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Las 'memorias históricas' de Ian Gibson, el hombre que casi encontró a Lorca

El documental ‘Donde acaba la memoria’ acompaña al controvertido hispanista por los escenarios de sus investigaciones y nos acerca a su biografía

Las ‘memorias históricas’ de Ian Gibson, el hombre que casi encontró a Lorca

Ian Gibson en un fotograma del documental 'Donde acaba la memoria'.

Salta a la vista que los irlandeses son el pueblo más mediterráneo de la Commonwealth: católicos, sociables, conversadores infatigables, simpáticos litigantes… Para Salvador de Madariaga, los habitantes de esta isla descienden de los hispanos que huían de los romanos y, subiendo y subiendo, llegaron a los verdes prados de Eire. Lo lanzó como mera hipótesis literaria, pero descubrimientos arqueológicos recientes han establecido fuertes sinergias entre celtas de uno y otro lado. 

A Ian Gibson (Dublín, 1939) le gusta creer que somos primos-hermanos o gemelos separados al nacer, uno de los cuales tiró a moreno y el otro a pelirrojo. Cuando llegó por primera vez a España, en 1957, experimentó una suerte de ‘déjà vu’: «Ya he visto esto, ya he estado aquí». A partir de entonces, no dejó de tener a España en mente y acabó instalándose durante décadas en nuestro país, primero en un pueblo de Granada y posteriormente en el madrileño barrio de Lavapiés. Desde el 84 es, además de irlandés, español de pleno derecho. 

‘Donde acaba la memoria’, tráiler oficial

Esto son hechos y fechas, pero no es sencillo lograr que Gibson suelte prenda sobre su vida: «No tengo ganas de que nadie hurgue en mi pasado, nadie cuenta la verdad cuando hace una autobiografía», advierte al inicio de Donde acaba la memoria, documental que lo acompaña en las investigaciones señeras de su vida (Buñuel, Lorca, Dalí) a la vez que trata de acercarse a la persona y su trayectoria vital. 

Cartel del documental

Pablo Romero-Fresco llegó hace diez años a la vida de Gibson vía Mike Dibb, documentalista inglés que estudió con el irlandés en el Trinity College y junto a él realizó en 1986 para la BBC El espíritu de Lorca. La idea original del documental de Romero-Fresco pasaba por acompañar a Dibb y Gibson a Las Hurdes para seguir los pasos de Buñuel en el rodaje de Tierra sin pan. «Allí me empezó a interesar más contar la historia de Ian, pero él no quería un documental sobre sí mismo, así que había que hacer el retrato de un retratista como es él, esquivo y reticente», explica el director de Donde acaba la memoria, que cuenta además con la participación de Carlos Saura y Roman Gubern.

A pesar de todo, Gibson acabó cediendo a medias y, junto a los escenarios de Buñuel y Lorca, aparecen interesantes píldoras de las ‘memorias históricas’ del hispanista. Dublinés de familia protestante, pronto se interesó por el español y, en especial, por Federico García Lorca. «Elegí a Lorca [en sus investigaciones en el Trinity] porque mi hermano era gay en una familia puritana irlandesa. Un maricón. Fue terrible para todos: para el propio maricón, para su familia, sus padres y para mí. Mi hermano me ayudó a entender a Lorca», explica.

Ian Gibson, fotograma del documental ‘Donde acaba la memoria’

Gibson encontró en España una vía de escape del ambiente puritano en que creció y en el poeta granadino, un personaje sobre el que volcar obsesivamente su pasión cuasi detectivesca. En el año 71 publicó en París La represión nacionalista de Granada en 1936 y la muerte de Federico García Lorca, un libro tan alabado como denigrado que lo convirtió en una celebridad a escala: «No quiero exagerar pero cientos de personas me contaron cómo escondieron el libro para meterlo en España cuando se hizo famoso». Por entonces, ciertos temas no se tocaban sin asumir riesgos. «Pero a mí me gustaba esta labor detectivesca. No era fácil conseguir la información que buscaba, había que ir con cuidado. No me importaba que me cogieran o pasar una noche en el calabozo, pero sí que podía causar problemas a otros», rememora. 

