De rubia explosiva a icono mundial: 60 años sin Marilyn Monroe
Un documental y su esperado ‘biopic’, interpretado por Ana de Armas, traen de nuevo ante los focos a la tentación rubia
«Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, pierdo el control y a veces soy difícil de lidiar». Si alguien conocía bien sus imperfecciones era la propia Norma Jean. Insegura y extremadamente perfeccionista, Marilyn Monroe era capaz de convertir cualquier rodaje en un infierno. Caprichosa e impuntual, sobre ello llegó a bromear Billy Wilder cuando afirmó que, solo en el rato en el que esperaba a que llegara cada mañana le había dado tiempo a leerse Guerra y paz y Los miserables. «Marilyn no necesita lecciones de interpretación; lo que necesita es ir al colegio Omega, en Suiza, donde dan cursos de puntualidad superior», comentó en otra ocasión el director de La tentación vive arriba y Con faldas y a lo loco. Exasperante hasta el extremo de necesitar decenas de tomas para rodar algunas escenas donde apenas intervenía, no obstante, cuando Monroe brillaba delante de las cámaras, lo hacía por encima de los focos y de todas las luces y sombras del plató.
Con una infancia difícil que le hizo pasar por varias familias de acogida y un orfanato, los problemas mentales de su madre y ese sentimiento de abandono que la persiguió durante toda su corta vida marcaron su inestabilidad mental y la llevaron a una fuerte dependencia de los ansiolíticos que, finalmente, ocasionaron su ‘accidental’ muerte (¿o asesinato?) por una sobredosis de barbitúricos un 4 de agosto muy distinto a este. Para entonces ya era la chica pin-up, la actriz que conquistó Hollywood y se transformó en la tentación rubia, mujer explosiva e icono mundial. Su imagen trascendió tanto la cámara que aún hoy, seis décadas después, sigue despertando el mismo interés que entonces, hasta el punto de que el retrato que hizo de ella Andy Warhol, vendido en subasta por 184 millones de euros recientemente, ha convertido su imagen en la obra más cara del siglo XX.
Un documental sobre las incógnitas que aún despiertan su muerte, El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas, dirigido por Emma Cooper y disponible en Netflix, así como su esperadísimo biopic, Blonde, protagonizado por Ana de Armas y está basado en la novela homónima de Joyce Carol Oates, que Alfaguara publicó en 2021 en nuestro país, nos traen de vuelta a la intérprete de Los caballeros las prefieren rubias.
De niña abandona a modelo y actriz
Diez familias de acogida, dos años en un orfanato, otra familia de acogida y cuatro años más con una tutora tras ser ingresada su madre en un psiquiátrico. Esa fue la infancia de Norma Jeane Baker según cuenta en el documental de Cooper, el periodista irlandés Anthony Summers. Nacida en junio de 1926 en Los Ángeles, la actriz tuvo además un matrimonio prematuro –se casó por primera vez a los 16 años y se divorció a los 22– y un empleo en una fábrica de aviones en Burbank durante la Segunda Guerra Mundial. Fue allí, precisamente, mientras trabajaba en la línea de montaje cuando un fotógrafo de la revista Yank la inmortalizó para la portada, sin saber que con aquello iniciaría su carrera como modelo pin-up y, casi sin darse cuenta, poco después, como actriz profesional.
«Fue Miss Productos de Aluminio 1945 en su primera semana con la agencia Preene. Lucía un ceñido vestido plisado de nailon blanco con amplio escote, varias vueltas de perlas falsas y pendientes a juego, zapatos de tacón blancos, guantes hasta el codo también blancos y una gardenia de color crema prendida a la melena iluminada con mechas y larga hasta los hombros. Se celebraba una convención de cuatro días en el centro de Los Ángeles y ella se vio obligada a permanecer de pie durante horas sobre una plataforma, en medio de una selección de relucientes artículos domésticos de aluminio, entregando folletos informativos a los interesados: casi todos hombres. La paga era de doce dólares diarios más gastos (mínimos) de comida y transporte. En la segunda semana, fue Miss Productos de Papelería 1945», escribió Oates en su monumental biografía ficcionada sobre la actriz.
