'Hits' escasos pero de largo recorrido: la música pop ya no se escucha como antes
Con el auge del streaming, las canciones de éxito se mantienen en lo alto de las listas más tiempo que nunca, mientras baja el consumo general de novedades
Los grandes éxitos musicales parecen ser cada vez más longevos. Basta echar un vistazo a las listas de canciones más escuchadas de cualquier plataforma de streaming para darse cuenta de que hay una gran cantidad de temas que tienen más de un año y medio, el plazo que utiliza la industria musical para designar un producto como novedad. Por no hablar de la cada vez más normal recuperación de éxitos de otras épocas gracias a películas o series, como demuestra la explosión de popularidad que supuso para viejos hits de Kate Bush o Metallica la emisión esta primavera de Stranger Things en Netflix.
También hay datos que demuestran este cambio en los patrones de consumo. En agosto de 2021, «Blinding Lights» de The Weeknd estableció la mejor marca de todos los tiempos para en cuanto a permanencia en el Hot 100 de Billboard, manteniéndose durante 90 semanas no consecutivas en total. Un récord que apenas ha durado un año: este mismo octubre, el punto de referencia de esta lista, que mide el éxito de las canciones a nivel global con especial atención al mercado estadounidense, se superó una vez más, esta vez gracias a «Heat Waves» del grupo de pop alternativo del Reino Unido Glass Animals, que lleva ya 92.
Este récord no es casualidad: la propia revista Billboard, que lleva décadas monitorizando las tendencias musicales de éxito, avisa de que, efectivamente, las canciones tardan cada vez más en ser hits y, una vez lo logran, se mantienen cada vez más tiempo en lo alto de las listas. Un desarrollo del mercado que se ha intensificado en 2022, cuando estas clasificaciones han estado absolutamente dominadas por los remanentes de 2021, con muchos temas continuando en las listas muchos meses después de alcanzar su cúspide en las mismas.
«Hemos visto cómo se desarrolla esta tendencia durante bastantes años», asegura en declaraciones a esta revista estadounidense John Fleckenstein, director de operaciones de RCA, quien cree que, sin embargo, la explicación del fenómeno está en el predominio contemporáneo del streaming, que simplemente refleja con mayor precisión la forma en que siempre se ha consumido música.
«Me imagino que, si miras el consumo de alguien, se ve un poco como una curva en forma de campana, donde comienzan a descubrir la canción, y luego pasan a entusiasmarse con ella y la escuchan mucho durante un largo periodo de tiempo. Creo que cuando haces eso con millones de personas, ves una cola muy larga y ves que las canciones duran mucho tiempo. Y creo que eso es lo que estamos viendo en las listas», explica.
Esta forma de escuchar música, típica o no, también se ha dejado notar en la radio, el otro gran componente de las listas de éxito, ya que la cantidad de veces que una canción concreta suena en las ondas también engrosa su número total de reproducciones. En las grandes cadenas, las canciones más importantes se mantienen fuertes durante cada vez más tiempo, una tendencia que comenzó en gran medida durante los primeros días de la pandemia, pero que se ha mantenido tras la misma, ya que diversas investigaciones de audiencia han demostrado que esto es lo que el público demanda. No es que sea una novedad tampoco: las radios de éxitos, como los 40 o Cadena 100, han apostado siempre por una rotación corta para capturar audiencia, pero la tendencia parece ser cada vez más reduccionista.
La música «antigua» al rescate
En cualquier caso, estos cambios en las formas de escuchar música no se limitan a los grandes éxitos o la radio. El streaming, combinado con la pandemia, parece haber aumentado el gusto del público por temas antiguos. Según el último informe de Luminate, el monitor del mercado musical estadounidense anteriormente conocido como MRC Data/Nielsen Music, el consumo de música nueva ha bajado un 1,4% este año, o alrededor de dos millones de ventas de álbumes equivalentes, en comparación con los primeros seis meses de 2021. Al mismo tiempo, el consumo total de música subió un 9,3%, lo que se traduce en que la cuota de mercado de las canciones nuevas está bajando.
Por el contrario, el consumo de música de catálogo, definida como cualquier cosa que tenga al menos 18 meses de antigüedad, es cada vez más popular y ha subido un 14% en comparación con el año pasado. Es más, en lo que va de 2022, la música de catálogo representa el 72,4% del mercado, frente al 27,6% de las novedades.