Abandonó la universidad y, como Gerald Brenan, se radicó en España, primero Madrid y luego El Valle, pequeño pueblo granadino. «Soy un dublinés ex protestante -señala-. Mi relación con España es la misma que con Dublín: amor-rabia, no amor-odio. Amo la península en su increíble variedad de climas, idiomas, terrenos. España me ha ayudado a ser más libre». Su actividad investigadora ha orbitado alrededor de la Residencia de Estudiantes («Un paraíso cultural europeo a las afueras de Madrid, creado por gente que creía en la visión de una nueva España») y sus tres alumnos más conocidos: Buñuel, Dalí y Lorca: «Una vida entera con estos tres genios que se quisieron profundamente, con pasión, pero tuvieron problemas de todo tipo, por ejemplo, con su sexualidad».

Fotograma del documental ‘Donde acaba la memoria’

De Gibson destacan todos su meticulosidad extrema, enfermiza. «Es un investigador increíblemente infatigable, es enorme la cantidad de energía que invierte en sus libros», cuenta Dibb. Puede pasar semanas enteras rastreando un dato que acabará relegado a una nota a pie de página. Para Romero-Fresco, «la meticulosidad le viene de su protestantismo, de su formación. Es una persona íntegra, extremadamente rigurosa, obsesiva para bien y para mal, y con un sentimiento de compromiso muy grande, un sentido de misión, a la que ha dedicado su vida».

Su trabajo se ha encontrado con fuerte oposición y nunca ha sido ajeno a la polémica por su militancia puntualmente activa en partidos como el PSOE y Podemos. Ha sido, desde los años 70, uno de los grandes valedores de los movimientos de reparación y memoria histórica, canalizados a través de la figura del poeta del Romancero gitano: «Encontrar sus restos ayudaría a la reconciliación». Durante años no han faltado titulares de prensa en los que Gibson asegura que Lorca estaba ahí, en la Fuente Grande de Alfacar y que, tarde o temprano, saldría a la luz. Para muchos, Gibson es el hombre que casi encontró a Lorca. «Creo que hay algo de frustración de los no resuelto -explica el director de Donde acaba la memoria-, como la de los padres que buscan a su hijo perdido o los restos de alguien en una fosa; esa forma de no resolución es muy dura, provoca un gran desasosiego. A Ian le duele la desaparición de Lorca y la falta de voluntad para encontrarlo».

Fotograma del documental ‘Donde acaba la memoria’

«No ha habido día en que no haya pensado en los últimos días o las últimas horas de Lorca», declara Gibson. Inevitablemente, el debate sobre la memoria histórica y democrática palpita en el documental. «Lo que me interesa es ver cómo lidiamos con nuestro siglo XX, porque eso define cómo será todo en adelante. Quería mostrar el trabajo de Ian contra la amnesia, pero más allá de las luchas partidistas, hablar de dignidad», señala el director. Para el hispanista, «la historia comienza donde acaba la última generación viva». Él ha rastreado los pasos del poeta con los últimos testigos de su muerte. Por ejemplo, junto a Manuel Castilla Blanco, el supuesto enterrador de Lorca. «En este rol de aquí, desde luego es, más arriba, más abajo», le indica en unas grabaciones de 1978.

Desde entonces, ninguna de las pruebas acometidas han servido para dar con Lorca. Mientras, la figura del poeta, incuestionable en lo artístico, ha ido elevándose a categoría de símbolo de la dignidad y la libertad para uno y pseudo mártir instrumentalizado para otros. Desde Lavapiés, «el pueblo que más me gusta en España», este irlandés naturalizado español, sigue a sus 83 años peleándose con documentos, recortes, volantes… La experiencia de Donde acaba la memoria le ha decidido a él, biógrafo de tantos, a escribir su autobiografía. Y eso, a pesar de tener siempre presente las palabras de Dalí: «Solo los tontos dicen la verdad».  

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