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El libro que destapa las luchas privadas con la adicción del actor Matthew Perry

La estrella de Friends comenta en sus memorias, ‘Amigos, amantes y aquello tan terrible’, algunos de los episodios más complicados de su vida

El libro que destapa las luchas privadas con la adicción del actor Matthew Perry

Matthew Perry | Instagram personal del actor

Matthew Perry, conocido por su papel de Chandler Bing en Friends, está listo para contar su historia al público como nunca antes lo había hecho. «Quería compartirlo cuando estuviera a salvo de volver a entrar en el lado oscuro de todo», confiesa el actor en su autobiografía Amigos, amantes y aquello tan terrible, que acaba de salir a la venta en España, de la mano de la editorial Contraluz, y aborda con crudeza su larga y dura batalla contra las adicciones, pero también expone sus sentimientos, emociones, fantasmas y miedos.

Perry tenía veinticuatro años cuando se unió al reparto de Friends. En el libro comenta que él fue el último actor al que llamaron para formar parte de la temporada piloto de 1994. De hecho, le dieron el pape l justo el último día. «La serie se tradujo en todo un acontecimiento cultural y nos acosaban adonde fuéramos […] Me propusieron cualquier cosa que pudiera imaginar. Un millón de dólares por hacer una película aquí, otro millón por hacer otra allá. Tampoco era yo Julia Roberts, pero es que como ella solo hay una».

Portada del libro

Ya en los inicios de la popular comedia de situación de NBC empezaban a aflorar sus problemas de adicción. Comenzaron con el consumo de cerveza Budweiser y, progresivamente, fueron incorporando litros de vodka y montones de pastillas de los analgésicos Vicodin y OxyContin, y el ansiolítico Xanax. «Era increíble lo bien que me sentía», relata el actor. «Estaba absolutamente eufórico. La pastilla me había convertido la sangre en una cálida miel. Sentía que estaba en la cima del mundo».

Durante los diez años que Friends se mantuvo en antena, Perry sufrió unos cambios de peso que abarcaron de los cincuenta y ocho a los ciento dos kilos. «Si prestas atención al peso que tengo de una temporada a otra», dice, «puedes seguir la trayectoria de mi adicción: si gano peso, es por el alcohol; si estoy delgado, es por las pastillas. Y si llevo perilla, es porque estoy tomando muchísimas. Al final de la tercera temporada, me pasaba la mayor parte del tiempo pensando cómo podía hacerme con cincuenta y cinco Vicodinas al día; y es que tenía que tomarme cincuenta y cinco cada día, de lo contrario, me ponía malísimo». Para saciar el mono, el actor explica que tenía que desempeñar un trabajo a tiempo completo: «hacer llamadas, ir a ver a los médicos, fingir que tenía migraña, encontrar a alguna enfermera lo suficientemente corrupta como para darme lo que necesitaba».

Pese a todo, Perry manifiesta en Amigos, amantes y aquello tan terrible que jamás fue a trabajar bajo los efectos de ninguna droga. También reconoce que sus compañeros de reparto se mostraron siempre comprensivos y pacientes con él. «Fueron como pingüinos», apunta en el libro. «Cuando un pingüino está enfermo, los otros pingüinos lo rodean y le ayudan a enderezarse, caminan a su alrededor hasta que puede caminar por sí mismo […]. A veces estaba en el plató sufriendo una resaca tremenda y Jen[nifer Aniston] y Courteney [Cox] tenían una bicicleta estática instalada en el backstage, ya que creían que hacer cardio era la solución perfecta para cualquier cosa. Entonces, entre los ensayos y las tomas, iba allí y me subía a aquella cosa para pedalear como si me estuvieran persiguiendo las llamas del infierno; lo que fuera con tal de lograr resetearme el cerebro para que volviera a su estado normal». El pingüino herido era él, pero entonces tenía claro que no iba a dejar que el equipo de la serie de su vida dejara de creer en él.

Pese a la cantidad de información a golpe de click, los prejuicios y el desconocimiento acerca de la drogodependencia siguen estando a la orden del día. Como también lo está la falta de empatía por el dolor ajeno, algo que Perry lamenta en sus memorias: «Los adictos no somos mala gente. Solo estamos tratando de sentirnos mejor, pero tenemos una enfermedad. Cuando no me encuentro bien pienso: ‘Dame algo que haga que se me pase’. Tan sencillo como eso. Y me encantaría poder seguir bebiendo y tomando drogas, pero si no lo hago es por las consecuencias que tendría, porque estoy tan cerca de tocar fondo que acabaría matándome».

De hecho, ya estuvo a punto de palmarla en 2018, cuando después de una jornada de excesos entró en coma. «Lo primero que ocurrió cuando entré en coma fue que aspiré en el tubo de respiración, lo que me hizo vomitar directamente en los pulmones la porquería tóxica de diez días», narra en el libro. «Aquello no les sentó demasiado bien y se tradujo en una neumonía, y fue entonces cuando el colon me explotó […] Tenía por delante una cirugía de siete horas y al menos les dio tiempo de sobra a todos mis seres queridos de salir pitando hacia el hospital». Los médicos fueron sinceros con sus familiares y les comentaron que había un dos por ciento de probabilidades de que el actor saliera vivo aquella noche. Pero obraron el milagro de sacarle de aquel lío.

Cinco meses después de aquella operación de urgencia, Perry recibió el alta hospitalaria. Aun así, el episodio le hizo replantearse su forma de vida y sirvió para que se tomara más en serio la rehabilitación. «Lamento mucho tener que admitir que soy el peor paciente del mundo», escribe un hombre que ha pasado media vida en versiones diferentes de centros de tratamiento o en residencias de desintoxicación. «Desintoxicarse implica tumbarse sobre una cama y ver los segundos pasar sabiendo que no estás ni mínimamente cerca de encontrarte mejor. Cuando me estoy desintoxicando siento como si me estuviera muriendo. Que no tiene fin. Siento como si las entrañas quisieran escapárseme del cuerpo. No dejo de temblar y sudar. De vez en cuando tengo que aislarme durante meses para ponerle fin a este círculo vicioso».

Durante aquella larga estancia en el hospital, el estadounidense empezó a escribir la historia de su vida en el bloc de notas de su móvil. Cuando llegó a las 110 páginas, le enseñó el documento a su jefe, que le animó a seguir con el proyecto. «Digo en el libro que, si hubiera muerto, impactaría a la gente, pero no sorprendería a nadie. Y vivir con eso da mucho miedo. Así que espero que la gente se identifique con eso y sepa que esta enfermedad ataca a todos. No importa si tienes éxito o no, a la enfermedad no le importa», comenta Perry, quien hace unos años hizo ya sus pinitos como escritor redactando guiones de televisión en series como Mr. Sunshine, de la que también era protagonista. 

Aunque ha sufrido varias recaídas, la aclamada estrella de Friends asegura estar hoy «bastante sano», y confía en poder volver a tomar las riendas de su vida personal. «La única cosa que hice bien fue no rendirme, no levantar jamás las manos y decir: ‘Ya está, no puedo más, tú ganas’», apostilla en sus memorias, optimista. «Gracias a eso, hoy en día puedo ir con la cabeza bien alta, preparado para lo que pueda venir. Y puede que a ti también te llamen algún día para hacer algo importante, así que lo mejor es que estés preparado. Y cuando suceda algún contratiempo, solo tienes que pensar: ‘¿Qué haría Batman en mi lugar?’, y hacer eso mismo».

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