Pablo Noguera: «Hoy la música la escuchamos por los ojos»
THE OBJECTIVE ha hablado con el nuevo director de Management de RLM, una de las agencias más prestigiosas de la industria musical española
THE OBJECTIVE ha conversado con Pablo Noguera, recientemente nombrado director de Management de RLM (Rosa Lagarrigue Management). La agencia, una de las más punteras y de renombre de la industria musical española, ha sabido hacer frente a los constantes desafíos que el sector demanda. Noguera nos cuenta cómo lo hacen.
Nos encontramos con Pablo Noguera en una pausa en su apretada agenda, que en estas fechas es aún más desbordante por la campaña de Navidad. Su trabajo demanda estar pendiente de todos los eslabones que recorren el manejo de la carrera de un artista. «Como managers nos encargamos de la representación de los artistas, de la estrategia, planificación y desarrollo de sus carreras. Todo ello siempre en colaboración con el resto de agentes y aliados de la industria: discográficas, editoriales, medios de comunicación, asociaciones, clubs de fans, etc. Los planes se concretan en acciones diarias como grabaciones, conciertos, giras, campañas de comunicación y marketing».
PREGUNTA.-Se sabe que conoces de manera empírica la industria musical, pero también te has preparado académicamente. ¿Cómo es eso de que hiciste tu tesina sobre Lady Gaga?
RESPUESTA.-Es cierto. Se tituló «La construcción del icono pop: Lady Gaga». Desde muy pequeño gravité hacia la música, que siempre ha estado muy presente en mi vida, casi como una obsesión. A los ocho años tuve una especie de revelación. Descubrí que la música podía conectarse con muchos más elementos para maximizar su impacto. Estaba en el recreo cuando escuché una canción que me atrapó, como si estuviera escuchando al flautista de Hamelín. En el patio había cinco niñas bailando, cada una representando a un personaje. Estaban interpretando a las Spice Girls y sonaba la canción «Wannabe». Me acerqué, pregunté qué música era y me prestaron el casete. Desplegué el libreto y descubrí a las cinco intérpretes; cada una con su actitud, estilo, color asociado… La música se completaba a la perfección con aquella nueva información. Sentí cómo descubría nuevas piezas de un puzzle que elevaba la experiencia y el disfrute de la música. Además, tuve la suerte de estar siempre muy expuesto a la música que escuchaban mis padres en casa: Camarón, Paco Ibañez, Lluís Llach, Violeta Parra a Bruce Springsteen, Benny Goodman o David Sánchez.
P.-Las Spice Girls fueron la máxima expresión de la industria musical de finales de los 90 y el posterior auge del género teen pop.
R.-Exacto, y en mi caso, disfrutaba tanto de la música como del estudio de todos los aspectos que la envolvían. Empecé a coleccionar discos y a estudiar los créditos que aparecían en los libretos: compositores, instrumentistas, productores, fotógrafos, agencias de management… Creé en mi cabeza una especie de Wikipedia de referencias que me ayudaban a disfrutar de la música aún más. Me interesaba mucho el talento que había detrás del talento. Desde los cinco años fui a clases de lenguaje musical y piano, algo que no disfrutaba. Pero llegué a un acuerdo con mis padres: si estudiaba las horas que me exigía el conservatorio, ellos me compraban los discos que pedía. Creo que en ese momento empecé a disfrutar del proceso. Siempre pensando en la recompensa final y en seguir «alimentando» mi discoteca.
P.-¿Y qué música escuchabas en aquel entonces?
R.-Los primeros años de mi adolescencia estuvieron marcados por artistas como Britney Spears, TLC, Aaliyah, No Doubt, Alanis Morissette, Lene Marlin, All Saints, Michael Jackson, Lauryn Hill… Todo ello combinado con la música que, como decía, escuchaban mis padres. Recuerdo cómo nuestros paseos de sábado por la mañana terminaban en una librería y en la tienda de discos Satchmo, en Lérida, especializada en jazz, flamenco, músicas de mundo. Mi padre compraba cantidad de discos. Hubo un día, durante la adolescencia, en la que mi oído se abrió y toda esa música «para adultos» que no entendía, pasó a gustarme tanto como el pop.
