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Claire Denis retrata en 'Fuego' el volcán interior de Juliette Binoche

«El deseo de las mujeres ha existido siempre, pero se ha considerado pecado, mientras que el masculino era ley de vida», afirma la directora francesa

Claire Denis retrata en ‘Fuego’ el volcán interior de Juliette Binoche

Claire Denis, directora de 'Fuego'. | Imagen cedida.

La directora francesa Claire Denis (París, 1946) es autora desde la década de los noventa de un corpus audiovisual poblado por personajes que desbordan pulsión erótica. Su penúltima película, Fuego, fue la elegida por el Festival de San Sebastián para rendir tributo a Juliette Binoche con motivo de la concesión del Premio Donostia. Y decimos penúltima porque tras competir con ella en febrero en la Berlinale, Denis concurrió en mayo en Cannes con el thriller romántico Stars at Noon. En los dos casos salió premiada. Con Fuego se alzó con el Oso de Plata a la mejor dirección en Berlín, mientras que la adaptación de la novela homónima de Denis Johnson le supuso el Gran Premio del Jurado en la cita francesa.

Como viene siendo habitual en su cinematografía, ambas son exploraciones de la líbido femenina, pero a diferencia de la nula química entre Margaret Qualley y Joe Alwyn en Stars at Noon, la pasión arrebatada sí atraviesa la pantalla en el triángulo amoroso entre Juliette Binoche, Vincent Lindon y Grégoire Colin. Fuego es la crónica de una ruptura anunciada. Sus protagonistas son una pareja estable y enamorada que se reencuentra, para zozobra de ambos, con el que fuera mejor amigo de él y amante de ella. 

«Me cuesta imaginar la fidelidad. Puedes dormir en la misma cama con alguien y engañarlo soñando con otro. Yo desde luego lo he vivido. El deseo es muy extraño, por suerte», apostilla la realizadora que ha utilizado como motor en su cinematografía la atracción irresistible de los cuerpos.

Un fotograma de ‘Fuego’.

Fuego adapta ciertos pasajes de la novela autobiográfica de Christine Angot Un tournant de la vie (2018). El proyecto cobró forma durante el comienzo de la pandemia. El confinamiento las animó a trabajar en un nuevo proyecto conjunto tras la buena experiencia de Un sol interior (2017), también protagonizada por Binoche. 

Un virus llamado deseo

Claire Denis ha preferido contextualizar la trama en el momento presente. A diferencia de ciertos directores que han optado por ambientar sus proyectos en un universo paralelo al nuestro donde nunca hemos vivido una crisis sanitaria mundial, la realizadora hace presentes las mascarillas y las medidas de precaución que todavía hoy forman parte de nuestra cotidianeidad. 

«Los productores no querían que los personajes salieran con la boca cubierta, pero yo insistí, porque me parecía ridículo. Durante el rodaje en París, todo el mundo iba en el metro con mascarilla, nos hacíamos un test tres veces por semana y había un médico en el set. ¿Cómo íbamos a rodar como si no hubiera pasado nada?», se pregunta.

Las mascarillas son también metáfora de la lucha denodada del personaje interpretado por Binoche para evitar enfermar de nuevo de deseo. Denis tiene una opinión razonada sobre la posibilidad de resistirse al fuego interior.

«Voy a ser horriblemente vulgar» -advierte-. «Cada vez que he querido ayunar, privarme de comida o de vino, me he dado cuenta de que enloquezco al cabo de un día. No tengo ninguna disciplina. La atracción física nace del cuerpo, y aunque hay gente que piensa que puede disciplinarlo, como así lo hacen los deportistas, yo no lo creo. Tengo la impresión de que quizás es más fácil controlar el deseo sexual cuando envejeces, porque atraes menos las miradas. En el fondo eso es lo que lo frena. Pero cuando estás enamorado de una persona y haces el amor a menudo, la vida es más agradable, y cuando te privas de placer, la vida no lo es tanto».

Con esta es la tercera vez que retrata el fuego interior de Juliette Binoche. Ya lo hizo en la citada Un sol interior y en la atípica cinta de ciencia ficción High Life (2019), donde daba vida a una científica que alcanza orgasmos galácticos sobre la grupa de una máquina del placer.

«El deseo de las mujeres ha existido siempre, pero se ha considerado pecado, mientras que el masculino era ley de vida. Por suerte, desde pequeña vi algo muy distinto, porque tuve una madre que deseaba, que tenía flechazos y vivió su sexualidad de manera muy natural», confiesa.

Un fotograma de ‘Fuego’.

Inspiración en la condescendencia

Cuando Denis inició su carrera, había pocas mujeres detrás de la cámara. De hecho, la responsable de Nenette et Boni (1996), Una mujer en África (2010) y Los canallas (2013), es uno de los referentes para muchas de las directoras de la nueva generación. Entre otras, la ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2020, Julia Ducournau

«Hay una forma masculina de ver el arte y la creación que ha relegado a las mujeres al sótano» -lamenta-. «Podemos escribir poemas, pintar y dirigir películas, pero se nos presupone una incapacidad para alcanzar una dimensión espiritual, porque nuestros cuerpos están hechos para tener niños y menstruar. Quizás esa hostilidad, esa condescendencia nos haya dado fuerza a las cineastas. A mí al menos me ha supuesto trabajar con menos presión, más tranquila, porque pensaba: que les jodan».

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