Aunque la propia escritora reconoce que lo suyo no son unas memorias al uso –«el lector que desee conocer datos biográficos fidedignos de Marilyn Monroe no debería buscarlos en Blonde, que no pretende ser un documento histórico, sino en las biografías autorizadas», advierte–, su novela traza un importante recorrido por la vida de Marylin Monroe y es un reflejo altamente interesante de la época y del entorno en el que se movió la actriz, que a principios de 1946 había aparecido ya en 33 portadas.
Ese mismo año firmó un contrato en una agencia de actuación. Tras pasar por películas como Las chicas del coro sin pena ni gloria, y después de su breve intervención en Eva al desnudo, su pequeña participación en La jungla de asfalto bajo la dirección de John Huston, hizo que por primera vez su presencia como Angela, una rubia de ojos verdes que llevaba una vida fácil, llamara la atención de la prensa y la crítica. El oscarizado director la recordaba como «alguien fresco, una chica atractiva, bastante tímida que apenas hablaba».
Huston y Monroe volvieron a coincidir años después, curiosamente en la última película que rodó la estrella cinematográfica antes de morir, que lleva por título The Misfits. «Marilyn indagaba en sus experiencias personales para todo, buscaba ahí, y siempre sacaba algo único y desconocido. No tenía técnicas, se basaba en la verdad. Era solo Marilyn, pero era una Marilyn de gama alta», analizaba en El misterio de Marilyn Monroe: las cintas inéditas.
En un mundo de hombres
La consagración de Monroe como actriz llegó, no obstante, en 1953 con tres grandes títulos de su filmografía: Niágara, Los caballeros las prefieren rubias y Cómo casarse con un millonario. Por entonces, la intérprete ya había constatado una certeza: «Los hombres dominaban Hollywood y era preciso aplacarlos –escribe Oates en su novela–. No era una verdad profunda. Era una verdad banal y en consecuencia, fiable». Coincide con esta apreciación Summers al reconocer que eran ellos quienes tenían el control. «Se aprovechaban de las mujeres. Sin embargo, en seguida estuvo claro que Marilyn no era una presa fácil. Ella quería que se la tomaran en serio. Quería ser actriz y usó el sistema en beneficio propio», afirma el periodista en el documental.
Y no solo el sistema. Como recordaba Jane Russell, con quien trabó amistad tras coincidir en Los caballeros las prefieren rubias ese mismo año, «ella era muy inteligente y quería aprender. Estaba interesada en todo lo que pudiera ayudarla a mejorar su carrera. Todas las noches después de trabajar iba a clases de interpretación. Yo llegaba exhausta después de trabajar todo el día y ella iba a aprender. Pero es que quería ser buena. Y luego, cuando la cámara se ponía en marcha, era como si se encendiera algo eléctrico».
Con su voz dulce y melodiosa, su sensualidad al moverse y su aparente ingenuidad desmesurada, seducía a hombres y mujeres por igual. Monroe sabía que derrochaba carisma aunque su fuerte miedo escénico y sus inseguridades hacían que trabajar con ella muchas veces se volviera una tortura. Para aliviar su ansiedad y su insomnio, comenzó a consumir barbitúricos, anfetaminas y alcohol, lo que, a mediados de los años 50 degeneró en un problema de adicción.
En 1954, trabajó bajo la dirección de Billy Wilder por primera vez en La tentación vive arriba, donde rodaría su famosa escena que la inmortalizaría con un vestido blanco sobre la rejilla del metro de la Avenida Lexington de Manhattan. Aquella escena supuso además su ruptura definitiva con el archifamoso jugador de béisbol Joe DiMaggio, con quien había contraído matrimonio nueve meses antes.
Durante esa época, Monroe y la Fox firmaron un nuevo contrato de siete años accediendo a varias peticiones por parte de la actriz que, en un acto insólito e inesperado para la productora, había negociado duro por sus derechos. «Aquello pasaría a la historia de Hollywood –escribe Oates–. Marilyn Monroe, desdeñada en la industria durante mucho tiempo, había derrotado a La Productora. En lo sucesivo tendría derecho de veto sobre el proyecto, el guion y el director. Y le habían subido el sueldo a cien mil dólares por película. ¿Por qué? Porque no podían inventar otra rubia que la sustituyera y que les hubiera hecho ganar tantos millones a cambio de tan poco».
