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Cultura

El discreto encanto de 'She-Hulk'

La serie disponible en Disney Plus es un ejemplo de cómo los héroes marvelitas sirven de excusa para contarnos relatos más familiares

El discreto encanto de ‘She-Hulk’

Fotograma de She-Hulk. | Disney

Son tiempos confusos. A pesar de la cantidad de opciones en cine y televisión, es muy raro que puedas ver productos novedosos, más allá de la gran cantidad de títulos con personajes que antes no eran representados por su preferencia sexual o color de piel.

Es obvio que los grandes estudios le tienen pánico a la mal llamada cultura de la cancelación (ninguna cultura puede haber en el ataque un producto intelectual). De allí el esfuerzo por completar un casting variopinto, aunque nadie lo haya pedido ni se justifique. La situación se repite con los héroes y leyendas: el fanservice impone la agenda ante el terror de perder taquilla, rating o compras de merchandising.

¿Qué sucede cuando un director o guionista quiere aprobar algo nuevo? Regularmente no sale bien parado y se le acusa de agredir el espíritu del producto original. Piense por ejemplo en las interminables discusiones sobre Star Wars. En el mejor de los casos, se les reclama que desvirtúan la esencia de un personaje, como sucedió con Taika Waititi y el uso del humor en Thor. Y es precisamente el humor el camino más complicado para contar cualquier historia

Todo lo anterior tiene un «culpable»: Christopher Nolan. Después de El Caballero Oscuro (2008), nos olvidamos del pasado de Batman. Parecía que este hombre estaba impedido de disfrutar de una hamburguesa en McDonalds y una cerveza en Mallorca. Y desde ese instante se estableció que para narrar una buena historia de héroes, se necesitaba entrar al cine con unos binóculos infrarrojos.

DC quiso copiar ese camino y se estrelló completamente. Al sol de hoy, no saben qué hacer con Superman y si bien La Mujer Maravilla y Aquaman respondieron en la taquilla, nadie las recuerda como cintas con algún valor cinematográfico, narrativo o interpretativo. Marvel, en cambio, comprendió esto rápidamente y optó por otro camino. She-Hulk, la serie que podemos ver en estos días en Disney Plus, es el último gran ejemplo.

Un héroe para cada público

Perdonen toda la perorata para llegar a Hulka (qué nombre más divertido). Terminadas todas las fases en las que los Avengers originales se iban despidiendo, era obvio que Marvel no podía seguir viviendo del pasado. El machacado arco del héroe, el bendito argumento de la redención, necesitaba un nuevo impulso, algo que le permitiera al espectador sentirse recompensado y al estudio capaz de dar un salto ante las nuevas generaciones.

Ojo de halcón (2021) fue una clara declaración de intenciones en ese sentido. Era una historia que recogía lo mejor de los buddy films (una pareja dispareja que debe completar una tarea), como ya lo hicieron Nick Nolte y Eddie Murphy o Mel Gibson y Danny Glover en los 80s, y lo renovaron. Ver a una niña y un hombre maduro tirando flechas mientras destrozaban árboles de Navidad fue realmente divertido. Hasta resabios de Jungla de Cristal podemos encontrar en este relato.

El punto es: si revisamos los proyectos disponibles en Disney, que forman parte de la Fase 4 del Universo Cinematográfico de Marvel, encontramos cierto margen para que los showrunners corran riesgos. En algunos casos pueden ser más obvios que otros, la soga más corta que la otra, pero están allí. Luego, las preguntas que subyacen son las siguientes: ¿acompañará el espectador a estos personajes? ¿Le gustará esta estructura de guion?

La oscuridad de WandaVision (2021) y la exploración de la pérdida como motor del desequilibrio mental fue una movida audaz que pudo fracasar fácilmente. Afortunadamente no fue así. Falcon y Soldado de Invierno (2021) fue una respuesta a un momento específico de la sociedad dividida por el expresidente Donald Trump y Loki (2021) se la jugó en un complicado estudio sobre la moral. 

Dejando de un lado What If…? (2021), que explora otras cosas que merecerían un análisis aparte, Moon Knight (2022) y Ms. Marvel (2022) mantuvieron la esencia de los productos anteriores. No estaban pensados para audiencias grandes. El primero fue un duelo de grandes actores: Oscar Isaak y Ethan Hawke; y el segundo, una narración sobre la adolescencia, los cambios y el sentido de pertenencia como emigrante en una sociedad racista. 

Independientemente de la calidad de cada una de estas series, de cuán arriesgadas fueron sus tramas o puestas en escena, es evidente que el superhéroe en esta etapa de Marvel es una excusa para contar otras cosas que afectan a las sociedades. No era una obligación hacerlo, y tampoco estamos hablando de una televisión militante, sin embargo, hay una oferta diferente en un largo recorrido desde que vimos a Ironman en 2008.

Un homenaje a Ally McBeal y los 90

Volvemos entonces a She-Hulk, una de las series más rompedoras -o que al menos intenta serlo- en el universo marvelita. Se trata de la prima del gigante verde, que se niega a vivir escondida del mundo, como su familiar masculino, y debe lidiar con los problemas que le trae su nueva estructura muscular y el ejercicio de la abogacía.

Aunque hay enemigos o pequeños villanos que entran y salen, en She-Hulk lo realmente importante es la resolución de conflictos más terrenales. Jennifer Walters (extraordinaria Tatiana Maslany) debe resolver si sigue en Tinder con la imagen de la gigantona y confiada versión verde o si resuelve sus inseguridades y se muestra tal cual es como humana. ¿Al final no es el conflicto que todos tenemos frente a las redes sociales?

Hay un momento muy divertido en el que Bruce Banner (Mark Ruffalo) le dice a su prima que debe seguir entrenando porque debe aprender a manejar la rabia cada vez que le agredan (verbal o físicamente) y Jennifer le responde que ya está preparada porque eso es lo que ha hecho toda la vida ya que es mujer. En este sentido, el feminismo que vemos en la serie es fluido y certero y menos panfletario que el presente en otras producciones que se venden como serias.

Para quienes disfrutaron de Ally McBeal, aquella maravillosa serie creada por David E. Kelley y que protagonizaba Calista Flockhart, le será fácil encontrar reminiscencias. Sobre todo cuando en She-Hulk se rompe la cuarta pared. Se apela a cierta complicidad entre el espectador y la protagonista. Esto funciona como motor y enganche del relato. Por supuesto, habrá quien no se sienta atraído y renuncie a esta relación y por ende a la serie. Una lástima.

Porque esa es la paradoja de She-Hulk. Como en aquellas comedias que no buscaban cambiar el mundo: Seinfield, Mad About You o incluso Friends, aquí no venimos a ver peleas contra villanos que quieren acabar, con un chasquido de dedos, el universo. Jessica Gao, que estuvo relacionada con productos tan geniales como Rick y Morty o Corporate, nos propone otra experiencia, una que parte de burlarse del mismo hecho de que estemos gastando nuestro tiempo en ver cómo una abogada de piel verde y tres metros de estatura carga a su conquista de Tinder rumbo a la alcoba.

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