaban del hallazgo de una «gran cantidad de líneas en la superficie del planeta, diagonales que se entrelazaban y tejían una retícula en todas las superficies de los ‘continentes’ marcianos, los famosos canales de Marte», lo que provocó un aluvión de entusiasmo por parte de la opinión pública que creyó, al fin, que en el planeta Marte había vida inteligente. «Esta interpretación», escribe Porretta, «se justificó a menudo por un equívoco lingüístico, ya que el término utilizado por Schiaparelli para indicar aquellas líneas o canales se tradujo al inglés como canals, es decir, ‘canalizaciones artificiales’, en vez de channels, que habría sugerido un origen natural». 

«Marte se ha usado como un lugar donde proyectar nuestros miedos y deseos imaginando cómo podríamos ser en el futuro»

De aquí viene, entonces, la atribución de tantas bondades al vecino Marte, cuyo estudio geográfico se ha denominado ‘aerografía’. «Para construir esos canales tan grandes se pensó que tenía que existir una forma de vida inteligente muy avanzada tecnológicamente y por eso empezaron a creer que era el futuro de la Tierra. A partir de eso se utiliza Marte como un lugar donde proyectar nuestros miedos y deseos imaginando cómo podríamos ser en el futuro», me cuenta Daniele en un perfecto castellano durante la entrevista que mantenemos. 

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‘La otra Tierra. Marte como utopía’. | Imagen vía Editorial Siruela.

¿Necesitamos un planeta B?

El caso es que, ahora que esa posibilidad ya se ha tratado hasta la saciedad por la ciencia ficción, en la palestra hay un tema nuevo: si necesitamos un planeta alternativo. «Unos dicen que sí por si hubiera alguna catástrofe que acabara con la Tierra, y también está el proyecto de Elon Musk que propone la colonización de Marte para construir un planeta B como solución a problemas de la Tierra como el crecimiento demográfico», apunta Daniele, que considera que en la actualidad ningún país está en disposición de asumir el coste que esta misión conllevaría, amén de las consideraciones de carácter ético que surgen al calor de este debate: «Para mí el error es ir a Marte e invertir recursos cuando tenemos problemas muy urgentes que atender aquí en la Tierra». 

El argumento de Porretta es sostenido por un amplio sector de la sociedad con miras ecológicas, pero la «carrera espacial paralela» que están realizando millonarios como Jeff Bezos o Elon Musk parece imparable: «Los intereses que mueven a estas empresas son diversos: en primer lugar, la investigación científica; pero también la creación de una industria turística espacial, la venta de tecnología a los Gobiernos y, como objetivo lejano, las posibilidades de explotación de los recursos minerales de otros planetas o capitalismo extractivo», dice el ensayo en un pasaje.

Durante nuestra entrevista, Porretta apuntala su mensaje: «Tenemos que tomarnos en serio esta nueva carrera espacial porque detrás tiene no solo empresas muy potentes como las de Jeff Bezos y Elon Musk, que están recibiendo contratos muy importantes por ejemplo desde la NASA, sino también todo ese relato sobre la economía espacial, que tiene más que ver con el tema de las telecomunicaciones o la minería que con el tema de la colonización del sistema solar». 

«Todo ese relato sobre la economía espacial, que tiene más que ver con el tema de las telecomunicaciones o la minería que con el tema de la colonización del sistema solar»

Vuelve, pues, a haber un clima de marcianismo, de atención creciente hacia Marte. Incluso algunas empresas españolas ofrecen programas de instrucción para que aquellos que sueñan con viajar al planeta rojo entrenen y prueben «sus capacidades, resistencia y resiliencia hacia entornos hostiles y situaciones inesperadas», una especie de simulacro para hacer el cuerpo a la vida extraterrestre. ¿Por qué van y vienen estas oleadas de interés hacia Marte? «Yo creo que son el reflejo de los miedos de la época. Cuando Wells escribe La guerra de los mundos no estaba pensando en hacer un libro entretenido, sino una crítica a las potencias coloniales por cómo trataban a sus colonias, quería que el lector inglés medio cuando lo leyera sufriera qué significaba que una civilización tecnológicamente más avanzada lo atacara. Hoy sabemos que no hay ciudades ni marcianos en Marte, pero se está trasladando a Marte esta sed de utopías que tenemos en este momento».

En este sentido, Porretta cree que la atracción creciente hacia Marte habla también de nuestras carencias actuales, que pasan, según el autor, por «un contexto en el que somos incapaces de producir proyectos colectivos positivos para la Tierra». Lo cierto es que, tal y como desarrolla en La otra Tierra, pese a sus reducidas dimensiones, «Marte continúa siendo el planeta del sistema solar más parecido al nuestro: tiene estaciones, la duración del día es casi igual a la del nuestro (24 horas y 39 minutos), casquetes polares de hielo y atmósfera, aunque muy enrarecida (compuesta de un 95% de CO2)», y esas coordenadas también han influido en que la Literatura y el cine hayan puesto siempre su ojo en un vecino tan singular. Por eso, el libro de Porretta es también un glosario de la ingente cantidad de obras nacidas de tal atracción. 

Daniele Porretta. | Foto cedida por el entrevistado.

Marte en la ficción 

«Yo venía del estudio de las utopías. Hice mi tesis doctoral sobre las ciudades distópicas, las ciudades del futuro. Y dentro de la literatura distópica existe este subgénero de novelas y películas ambientadas en Marte. Hay un montón de material y es muy fascinante, es una investigación muy entretenida. El libro sirve un poco de guía, vas mirando los títulos y según tus intereses vas encontrando lo que realmente te interesa, porque hay desde novelas religiosas a otras de aventura como John Carter de Marte, que personalmente no me ha impresionado mucho pero que sí es interesante desde el punto de vista histórico», desarrolla.

Le pregunto, claro, cuál es su obra favorita de entre todas cuantas ha leído o visto, y no puede elegir solo una: «Yo diría La guerra de los mundos de H.G. Wells. Crónicas marcianas de Ray Bradbury, y luego hay una novela de comienzos de 1900, Estrella roja, de Alexander Bogdánov, sobre un militante comunista bolchevique que se imagina el viaje a Marte de un terrícola en el que le explican cómo podría ser el futuro de la Tierra si triunfara el comunismo. Es la típica utopía y es súper interesante», cuenta con entusiasmo. 

Por último, y aunque auguro la respuesta, quiero saber si el autor de la antología marciana viajaría por voluntad propia a Marte. Es claro al sentenciar, con sentido del humor: «Absolutamente no, absolutamente no. Soy bastante urbanita, ya me cuesta salir de la ciudad, así que imagínate ir a vivir en cinco metros cuadrados, a dos millones de kilómetros de distancia y en un contexto muy peligroso: estás expuesto a temperaturas bajísimas, a radiaciones, tienes que comer lo que consigues llevar y cultivar allá. Marte no es una utopía, es más bien una pesadilla, pero si alguien quiere ir, que vaya. Siempre hay quien se deja llevar por estas aventuras».

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