Luis Reyes: «El negocio de la Inmaculada es una extravagancia de la historia»
El escritor cuenta en su último libro ‘El delirio español: el negocio de la Inmaculada’ la batalla cultural que supuso en España el dogma de fe
El escritor, corresponsal de guerra y periodista, Luis Reyes Blanc (Albacete, 1945) acaba de publicar Un delirio español: el negocio de la Inmaculada (Almud Ediciones, 2022). De sus experiencias anteriores como corresponsal – fundamentalmente en Oriente Próximo y África – nacieron libros como Viaje a Palestina (Ediciones B, 1999), que obtuvo el premio Grandes Viajes en 1999. Su última obra describe el enorme conflicto ideológico que dividió (y unió) a la España del siglo XVII en la discusión sobre si la Virgen fue concebida sin pecado de origen; conflicto que finalmente acabó con la proclamación en 1854 del dogma de la Inmaculada Concepción por parte del papa Pío IX. El libro –entre el ensayo y la erudición– explica de qué manera durante los siglos anteriores y a través de qué «negocios» se llegó a ese dogma y qué consecuencias quedaron en la sociedad. El autor presenta el libro hoy en la librería Alberti de Madrid.
Pregunta.-¿En qué momento un corresponsal de guerra decide escribir sobre la Virgen?
Respuesta.- Siempre me han atraído las extravagancias de la historia porque la realidad supera las imaginaciones literarias más desbocadas. Creo que lo que pasó en España en el siglo XVII cuenta como algo extravagante. En ese momento pletórico de pronto todo un país se vuelve loco con lo que se llamó «El negocio de la Inmaculada». Digo «negocio» aquí en el sentido del asunto político, no financiero.
P.-¿Para quién lo escribe?
R.-Escribo los libros para mis amigos y para mi parentela que es enorme; somos nueve hermanos. Si al final me dicen que se han divertido leyéndome, con eso me vale. Como no soy un personaje mediático, no puedo aspirar a vender un millón de ejemplares. Ni me lo planteo. El objetivo es divertir porque me gusta escribir con cierto sentido del humor.
«El libro va a decepcionar tanto a los piadosos como a los progres»
P.-¿Cree que a alguien le puede molestar el contenido del libro?
R.-Es un libro que va a decepcionar tanto a los piadosos que esperan un libro sobre la Inmaculada Concepción, como a los anticlericales progres que, cuando ven la palabra «el negocio» en el título, creen que voy a sacar los negocios de la Iglesia. Me conformo con los que lo lean con mente abierta y sin prejuicios porque encontrarán una historia interesante y desconocida, con unas secuelas que perduran hoy en día.
P.- En este ensayo escribe sobre artistas como Murillo, Pacheco, Zurbarán y Velázquez, pero muestra preferencia por alguno…
R.-Si está Velázquez todo lo demás se oscurece. Le llamaban «el pintor de pintores». Para mí es el mejor pintor de la historia. Estoy dispuesto a defender esa afirmación. Es capaz de conseguir ese prodigio de la abstracción. Hay una muestra de simbolismo en el tratamiento de su pintura porque pinta la Inmaculada Concepción en dos cuadros: coloca en uno a la mujer apocalíptica de San Juan y en el otro a la Inmaculada. Pero, a la vez introduce el realismo en el tratamiento de la Virgen. No pinta una mujer ideal, sino a su esposa, Juana.
P.- «¡Tanta historia para terminar haciendo un pastelito!». Así termina el capítulo XVII, refiriéndose a los dulces piononos. ¿Por qué se tardó tanto en proclamar la Inmaculada como dogma?
R.-Hay que tener en cuenta que Pío IX recupera el trono porque España manda un ejército a Italia. Ignoramos este capítulo pues los franceses mandaron un ejército mayor y le dejaron al español el trabajo sucio: enfrentarse con Garibaldi en las montañas mientras que ellos ocuparon Roma. Entonces se entiende que quienes salvaron y repusieron a Pío IX fueron los franceses, pero el ejército español había ido también. Lo que pasa es que lo mandó un gobierno de derechas, el de Narváez y cuando llegó el momento de conseguir el premio, el gobierno había cambiado y mandaban los progresistas. Al final lo único que se consigue es el pastelito, el pionono, que es una delicia.
«El convento era la única forma que tenía una mujer de librarse del matrimonio y de tener hijos»
P.- El capítulo sobre las Monjas sabias también es una delicia…
R.-Decir hoy que un convento de monjas es un espacio de libertad es una barbaridad. Pero, en aquel tiempo, el convento era la única forma que tenía una mujer de librarse del matrimonio y de tener hijos. A lo que le tenían miedo las mujeres inteligentes y valientes es al parto porque era la mayor causa de mortalidad femenina. Empiezo el capítulo por la monja mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) que me parece fantástica. A los 15 años se convierte en menina de la virreina y a los 17 dice que se quiere ir a un convento. Desde ahí dirige la vida intelectual de México. Los mexicanos la llaman «la décima musa». En este capítulo saco todo un elenco, unas más sabias, otras menos.
P.– «Inmaculada» es sinónimo de «pureza». ¿Piensa que en el mundo de hoy se entiende ese valor?
R.-Creo que son valores del pasado. Pero, sé que hay un sector minoritario de gente muy católica en donde se mantiene este tipo de pensamiento. Además, la pureza no significa lo mismo en todas las religiones. En el mundo musulmán ya se sabe que equivale al burka. Tener a la mujer en casa, por lo que se valora la pureza entendida como ausencia de relaciones sexuales, con ningún otro hombre que no sea tu marido.
P.-¿Por qué recomendaría el libro?
R.-Para que amplíe su mente y se divierta con la lectura. Además, me gustaría que fuese un acercamiento a la magnífica pintura que dio de sí. Una de las consecuencias de este delirio español por la Inmaculada es una plétora de pinturas soberbias. Desde El Greco hasta Goya, desde finales del siglo XVI hasta el XIX todos los grandes artistas pintarían Purísimas, el motivo que más se repite en la pintura española. Hay tantos matices que tratan la belleza en el asunto de la Inmaculada que me parece que es un valor añadido.