José Antonio Marina, un ilustrado contra 'wokes' y reaccionarios
El filósofo desentraña las «claves emocionales de la historia» y alerta contra el desmantelamiento de la razón en su nuevo libro ‘El deseo interminable’
Aventuraba Pascal que «si la nariz de Cleopatra hubiera sido más corta, toda la faz de la Tierra hubiera cambiado». Tendemos a interpretar la historia como una sucesión de acontecimientos indefectibles, un paquete ya entregado cuya dirección estaba escrita desde antes de que se cursara el envío. Basta seguir el itinerario recorrido para extraer algún conocimiento o enseñanza. De este modo, aquella intuición del pensador francés, en la que lo supuestamente casual y nimio condiciona los hechos no ha tenido gran predicamento. Sin embargo, es justo esa nariz, que engatusó a Julio César y a Marco Antonio, la que mueve la Historia.
José Antonio Marina (Toledo, 1939) cree que hay otra manera de interpretar la evolución humana y de las ideas a la luz de las emociones, las grandes desplazadas por la historiografía. «Pulsiones, deseos, emociones, pasiones, expectativas», enumera en El deseo interminable. Las claves emocionales de la historia (Ariel). Entre estas motivaciones, decidió acotar el campo a «la aspiración, tal vez no consciente, a la felicidad». Todas las culturas desde los albores de la humanidad han depositado sus esperanzas en una serie de valores, creencias y convenciones que intentan resolver el encaje del deseo individual con la voluntad colectiva en pro de alcanzar un horizonte final que genéricamente llamamos felicidad.
Marina lleva años trabajando en el marco de la Ciencia de la Evolución de las Culturas (si se quiere, Psicohistoria) y aboga por incluir esta disciplina en el sistema educativo. «Llevo mucho tiempo insistiendo en la necesidad, no ya de conocer la historia, sino de comprenderla, porque de otro modo no podemos aprender de ella», explica en entrevista con THE OBJECTIVE. «Para comprenderla necesitamos tener alguna herramienta y la que me pareció que tenía lógica era que, puesto que la historia es la agregación de actos humanos, necesitamos conocer cómo se producen para saber cómo se genera la historia. La psicología ya nos proporciona herramientas sobre la acción humana que deriva de las motivaciones. Me interesa ver esas motivaciones en cada uno de los sucesos. Ahora, por ejemplo, está la Guerra de Ucrania y se han sucedido explicaciones políticas, ideológicas, estadísticas, económicas… Pero ¿qué motivos, qué emociones, qué miedos están por debajo de este embrollo?».
«El mayor logro de la humanidad no es el arte ni las ciencias, sino los derechos»
En el camino hacia la felicidad se han sucedido (paradójicamente, o no) guerras y genocidios, sumisión y desgarro. Pero también, refleja el filósofo en esta obra, se han alcanzado los derechos individuales y subjetivos, un corpus que, previene, «no es en absoluto natural», sino creado por el hombre y, por tanto, precario. «Los hombres han ido buscando soluciones para alcanzar la felicidad y lo más brillante que han conseguido es una cosa que en principio parece muy aburrida, pero es sin duda la mayor creación de la humanidad: los derechos. Gracias a ellos, hemos dejado de ser animales listos para autodefinirnos como especie, con valor intrínseco en todos. Eso es muy novedoso y es muy raro. El mayor logro no es el arte ni lo son las ciencias, sino los derechos. La parte pesimista es que es algo muy frágil, por lo que hay que estar siempre insistiendo en que se trata de una creación nuestra que se mantiene mientras la mantengamos y que si no se hunde».
El deseo interminable puede entenderse como una defensa apasionada de la razón ilustrada, la que llevó a la forja de derechos individuales y universales, que hace aguas desde todas las esquinas de la posmodernidad. Esa conquista, que cuajó en la Ilustración del XVIII, es sin embargo rastreable desde la antigua Grecia y a través de la Edad Media y los inicios de la Modernidad y, pese a que cristalizó en Europa, opina Marina, se nutre de aportaciones de todo el mundo y es válida para todas las culturas.