Por supuesto, hay varios factores a considerar aquí. Por un lado, mucha de la música «antigua» que está funcionando bien no es realmente tan vieja: más de un tercio de ese consumo de catálogo es de música que salió entre 2017 y 2019. Además, como apuntaba Fleckenstein, el auge del streaming podría explicar en parte esta tendencia, al darnos la oportunidad de ver lo que la gente realmente escucha, en lugar de solo lo que compra. Y es que, en la era previa a Spotify o Apple Music, era imposible saber cuándo el público estaba escuchando los discos antiguos que ya poseía.
Esta preferencia por lo conocido es, en parte, algo que se explica por la propia naturaleza humana: numerosos estudios científicos han demostrado que es mucho más probable que las personas identifiquen sentimientos positivos con una determinada pieza musical si la han escuchado antes. Es más, las canciones obtienen calificaciones aún más altas si pueden desencadenar un recuerdo específico. Además, la música familiar también es una fórmula probada para inducir buen humor: los centros emocionales del cerebro están más activos cuando uno escucha música que ya conoce.
En cualquier caso, la música antigua siempre ha sido popular: el recopilatorio 1 de los Beatles sigue siendo el álbum más vendido del siglo XXI. Aún así, es bastante sorprendente que el consumo nostálgico esté casi abrumando por completo el hambre por algo nuevo.
¿Una cuestión enraizada en la propia industria?
La permanencia de las canciones de éxito en las listas y el mayor consumo de música de catálogo no son sin embargo las únicas pistas de esta nueva forma que parece estar adquiriendo la industria discográfica. Y es que, actualmente, la principal área de inversión en el negocio de la música son las canciones de catálogo, con grandes empresas involucrándose en auténticas en guerras de ofertas para comprar los derechos de la publicaciones de estrellas del rock y pop envejecidas. De hecho, los catálogos de canciones más demandados son de músicos de 70 u 80 años (Bob Dylan, Paul Simon, Bruce Springsteen) o ya muertos (David Bowie, James Brown).
Incluso los principales sellos discográficos están participando en la fiebre de la música antigua: la triada que domina este mercado, formada por Universal Music, Sony Music y Warner Music, apuesta cada vez más por comprar catálogos editoriales, invirtiendo grandes sumas en melodías antiguas. Además, en un auténtico «regreso al futuro», el formato físico más vendido en el mercado actual es el LP de vinilo, que tiene más de 70 años, pero sigue siendo una de las mayores fuentes de ingresos para los grandes sellos.
Los algoritmos que seleccionan gran parte de nuestra están diseñados para ser circuitos de retroalimentación, lo que garantiza que las nuevas canciones sean prácticamente idénticas a las anteriores
Según apunta el crítico musical y experto en el mercado dicográfico Ted Gioia en su blog The Honest Broker, no hay que culpar de estos cambios al público, sino a las discográficas. «La gente que dirige la industria de la música ha perdido la confianza en la música nueva. No lo admitirán públicamente, eso sería como los sacerdotes de Júpiter y Apolo en la antigua Roma admitiendo que sus dioses están muertos. Sin embargo, eso es exactamente lo que está sucediendo», asegura.
Gioia es especialmente pesimista respecto al futuro de la industria y sus opciones de innovaciones, ya que considera que «nada es menos interesante para los ejecutivos de la música que un nuevo tipo de música radicalmente nueva». Y pinta un panorama decididamente oscuro: «Las estaciones de radio reproducirán solo canciones que se ajusten a las fórmulas dominantes, que no han cambiado mucho en décadas. Los algoritmos que seleccionan gran parte de nuestra nueva música son aún peores, ya que están diseñados para ser circuitos de retroalimentación, lo que garantiza que las nuevas canciones promocionadas sean prácticamente idénticas a sus canciones antiguas favoritas. Cualquier cosa que realmente rompa el molde está excluida de la consideración casi por regla general. Así es como el sistema actual ha sido diseñado para funcionar.»
Es decir, que el problema no es la falta de buena música nueva, sino el fracaso del actual marco institucional para descubrir nuevas fórmulas y desarrollarlas. Algo que, sin embargo, no significa que estemos ahora condenados a vivir en un bucle de canciones similares: nadie anticipaba antes de los 2000 en España la revolución que iba a suponer para la música en nuestro país la popularización de géneros como el techno o el reggaeton por lo que. Y nadie puede saber cuál será la próxima gran moda que vuelva a sacudirlo todo.