P.-Ahora, además de trabajar con varios artistas, dictas clases especializadas en la industria. ¿Cuáles son las principales inquietudes de los alumnos?
R.-Si, doy clases en la Universidad Complutense y en la Carlos III. A los alumnos les interesa conocer posibles vías de acceso a esta industria porque no hay un camino preestablecido. Intento combinar teoría con muchos casos prácticos y experiencias propias, así como anécdotas que ayudan a fijar contenidos. En nuestro sector, desempeñando posiciones similares, hay abogados, periodistas, sociólogos, economistas, musicólogos. En este trabajo encajan perfiles muy diversos. En mi caso, estudié Comunicación Audiovisual, me especialicé en Cultura Contemporánea, trabajé como redactor cultural y luego di el salto al otro lado. En medio del proceso, en 2014 analicé la carrera de Beyoncé y viajé hasta las oficinas de Parkwood Entertainment —su propia oficina de management— para presentarle una propuesta artística. Sabía que las posibilidades de que me llamaran de vuelta eran mínimas, pero no me importaba. Mi objetivo era aprender del proceso y enfrentarme a un reto. Un año más tarde, estudié un Postgrado en Industria Musical y apliqué a RLM para entrar como becario.
P.-¿Por qué la industria busca cada vez gente más joven para trabajar? ¿Crees que cada vez se toma menos en cuenta la experiencia?
R.-Creo que el secreto está en combinar la experiencia y sabiduría de la madurez con cierto grado de inconsciencia y el espíritu inquieto y curioso de la juventud. En RLM, Lagarrigue siempre ha apostado por la combinación de ambos perfiles, y creo que es algo más que acertado.
P.-Ahora la industria la domina la gente joven y se inscribe dentro de la era digital…
R.-Sí, y constantemente ocurren cambios y actualizaciones que te obligan a estar a la última en temas de cultura digital, redes sociales, plataformas. Pero siempre apoyados y complementados con expertos profesionales, con más bagaje y que han asentado las bases.
P.-Siempre se ha hablado del show business y la industria muchas veces cruel que está detrás. Un ejemplo claro de esto ha sido lo ocurrido con los «niños talento» americanos, que fueron actores de Disney y que luego vimos cómo perdían las riendas de sus vidas.
R.-Es una industria dura porque exige una entrega muy fuerte: de lunes a viernes hay mucho trabajo de oficina; pero en cuanto empieza el momento de ocio para el público, es cuando nosotros también seguimos trabajando. Es imposible entender este trabajo con un horario de lunes a viernes de nueve a seis, porque muchas veces es a partir de las seis cuando empiezan el rock and roll y el trabajo duro. Por eso exige perfiles que sean absolutamente apasionados por la música y que no les importe esa entrega ni anteponer los calendarios de los artistas a los personales. En cuanto a la ética de la industria, no creo que se pueda generalizar.
En el caso de los «niños talento» creo que son los padres los que tienen la responsabilidad, son ellos quienes deben velar por ellos, son los que firman y aceptan o no ciertas cláusulas. Sí me gustaría pensar que vamos hacia un modelo más sano de industria: cada vez hay menos tabúes al hablar de temas como la conciliación o la salud mental y estamos más concienciados. Hemos visto tragedias no solo con niños. Hemos perdido artistas de la talla de Amy Winehouse, muriendo frente a los ojos del público. En general, lejos de esa imagen que se ha dado de la industria dirigida por «tiburones» que explotan a sus «marionetas», creo que ahora hay mucha conciencia de que el artista tiene que estar y sentirse bien, fiel a su talento, a sus necesidades expresivas. Es muy difícil que el público se comprometa con un proyecto que no siente auténtico.
