Los hombres de Elcano: quiénes fueron los 18 supervivientes de la Primera Vuelta al Mundo
Salieron más de 240 aventureros de todo el mundo, pero regresaron a Sanlúcar de Barrameda menos de 20 hace ahora 500 años
Para cuando la Nao Victoria fue avistada desde tierra con 18 supervivientes a bordo («flacos como jamás hombres estuvieron», diría Elcano), la población de Sanlúcar de Barrameda lleva ya años acostumbrada a todo tipo de maravillas en calidad de ‘lanzadera’ al Nuevo Mundo. Por ahí se cruzaban a diario almirantes, sacerdotes, putas, trileros, comerciantes de media Europa, soñadores de toda condición; desde allí se embarcaba a la gloria o la ruina. En sus tabernas, lo estrafalario era moneda corriente.
Y aun así, apenas se avistó aquella nave desarbolada y escorada (con mástil y verga de trinquete destrozados en el Cabo de Buena Esperanza) los sanluqueños salieron a recibirlos asombrados y sobrecogidos ante algo más inesperado de lo previsto: aquellos tipos habían salido tres años atrás de ese mismo punto de la desembocadura del Guadalquivir para regresar tras completar la circunferencia del globo. Eran puro hueso, cadáver casi, pero los ungía la gesta realizada e incluso habían ganado 24 horas de vida respecto a los demás, según advirtió el cronista Antonio Pigafetta.
Desde Sanlúcar, Elcano escribe una sencilla pero solemne carta a Carlos V. En ella, después de encarecer los «trabajos y sudores» de una tripulación que llegó a comer madera y a pujar por las ratas, le anuncia que «hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e veniendo por el oriente». En su célebre crónica, que apasionó en todas las cortes de Europa, Pigafetta precisa: «Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero, yendo siempre de este a oeste».
V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo
Los ‘elegidos para la gloria’ de la Nao Victoria alcanzaron la temida barra de Sanlúcar el 6 de septiembre de 1522, algo más de tres años después de partir. Para cerrar los fastos del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo el Rey Felipe VI volverá este martes a la localidad gaditana para remontar el Guadalquivir junto al buque Juan Sebastián Elcano y otros navíos de la Armada. Es el broche de una efemérides que arrancó en 2019 y que ha recibido menos atención de la que merecería.
Por ejemplo, ¿qué se sabe de los 17 compañeros que sobrevivieron junto a Elcano? El de Guetaria es, junto a Magallanes (muerto antes de alcanzar las Islas de las Especias), el gran héroe. De él, arruinado y prófugo de la justicia antes de embarcar, partió la idea de continuar el viaje hacia el Oeste en lugar de regresar por donde habían venido. Gracias a esta idea aparentemente loca se completó la Primera Vuelta al Mundo. Cuatro años después de la gesta, Elcano volvió a embarcarse en una expedición, en este caso la de Loaysa, una de las más desgraciadas de su tiempo. Allí murió en medio del Pacífico por ciguatera, enfermedad propia de peces y crustáceos.
De sus compañeros en la Nao Victoria, así como de toda la tripulación que en algún momento participó en la expedición liderada por Magallanes (hasta 247 hombres), da cuenta un curioso volumen conmemorativo publicado en Sanlúcar de Barrameda: Todos los hombres de Magallanes y Elcano. Apoyados en una amplia bibliografía y noticias de la época, María José Rodríguez Rosa y Lope Fernández reconstruyen la procedencia, las circunstancias y, en algunos casos, anécdotas y fallecimiento de los marinos y pasajeros de las cinco naves que partieron en 1519.
Aventureros de todo el mundo
Lo primero que salta a la vista es la dimensión internacional de la aventura. Aunque la idea de hacer puente en las Molucas para abrir el comercio de especias por el Oeste partió de dos portugueses (Magallanes y el gran cosmógrafo Rui Faleiro, que no embarcó) y la financiación y promoción ‘público-privada’ fue netamente castellana, a cuenta del Emperador y el poderoso banquero burgalés Cristóbal de Haro, el pasaje llegó a contar con integrantes de los cuatro continentes conocidos hasta la fecha. En su mayoría, obviamente, eran castellanos: 136, con 58 andaluces, 33 vascos y 16 castellano-leoneses; pero se sumaron 37 portugueses, 26 italianos, 23 franceses y, en menor medida, griegos, alemanes, belgas, ingleses, irlandeses… Todos pululaban por el puerto de Sevilla en la época y los enormes problemas para convencer a tripulantes nacionales hicieron a la Corona abrir la mano a extranjeros. A los europeos se suman dos africanos, un americano (el paje Joao Lopes, mestizo brasileño conocido como Juanillo y muerto en Brunei) y el asiático Antón de Goa, grumete nacido en la India que vivía en España como criado de la casa de Montemayor.
