Del 'maMoneo' a la torre del puerto: Málaga, el peligro del éxito
La última gran polémica urbanística en la urbe es el proyecto de la torre del puerto, un rascacielos que cambiará por completo el paisaje de la bahía malagueña
Algo más de un mes lleva abierto el hotel H10 Croma Málaga, un establecimiento de 4 estrellas que se suma a la gran oferta hotelera de la ciudad andaluza. A escasos metros del mercado de Atarazanas, y de su inmensa puerta nazarí del siglo XIV, el establecimiento es fruto de la penúltima polémica malacitana, hasta el punto de que es conocido como el ‘maMoneo’, el ‘mamotreto’ o, sin acritud, ‘el hotel de Moneo’.
Diseñado por Rafael Moneo, ganador del Pritzker de 1996, el Nobel de arquitectura, para su construcción hubo que derribar la pensión La Mundial, un edificio en estado calamitoso que, en su día, fue el palacete que los Condes de Benahavís encargaron a Eduardo Strachan, uno de los más destacados arquitectos malagueños decimonónicos responsable, en parte principal, de lo que hoy es la calle Larios.
El ‘maMoneo’
El edificio original, teóricamente protegido por el Plan Especial de Protección y Reforma Interior (Pepri-Centro) de Málaga, perdió su protección en 2008 y, pese a la oposición de expertos y de instituciones culturales, y de una polémica de más de una década, el empeño municipal por coleccionar un Moneo acabó por dar a luz a una construcción de más de diez pisos, rompiendo con la altura del centro histórico, compuesto mayoritariamente por edificios del siglo XIX mucho más bajos. Para acallar las voces disconformes se construyó, tras el hotel, un edificio de oficinas que imitaba al demolido y donde puede ahora aposentarse una casa de apuestas.
Hoy los malagueños suben fotos a Instagram desde el nuevo rooftop, mientras los expertos pontifican sobre la calidad del edificio. Puede que no sea el mejor Moneo, pero lo que está claro es que, para tenerlo, no era necesario destruir parte del patrimonio histórico-artístico de la ciudad: el argumento determinante fue, simplemente, la especulación. Con la excusa del prestigio de la firma pudo construirse un edificio mucho más alto de lo que hasta entonces se había permitido.
La torre del puerto
Desde hace siglos, los viajeros que navegan por el Mediterráneo se encuentran una ciudad abrigada por el monte Gibralfaro, con el castillo homónimo y la Alcazaba, herencia musulmana, guarneciendo el casco histórico. En el siglo XIX la estampa se completó con el Paseo del Parque y la Farola, el faro histórico situado a la entrada del puerto.
Tras la construcción del dique de Levante, a principios de este siglo, surgió una gran pastilla de terreno ganado al mar que podría albergar alguna construcción icónica. Se barajó la posibilidad de edificar allí el ansiado auditorio, pero desde hace siete años el plan es construir un hotel en forma de torre, un rascacielos que marque una nueva imagen de la ciudad.
El proyecto, que encantó al consistorio y a la autoridad portuaria, venía avalado por el arquitecto José Seguí y por un fondo de inversión catarí. Surgió entonces un movimiento de oposición protagonizado por instituciones como la Academia de Bellas Artes de San Telmo, el Colegio de Arquitectos o la Plataforma Ciudadana Defendamos Nuestro Horizonte, a la que se sumaron cientos de nombres propios de la cultura local. Temían que un proyecto no consensuado socialmente pudiese acabar con el paisaje milenario de la bahía de Málaga. Aunque las pretensiones se han rebajado a lo largo del tiempo, actualmente se plantea la construcción de un edificio de 27 plantas y 116 metros de altura.
Tras años de trámites y polémicas, el pasado mes de julio se pospuso la aprobación del proyecto en la comisión de urbanismo municipal, ante las dudas suscitadas por la posible caducidad de los estudios de impacto medioambiental aprobados por la Junta de Andalucía en su momento. Un retraso más que, sin duda, no será definitivo, pues fuentes autonómicas se han mostrado dispuestas a facilitar los nuevos informes a la mayor brevedad posible.
Cuando se salve este nuevo escollo, y la construcción quede aprobada en el Ayuntamiento, el asunto saltará al Consejo de Ministros, pues la zona portuaria donde se pretende construir depende del Estado en última instancia. El PSOE, que comenzó este proyecto cuando regía la autoridad portuaria, ha estado a favor y en contra de la torre, pero tendrá que tomar ahora una postura definitiva: el Gobierno tiene la última palabra.
¿Un nuevo jeque? Los peligros del éxito
Escribe Alfonso Vázquez, en La Opinión de Málaga, que el proyecto casi se aprueba un 18 de julio, por seguir con el desarrollismo tardofranquista que levantó el Málaga Palacio, tapando la Catedral, o el barrio de la Malagueta, creando un muro infame de hormigón frente al Mediterráneo. Añadimos, en clave de humor similar, pero no sin honda preocupación, la estupefacción ante la irresponsabilidad de las administraciones públicas, que se lanzan en brazos de un fondo soberano catarí, un estado sin controles democráticos de ningún tipo, para acometer un proyecto que cambiará para siempre la fisonomía de la ciudad. Algo parecido hicieron con el jeque Al Thani, para luego dejar al Málaga C.F. al borde de la desaparición y a la ampliación faraónica del puerto de Marbella, prometida y concedida a este individuo, en los tribunales.
Durante el último cuarto de siglo Málaga ha cambiado de aspecto y se ha convertido en un polo de atracción económica y cultural. Sin embargo, el alcalde, Francisco de la Torre, por no querer empañar sus enormes aciertos, se empeña en no intentar poner freno a los desmanes que trae el éxito: a los museos, las empresas tecnológicas o la oferta de ocio se opone la destrucción del patrimonio histórico, la escasez y el precio de la vivienda, el turismo de borrachera, la masificación o los problemas de movilidad. Se mira para otro lado, como si reconocer los problemas pusiese en peligro la eterna fiesta.