P.-Entre las particularidades de los artistas, vemos cada vez más un mayor interés por la producción estética personal y cómo ésta se trasmite al público…
R.-Es cierto, pero ya en los setenta también estuvieron los Bowies, los Freddies Mercurys o los Elton John, por ejemplo. Siempre ha sido importante la parte estética. Para que un lanzamiento sea atractivo siempre tiene que haber un concepto detrás. La música es una bisagra, un nexo o punto de unión en el que convergen muchas otras disciplinas como el cine, la moda, el diseño. Cada vez se pone más énfasis en ello. Hoy en día terminamos diciendo que la música la escuchamos por los ojos porque la construimos de forma más visual que nunca.
P.-Y pese a estar inmiscuido en este mundo, en tus tiempos libres ¿sigues eligiendo ir a conciertos?
R.-Muchísimo, voy a cantidad de conciertos, como apasionado de la música y también para estudiar el performance, que me interesa enormemente. Aunque sea gran seguidor de determinados artistas, siempre intento acercarme a ellos desde un punto de vista crítico, procuro no anular mi capacidad crítica por más que me gusten. Disfruto poniendo en diálogo los distintos conciertos a los que voy.
P.-¿Hasta cuándo crees que vamos a tener la música urbana como puntera en los rankings?
R.-Imagino que la música urbana domina las listas globales por sus ritmos primarios, que conectan con nuestro «yo» más «animal», así como por sus letras simples y directas. Los ritmos son casi ancestrales. Da igual el conocimiento musical que tengas, conectamos justamente por lo básico. Además, la industria pone el foco en el público joven y este es el género que consume en plataformas y redes sociales. Este público demanda constantemente nuevos contenidos y exige mucho; por eso alimentamos plataformas como TikTok, que terminan siendo el pentagrama donde escribimos nueva música según los cánones de la propia red social.
P.-Y con el paso del tiempo, ¿has seguido fiel a la música pop o crees que ganaron las nuevas vertientes que fueron llegando en tu adolescencia?
R.-Con los años he comenzado a valorar más los clásicos. Me gusta mucho el neo soul, el jazz o el R&B. Me encantan Nina Simone, Stevie Wonder, Marvin Gaye, el sonido Motown… De los músicos actuales escucho mucho a Raphael Saadiq, Kali Uchis, Lucky Daye, Damon Albarn, Emilia Mitiku, entre otros.
«La industria musical exige una entrega muy fuerte y por ello busca perfiles que sean absolutamente apasionados por la música»
Pablo Noguera
P.-Trabajas con gente muy consagrada, como Raphael o Rozalén, que está triunfando, pero también con gente que recién empieza ¿Cómo te organizas con cada artista?
R.-Siempre digo que somos un manager u otro dependiendo del artista con el que estamos trabajando. Cada uno es de una forma, tiene necesidades distintas y se encuentran en momentos diferentes. Tenemos que hacer el esfuerzo por desarrollar esa capacidad de cambiar según las exigencias de cada uno y proyectar enfoques y códigos diversos.
P.-¿Qué crees que necesita un artista para sobrevivir a la fama?
R.-No perder la capacidad de escuchar a gente que no le diga constantemente lo bien que hace las cosas o dicho de otra forma, mantener los pies en la tierra. Cuanto más grande se hace el artista, más se acostumbra a que todo su entorno alabe cada cosa que haga. El artista creo que debe hacer un esfuerzo por rodearse de un feedback que no necesariamente tiene porque ser constantemente reafirmativo de cada paso que da. Es importante trabajar desde la honestidad y el respeto.
P.-¿Cómo crees que ha logrado RLM seguir siendo líder en una industria tan competitiva?
R.-Rosa Lagarrigue es el referente, sin importar el ruido o las distracciones que pueda conllevar esta profesión. Ella siempre se ha mantenido centrada en su cometido, que es velar por la defensa de los intereses de sus artistas. Se consigue a base de mucho trabajo y pasión por lo que más nos gusta: la música.