El grueso de la tripulación lo componían marineros (57) y grumetes (49), pero había también pajes, lombarderos, barberos, escribanos, toneleros, despenseros… En las cinco naves regía una vida jerarquizada que reflejaba en los océanos la civilización de la época. Las ‘clases altas’ estaban compuestas por maestre y contramaestres, capitán, capitán general (Magallanes) y los cinco pilotos, oficiales técnicos de gran pericia y conocimientos náuticos.
La gran mayoría de ellos fueron cayendo como en una prueba de eliminación: 80 por enfermedad, 18 por muerte violenta, cinco ahogados, 50 desaparecidos y 57 desertores. Regresaron a España un total de 36 hombres: los 18 que volvieron con Elcano y, posteriormente, 13 retenidos por los portugueses en Cabo Verde cuando la Nao Victoria fondeó allí y sólo cinco de la Nao Trinidad, que optó por realizar el tornaviaje, es decir, volver a España por el Este.
De los 17 supervivientes (18, con Elcano) originales se tienen noticias principalmente por las crónicas de época y sus declaraciones en la Conferencia de Badajoz/Elvas de 1524, en la que las delegaciones de Carlos V y Juan III de Portugal pasaron meses debatiendo sobre el meridiano de división de las áreas de influencia de ambas potencias. Muchos de ellos volvieron a lanzarse a la aventura americana y algunos acabaron sus días codiciando nuevamente las especias en la desastrosa Expedición Loaysa.
Los más conocidos de entre ellos son el italiano Antonio Lombardo (Pigaffeta) y el griego de Scio Francisco Albo. El primero, de familia rica y cultivado, atraído por la aventura y la posibilidad de narrar grandes cosas (reportero, diríamos hoy), nos ha legado su impagable Relación del primer viaje alrededor del mundo (1524). Pigaffeta estuvo, regresó con Elcano a pesar de no partir peras con él (no lo cita nunca en su crónica) y vivió para contarlo. Murió combatiendo a los turcos. Albo, inicialmente contramaestre de la Trinidad, no escribió de su puño y letra, pero su declaración en Valladolid ante el Emperador ha sido de mucha utilidad para los historiadores.
Otro hombre bien situado en el pasaje era Juan de Acurio (Bermeo, Vizcaya), contramaestre en la Concepción a razón de 2.000 maravedíes al mes. Tras regresar, testificó en Badajoz-Elvas y se sabe que ayudó a las viudas de los marinos vascos caídos en la mar. Contramaestre fue también Miguel de Rodas (Grecia). Su probablemente primo Felipe también completó la vuelta al mundo semanas más tarde, cuando fue liberado por los portugueses en Cabo Verde. Miguel se enroló posteriormente en la expedición de Caboto a las Molucas y murió ahogado intentado huir de los caníbales de la Isla de Santa Catalina (Brasil).
El primer hombre en dar la vuelta al mundo dos veces
El italiano Martín de Judícibus participó como merino, una suerte de juez de paz, y su testimonio fue utilizado por el gran cronista de su tiempo, Pedro Martir de Anglería. El Maestre Hans, por su parte, nació en Aquisgrán (Alemania) y ejerció de lombardero, es decir, de técnico de los pequeños cañones que se embarcaban en la época. Como curiosidad, fue el primer hombre en de la vuelta al mundo dos veces, puesto que sobrevivió a la Expedición Loaysa. Hernando Bustamante (Cáceres) tenía 25 años cuando se sumó como barbero a la nao Concepción. Sus atribuciones eran más propias de un sacamuelas que de lo que hoy conocemos como barbero.
Marineros rasos fueron Diego Carmona (Pontevedra), Antonio Hernández (Huelva), Nicolás de Napol (Grecia), Francisco Rodrigues, llamado «el portugués de Sevilla», Juan Rodríguez de Huelva (Mallorca) y Miguel Sánchez (Rodas). En su mayoría eran analfabetos, con un sueldo de en torno a 1.000 maravedíes al mes; regresaron con «costalejas» privadas llenas de clavo y canela. Cobraron tarde y mal a veces y se echaron a la mar de nuevo. Sus historias han quedado opacadas por el tiempo.
Completan la nómina de supervivientes los grumetes Jon Urrutia de Arratia (Baracaldo), Vasco Gomes (Portugal) y Juan de Santandrés (Cantabria), todos ellos entre los 15 y 20 años al partir. Finalmente, el paje Jon Ochoa de Zubileta (Baracaldo) fue el único, junto a su coterráneo Jon Urrutia, en completar todo el viaje a bordo de la Nao Victoria.
Desde 1956, una placa junto al Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda rememora los nombres de los 18 supervivientes. Otro panel cerámico más reciente inmortaliza las escalofriantes palabras de Elcano en su carta a Carlos V: «Muy alta e ilustrísima Majestad: Sabrá Vuestra Alta Majestad como hemos llegado dieciocho hombres solamente con una de las cinco naves que V. M. mandó a descubrir la Especería…».