«La filosofía posterior ha sido disparatadamente cruel con la Ilustración. El posmodernismo quiso deshacerla y el irracionalismo la desmonta. Hemos abandonado la idea de universalidad y progreso, negamos la idea de verdad y dejamos que cada tribu tenga la suya, lo que facilita equiparar verdad con poder. La filosofía ha abdicado de esas grandes finalidades y se ha metido en una especie de relativismo escéptico», lamenta.
Por ejemplo, señala, hoy sería imposible alcanzar un mínimo consenso (e incluso es condenable por la mayoría) si decimos que una cultura es superior a otra en cuanto a las soluciones éticas y jurídicas que ha alcanzado para articular la sociedad. «En un curso de doctorandos de Filosofía, pregunté a los alumnos si creían que todas las culturas tenían el mismo valor; todos me dijeron que eran equivalentes y no se podían comparar. Después pregunté si creían que existen los derechos humanos y me dijeron que sí. Entonces, dije, ¿no será mejor una cultura que los defienda que otra que no? Si dices que todas son iguales, estás admitiendo las que admiten la esclavitud o la sumisión de la mujer».
«Uno de los fracasos de la izquierda es que han olvidado la igualdad para cambiarse a la defensa de las identidades»
Marina es muy crítico con el movimiento woke, una de las patas, junto a la reacción antiilustrada de derechas, de la quiebra de la razón. «El movimiento woke se inspira en el posmodernismo francés y sobre todo en Foucault. Viene a decir que no me interesa comprenderte y debatir contigo, sino que mi identidad se imponga a la tuya. Eso está esquilmando el pensamiento crítico en las universidades americanas. Nada que venga de un pensador blanco, si además es hombre, tiene valor para ellos. Es irracionalismo total y nos condena a que antes o después haya que apelar a la fuerza. Vivimos un momento muy violento en el plano de las ideas y el pensamiento woke es una de sus manifestaciones».
Para Marina es otro modo de posicionamiento reaccionario, pero adscrito a la izquierda. «Uno de los fracasos de la izquierda es que han olvidado la igualdad para cambiarse a la defensa de las identidades, que no era una teoría de la izquierda. Un ejemplo es el Ministerio de Igualdad, más preocupado de las identidades que de las desigualdades económicas, educativas, etc… Podemos apelaba en sus inicios a un pensador filonazi como Carl Schmitt, que consideraba que la esencia de la política se traducía en el binomio amigo-enemigo. Se han perdido los consensos básicos».
Perder los logros de la Ilustración y la confianza en los derechos humanos abre la puerta al populismo. «La unión de la decepción de la democracia, que prometió mucho y no lo ha conseguido, con un ambiente de precariedad y miedo, han producido el auge de líderes fuertes, que ya se dio en los años 20: Trump, Bolsonaro, Orban, Erdogan… La nostalgia del líder fuerte está inserta en nuestras democracias. Es un momento interesante en la historia de las emociones porque se ve con claridad ese retorno nostálgico al líder fuerte», señala Marina.
Mientras, en este primer cuarto del siglo XXI, la sociedad de consumo sigue atomizando la Felicidad en felicidades accesibles que, en cambio, han ido despertando un gran sentido de vacío y frustración. «El mundo del consumo se ha hecho a la medida de esas felicidades en minúscula. Te doy muchas felicidades y te provoco nuevos deseos. En el mundo griego, tener muchos deseos era visto como una cosa muy desagradable, propio de personas codiciosas e inquietas. En la cultura contemporánea se considera bueno porque te va a hacer trabajar y esforzarte por conseguirlo. El consumo vive de eso y por eso es tan consistente y nos proporciona tantas felicidades a la vez que despierta envidias, resentimientos y decepciones».
La felicidad, en tanto meta inalcanzable, ha creado todo tipo de imaginerías religiosas y utópicas. Pero la lucha por alcanzarla ha ido moviendo las bielas y accionando la inventiva de una especie por lo demás fascinante: el hombre.