Cuesta abajo sin frenos
En 1956, protagonizó su primera película bajo este nuevo acuerdo, Bus Stop, y se casó nuevamente con su tercer y último marido, el dramaturgo Arthur Miller. En agosto de ese año comenzó el rodaje en Inglaterra de El príncipe y la corista, bajo la dirección de Laurence Olivier, con quien desde el principio estuvo condenada a no entenderse. «La Corista era una joven del pueblo (estadounidense), sin pelos en la lengua, y el Príncipe era el aristócrata (europeo) reservado y plegado a la tradición. Fuera del plató, O era fríamente educado, incluso cortés con la Actriz Rubia, pero en el plató, ante las cámaras, la menospreciaba. Estaba tan fuera de lugar entre aquellos actores shakespearianos de academia como lo habría estado Cherie, la pobre cantante de cabaret», describió Oates en Blonde en referencia a Bus Stop, la más autobiográfica de las películas de la intérprete.
Y lo cierto es que Monroe fue más Monroe entonces que nunca: llegaba tarde o directamente no se presentaba, era incapaz de aprenderse el guion aún cuando se trataba de una frase y a veces simplemente desaparecía. Aquel fue, también, el difícil trabajo durante el cual, según cuentan, la actriz sufrió un aborto. Así, al menos, lo retrató Colin Clark en sus memorias edulcoradas, un tanto fantasiosas en las que sostenía que la intérprete y él habían mantenido un breve romance, que en 2011, Simon Curtis llevó al cine en Mi semana con Marilyn, brillantemente protagonizada por Michelle Williams en el papel de la corista. Todo un infierno, en palabras de Olivier, que no impidió que la cinta llegara a su fin. «Hice lo que pude por cambiarla –confesaba el director británico según la adaptación de la novela de Curtis–. Sigue siendo brillante a pesar de mí». Y es que, como la propia Monroe había dicho, «si no puedes lidiar conmigo en mi peor momento, definitivamente no me mereces el mejor».
Tras un descanso de unos meses, y otro aborto, la actriz regresó a Hollywood para rodar junto a Jack Lemmon y Tony Curtis una nueva comedia de Wilder, Con faldas y a lo loco, en uno de sus proyectos más caóticos y complicados, según confesó el director después. Entre las últimas películas que rodó la intérprete figuraban dos títulos que no han tenido tanto eco como las precedentes, Let’s Make Love y Vidas rebeldes. Sus últimos años no fueron fáciles, su fuerte dependencia de las drogas le llevaron a internarse una semana en un centro de desintoxicación. En 1961, Miller y ella se habían divorciado. A partir de entonces, sus continuos problemas de salud física y mental dificultaron sus trabajos e hizo que se interrumpiera infinidad de veces el rodaje de su última película, Something’s Got to Give, dirigida por George Cukor, hasta que en junio de ese año la Fox la demandó por 750.000 dólares en daños y pérdidas.El 19 de mayo de 1962, la actriz había interpretado ya su célebre cumpleaños feliz cantado al presidente de Estados Unidos. Su posible relación con los hermanos Kennedy es otro de esos secretos a voces que no hicieron más que alimentar la leyenda. Hay quienes, como Summers, sostienen que hubo algo ahí. Un complot político y no un burdo accidente. Quizás porque las personas como Marilyn no mueren como ella murió. «Cuando Norma Jean murió (¿asesinada?) en Hollywood, en su casa de Brentwood, durante el verano del 62 –escribió José Luis Garci en el prólogo de una biografía sobre la estrella que escribió Luis Gasca para la editorial de ABC–, a los 36 años de soledad, se habló del fin de una época». Su cuerpo fue hallado un 4 de agosto muy distinto a este por su ama de llaves Eunice Murray. La chica pin-up, la tentación rubia, el icono mundial había muerto entre las 8:30 y las 22:30 por una intoxicación aguda por barbitúricos. «¿Has visto?», cuenta el director español que le dijo un amigo. «Nadie parece darse cuenta de que también se ha muerto una mujer».